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De los siete años que Jony (Málaga, 1981) ha vivido en la calle, la mayor parte de ellos los ha pasado en la mismísima puerta del Congreso de los Diputados. Protegido por lonas de plástico y por la vigía cómplice de los policías de la Cámara Baja con los que ya tenía confianza, durante cinco años y medio él y su inseparable perro Duna han dormido a la intemperie en el alcorque del árbol más cercano a los leones de bronce. Todo el que pasara por la madrileña Plaza de las Cortes podía verle a cualquier hora del día sentado en los bajos del Hotel Vila Real con su portátil enganchado a la Wifi prestada de una oficina cercana. Ahí ha vivido de todo: el confinamiento, Filomena, investiduras, agresiones, desfiles del Rey. Y ahí elige hacer la entrevista.

Muy pocos lo sabían pero con ese ordenador Jony se había creado hace unos meses un canal de Twicth desde el que emitía en directo para contar las experiencias y el día a día de una persona sin hogar. Su comunidad de suscriptores fue creciendo hasta llegar a tener "un sueldo mileurista" y planeó ahorrar para poder buscar un techo a medio plazo. Pero hