Entrevista al candidato de Sumar

Errejón: "Lo que han sufrido Pablo e Irene no es una protesta contra sus políticas sino por su mera existencia"

El líder de Más País y candidato en las listas de Sumar por Madrid, Íñigo Errejón.

Íñigo Errejón (Madrid, 1983) atiende a infoLibre cuando faltan cuatro días para que se celebren los comicios generales. El líder de Más País se presenta como número cuatro en las listas de Sumar por la Comunidad de Madrid y se está volcando en la campaña liderara por la vicepresidenta segunda y candidata de la coalición, Yolanda Díaz, a la que está asesorando en la preparación del debate que se celebra este miércoles en RTVE con el presidente del Gobierno y candidato del PSOE, Pedro Sánchez, y el líder de Vox, Santiago Abascal. "Es un debate al que Feijóo le tiene miedo", asegura en referencia al líder del PP. Errejón se muestra convencido de que al dirigente conservador se le está complicando la campaña en esta recta final y apela a la movilización del bloque progresista.

Sobre la coalición de Sumar, que reúne a una quincena de partidos incluyendo a su antigua formación, Podemos, asegura que en política "hay diferencias" y vaticina que las habrá en el grupo parlamentario pero insiste en que tienen que normalizarse. Habla también de su excompañero de filas, Pablo Iglesias, del que destaca que "ha jugado un papel muy relevante en la política española y ha pagado un precio muy alto por hacerlo".

Usted que ya acumula unas cuantas campañas a sus espaldas, ¿diría que es el momento más complicado para la izquierda desde 2015?

Es una campaña que llega en un momento político muy extraño, porque se ha planteado exclusivamente en términos negativos. Las derechas se presentaron en las elecciones del 28M planteando una primera vuelta para acabar con el Gobierno y acuden a las generales hablando de todo lo quieren censurar o derogar, pero sin explicar qué quieren hacer con nuestro país, qué les ilusiona o cómo se imaginan España dentro de 5, 10 o 20 años. Eso ha marcado un tipo de discusión en la campaña muy áspera, dura y agresiva. 

Nosotros acertamos al no comprar ese terreno de disputa con las derechas y el PSOE se equivocó asumiendo que estas elecciones van exclusivamente sobre Sánchez. Lo vimos en el debate, solo no se basta. Lo único que puede cambiar el aire enrarecido de la campaña son las preocupaciones, los anhelos y los deseos de la vida cotidiana. Desde que entramos, aunque llegamos tarde, empezamos a hablar de igualdad de oportunidades, de la herencia universal, de salud mental o cambio climático. 

Estamos en la recta final y a Feijóo se le ha calado el coche

¿Qué está pasando ahora? Estamos en la recta final y a Feijóo se le ha calado el coche. El PP estaba vendiendo que iba a llegar al 23J de manera triunfal pero hay dos cuestiones que las encuestas no van a poder medir, pero que sin duda ya están teniendo efecto en los votantes. La primera es que todo el mundo sabe que Feijóo miente y que incluso cuando ha intentado rectificar ha vuelto a mentir. Y la segunda es que no puede decir la verdad sobre lo que quiere hacer con la economía porque los trabajadores y los pensionistas tendrían miedo. El PP preferiría que se votara hoy, porque sabe que cada día que pasa se abre una brecha. El principal interrogante, teniendo en cuenta que la derecha está movilizada, es si la gente progresista se levantará para votar. Y si lo hace, ganamos.

¿Cree que estamos ante una ola reaccionaría? Y, si es así, ¿qué responsabilidad tiene la izquierda?

Sí que hay una cierta ola reaccionaria, aunque de corto alcance, porque es muy difícil construir un bloque mayoritario y duradero en un país si a la gente no le explicas lo que quieres hacer. Si tu única gasolina es el odio, a lo mejor puedes tener algunos éxitos electorales, pero no cimentas una voluntad colectiva que pueda hacer grandes cambios. Aunque se trata de una pulsión muy asentada en algunos sectores, que se sienten herederos patrimoniales de un poder que no se vota y conquistaron con golpe de estado, una guerra civil y 40 años de una dictadura genocida.

Es un poder que no están dispuestos a someter a las urnas. Someten una parte del poder y, cuando gobierna la izquierda, desatan una furia permanente. El resto, lo que no se vota, les pertenece por justo derecho de conquista. Y cuando ha habido movimientos impugnatorios por parte de la ciudadanía pidiendo relaciones más justas entre territorios, entre hombres y mujeres y entre ricos y pobres, eso ha despertado una furia que no pretende sólo que volvamos a donde estábamos antes, sino más atrás. Soy muy crítico con el pacto político del 78, pero la ofensiva reaccionaria cuestiona elementos incluso de ese pacto.

Todo el mundo asume que estamos en una especie de fin de ciclo

Todo el mundo asume que estamos en una especie de fin de ciclo. No un fin de ciclo electoral, sino de modelo porque no da para más. El proceso de dolor psíquico es permanente, insostenible ecológicamente y económicamente además de profundamente injusto. Las derechas lo que dicen es 'pisa a quien sea necesario para ver lo que salvas'. Frente a eso tenemos una tarea que es revolucionaria, que es explicar que puede haber futuro. La vida no tiene que ser sobre prisas, angustia, ansiedad, inseguridad y miedo, puede ser otra cosa. Pero si la gente cae en el desánimo, el cinismo y la desconfianza y no vota, que es lo que quieren los poderosos, o acaba votando por los poderosos, perdemos.

¿Sumar es lo que debería haber sido Podemos? ¿Cuál es su diagnóstico de lo que ha pasado en el espacio de la izquierda en los últimos años?

Los fenómenos políticos suceden en un momento y en un contexto, no son repetibles. Sumar no es una enmienda a nada de lo que sucedió antes, es un proyecto político para la España que somos en el 2023 y la que vamos a ser de aquí a la próxima década. Y esa España no se parece mucho a la que éramos hace ocho o nueve años. Entonces hubo un gran impulso político nuevo que llegó a posiciones progresistas más allá de sus límites tradicionales. No fue sólo reunir a la izquierda, sino ser capaces de hablarle a ciudadanos de procedencias y etiquetas muy diferentes. Eso levantó una fuerza que tuvo un notable impacto en la cultura política española y abrigó la posibilidad de hacer cambios habrían sido impensables. 

Sumar no es una enmienda a nada de lo que sucedió antes, es un proyecto para la España de 2023

Ahora bien, esas tareas son más bien para los historiadores o para los analistas políticos. La mía es mirar más hacia adelante que por el retrovisor. Hay tres propuestas en la mesa en estas elecciones. La del señor Feijóo y del señor Abascal, que será su vicepresidente si le hacen falta los votos, que es la propuesta del odio para volver 50 años atrás. La propuesta del PSOE, que dice que nos conformemos con cómo estamos. Y la propuesta Sumar, que explica que no se puede retroceder, pero que no basta con conformarse sino que hay que tener más ambición.

Me consta que está ayudando a Yolanda Díaz a preparar el debate de este miércoles. ¿Qué elementos son claves?

Yolanda llega al debate con dos victorias previas. La primera es que todo el mundo sabe que las cosas que dice las hace. Es una ventaja muy importante para una candidata, que no se consigue en campaña electoral y es un patrimonio intangible. Se construye con la gestión, con el gobierno, con la garantía de que dices cosas que luego se convierten en realidades.

Y la segunda cuestión es que hay un debate al que Feijóo no le tuvo miedo y otro al que sí, concretamente el del miércoles en la televisión pública, en el que está presente Yolanda.  ¿Qué es lo más importante para nosotros? Explicar que cada voto Sumar le quita escaños a la ultraderecha y que garantiza la posibilidad de un gobierno progresista. Si Sumar está fuerte no vamos a retroceder pero tampoco a quedarnos como estamos. 

Su estrategia de campaña ha cambiado, han pasado de darle protagonismo a las propuestas a dárselo al PP. ¿Por qué este giro en la última semana?

Yo diría que lo estamos compatibilizando. De hecho, todo el mundo va a ver en el debate a una Yolanda solvente, que sabe de lo que habla porque lo ha tocado, lo ha estudiado y lo ha vivido. Ahora bien, es verdad que en un momento dado hemos tenido que asumir el liderazgo moral del bloque progresista, sobre todo después del debate a dos. Sumar y Yolanda han tenido que tirar para arriba del bloque, se ha plantado y se ha mostrado firme. Yolanda ha salido a dar la contienda en un momento en el que había mucha gente desanimada y eso es decisivo. El votante progresista tiene que abandonar esa situación de postración, resignación y miedo, porque con eso no se gana nada, se tiene que convencer de que es mayoría la España que no quiere retroceder y que hay que activarse.

Hemos tenido que asumir el liderazgo moral del bloque progresista, sobre todo después del debate a dos

¿Diría que está campaña cuenta con el sello de Más Madrid y Más País? ¿Hasta qué punto se han implicado?

Estamos implicados porque no sabemos estar en política de otra forma, defendemos las ideas en las que creemos. Antes de estar de acuerdo en los papeles, lo estábamos en las ideas. Y cuando las cosas son así salen bien. Pero también depende territorio a territorio porque hay muchas otras fuerzas que se están implicando muchísimo, como la Chunta o Més per Mallorca. Todas las fuerzas políticas que están acudiendo a contribuir con lo mejor que tienen.

¿Todas por igual? Se lo digo porque algunos, incluso dentro de su formación, acusan de dejación de funciones a la dirección de Podemos.

El lunes su secretaria general participó en el acto de campaña en Pamplona y hay otros dirigentes que también han estado en Madrid y más lugares. Cada organización se está volcando en la media de sus posibilidades. A mí no me toca decir lo que tienen que hacer, pero en realidad cuando las ideas son buenas no son de nadie. Y cuando una banda funciona, uno no se para a pensar quién está tocando qué instrumento. El proyecto reúne a personas que puede que no compartamos siglas, pero que en lo fundamental compartimos ideas. Y a mí me gusta el rumbo de Sumar, me parece que es productivo, rico y que anima a acudir a las urnas. No digo que esta campaña sea fácil, de hecho tiene de todo menos facilidades porque hay dos mil grados ahí fuera y la estamos librando a mediados de julio, pero nos estamos volcando.

Si no se supera la frontera de los 30 escaños, ¿Sumar habrá fracasado? 

Sumar no es solo que vaya a superar esa frontera, es que va a formar parte del próximo gobierno progresista en España marcando el rumbo. Dijimos que había que incluir el dentista, la óptica y la salud mental de forma decidida en la cartera de servicios de la sanidad pública y el PSOE lo replicó dos días después. Pasó lo mismo con la ley para regular las listas de espera en la sanidad. Al PSOE si no se le marca el rumbo es posible que se despiste, o que ceda solo a las presiones que le llevan por el otro lado. Y para que eso suceda hace falta una fuerza que tenga el coraje y el vigor intelectual como para fijar horizontes. A mí no me cabe ninguna duda de que en esta recta final la ciudadanía española va a hacer posible que Sumar sea no solo una fuerza que esté por encima de ese umbral, sino que nos va a hacer decisivos.

Al PSOE si no se le marca el rumbo es posible que se despiste

Le veo muy optimista...

Si no fuera el caso no estaría aquí.

¿Cree que la decisión de dejar fuera a Irene Montero, una pregunta que aparece prácticamente en cada entrevista que se le concede a Yolanda Díaz y a otros portavoces de Sumar, ha sido perjudicial para el conjunto de todo el espacio visto en retrospectiva? 

Hubo un acuerdo político firmado por todas las fuerzas políticas. Es verdad que ese pacto se cerró muy rápido, pero eso no lo elegimos nosotros, lo eligió Pedro Sánchez. Sucedió de forma acelerada e intensa, pero todas las fuerzas dieron su aprobación. No queremos dedicar el tiempo a hablar de nosotros, hay que hablar de España. Estoy orgulloso de que hayamos hecho eso, de que se nos conozca por la herencia universal para que la igualdad de oportunidades no dependa del dinero de tus familiares, por  la defensa de la sanidad pública o por las políticas para enfrentar la ola de calor y la crisis climática. Esa es la forma en la que hay que hacer política y creo que para eso estamos. 

Dentro de la coalición coexisten fuerzas políticas que tienen un pasado y que arrastran conflictos. ¿Cómo va a ser la convivencia en un grupo tan diverso? 

Mucha gente dice que en política hay diferencias y no voy a negar que las habrá en el grupo parlamentario, pero también se ven en las redacciones de los periódicos, en los departamentos de universidad, en las asociaciones de vecinos o incluso en las familias. Somos humanos y es lógico. Ahora bien, cualquier comunidad comparte lo fundamental, no siempre estás de acuerdo con tus compañeros de trabajo en todo, pero sí en que hay que sacar el trabajo adelante. En este caso hay tres o cuatro cuestiones fundamentales, como acabar con la desigualdad, afrontar el cambio climático, producir prosperidad común o luchar por los derechos de las mujeres y las personas LGTBI.

¿En qué se diferencia el liderazgo que ejerce Yolanda Díaz del de su antecesor en el cargo, Pablo Iglesias?

Yolanda no es sucesora de nadie, es la candidata de Sumar

Yolanda no es sucesora de nadie, es la candidata de Sumar, que es una fuerza política que reúne a gente que viene de proyectos muy diferentes. Gente que había estado en política y otra tanta que no. Es una fuerza política para el 2023 que no es comparable y que no debe ser medida con ninguna ni del 2013, ni del 2003, ni del 1993. Yolanda es radicalmente contemporánea.

No es sucesora, pero sí que es cierto que le sustituyó en la vicepresidencia y el propio Iglesias fue el que la designó, oficiosamente, como la candidata del espacio. 

Eso está muy bien, pero Yolanda es la candidata de una fuerza política que reúne a gente que viene de otros proyectos políticos y a los que no vienen de ninguno.

Usted ha dicho en alguna ocasión, incluso después de romper con Podemos, que Iglesias ha sido fundamental para la izquierda y que merece respeto. ¿Cree que a veces, incluso usted mismo, no se lo ha tenido?

Cuando Pablo todavía estaba en política tuvimos diferencias y las explicamos con honestidad. No estuvimos de acuerdo en todo, pero ha jugado un papel muy relevante en la política española y además ha pagado un precio muy alto por hacerlo. Un precio que es, desde un punto de vista ético, absolutamente intolerable. Con él se han cruzado muchas líneas rojas que, si se tratara de otro político, hubieran causado conmoción en la sociedad española. No solo conmoción, digo claramente que habría habido presos, pero parece que hay una cierta doble vara de medir.

Iglesias ha jugado un papel muy relevante en la política española y ha pagado un precio muy alto por hacerlo

¿A qué lo achaca?

Lo achaco a que hay determinadas ideas progresistas contra las que a veces no hay límites. Y aquí mucha gente siempre nos responde con que nosotros hacíamos escraches. Un escrache es una protesta democrática contra una decisión concreta. Por ejemplo, cuando el PP decidió meternos en una guerra injusta e ilegal en la que murieron miles de personas, nosotros protestamos. Cuando bajo gobiernos del PSOE y del Partido Popular se echaba a familias de sus casas para entregarlas a los bancos y esas personas desahuciadas tenían que seguir pagando la deuda, había protestas contra esas leyes. Lo que han sufrido Pablo e Irene no tiene que ver con una protesta contra sus políticas o sus decisiones. Es una protesta contra su mera existencia. Hay una línea muy marcada que separa la crítica a decisiones o a posiciones concretas con la que busca imponer el derecho de alguien a ser, a existir. Y eso nos ha puesto en umbrales que seguramente no nos esperábamos y que son absolutamente intolerables. 

Uno de los debates más complejos para Sumar en esta campaña ha sido su posición sobre el llamado derecho a decidir. ¿Se arrepiente de decir aquello del 'me pilla lejos' sobre el escaño de alguno de los presos del procés?

Recuerdo que en ese momento era el candidato a la Comunidad de Madrid y estaba haciendo un dúplex al entrar al Congreso de los Diputados. Era un viernes y se votaba el domingo. Lo que intenté decir es que estaba centrado en esas elecciones, pero lo expresé de una forma muy poco afortunada. Lo cierto es que no se compadece en nada con lo que yo pienso y con la comprensión que siempre he mostrado sobre el conflicto político en Cataluña. Aquello no me representa, pero cuando estás en la vida pública a veces pasa que un meme o una frase se queda, en este caso por desgracia, pero creo que no hay nadie que me conozca más de cinco minutos que sepa que si algo no me pilla es lejos. 

No hay nadie que me conozca más de cinco minutos que sepa que si algo no me pilla lejos es Cataluña

¿La posición de Sumar respecto al referéndum sí le representa, teniendo en cuenta que usted en el pasado sí ha defendido esa vía? 

La resaca del post-octubre del año 2017 está afectando a casi todas las formaciones políticas, también al PP y a Vox, que buscan incendiarlo todo porque creen que no les afecta, pero sí lo hace. Para mí la idea de fondo que compartimos es que España es un país plurinacional y que en un país así las recetas para decidir las cuestiones son siempre acuerdo y voto.

Usted insiste en la importancia de la salud mental y ha llegado a confesar que va a terapia. ¿La política es más dura de lo que se percibe a veces desde fuera?

La política es muy dura porque hay quienes la hacen así, pero es verdad que no me gusta decirlo en términos generales. Quienes lo hacen es porque están incómodos en el terreno de la discusión de las ideas, necesitan rebajar el nivel y subir la agresividad para llevar la pelea a otros términos. La política es dura, pero tengo como profesión temporal defender las ideas en las que creo. La mayoría de mis amigos en su trabajo tienen que callar lo que piensan para no enfadar a su jefe. Yo no solo me las tengo que callar, sino que me dedico a defender lo que creo y eso es un privilegio. Es la vida cotidiana la que se está poniendo cada vez más dura.

¿Considera que los políticos tienen que ser un ejemplo ético y moral de comportamiento en todos los ámbitos de la vida?

A menudo la ciudadanía nos pide dos cosas que son contradictorias. Por una parte, ser absolutamente ejemplar y, por otra, ser de verdad. Y las personas de verdad no son ejemplares. Eso no significa que no haya que ser responsable o cuidadoso, pero un representante político es una persona que se dedica temporalmente a la política y hay que poner límites, pero también establecer relaciones con otros de manera natural. La lógica de la televisión y de las redes sociales tiende a generar un abismo muy ancho y profundo entre representantes y representados. Tú te acostumbras a que el representante es alguien que tú ves a través de la pantalla y la pantalla parece que nos comunica, pero también marca una división clara entre uno que mira y otro que es mirado. 

La lógica de la televisión y de las redes tiende a generar un abismo entre representantes y representados

Hay que esforzarse permanentemente por traer la vida cotidiana de vuelta a la política y que las discusiones tengan que ver con aquello que nos pasa. Y para eso es fundamental mantener amistades, afectos y conversaciones con gente que no tiene un puesto en política. Puede ser alguien que tenga militancia, pero que no está en estos círculos a menudo endogámicos de políticos, asesores y periodistas que hablan siempre de los mismos temas. Es muy importante entrar y salir de la burbuja, intentar sacar la cabeza fuera y eso no hay que hacerlo como un ejercicio de márketing o con paseos, se hace con colegas.

Ha dicho en dos ocasiones que la política es una profesión temporal, ¿cree que la próxima legislatura será la última o se ve más años dedicándose a ella?

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No lo sé, tengo toda la voluntad de trabajar para conseguir un nuevo gobierno que transforme nuestro país y, sobre todo, las injusticias que hacen que a la gente humilde la vida le sea tan difícil. Tengo todo el empeño puesto en eso y la verdad que no lo he pensado, pero sí que tengo claro que es un tiempo de dedicación y que hay cosas hermosas en la vida que me gustaría recuperar o hacer de nuevo. 

¿Se refiere al ámbito académico?

Sí, lo que siempre me ha gustado es el pensamiento político y lo echo mucho de menos. Echo de menos estudiar, porque en política se lee muchísimo pero no se estudia. Antes dedicaba un mes a un libro y ahora leo diariamente 25 millones de noticias, artículos e informes. Aun así,  me considero un privilegiado, no en términos económicos, pero sí vitales. Hay muchísima gente que cuando te para por la calle te dice gracias por ponerle palabras a lo que he pensado o decir aquello que no puedo decir. 

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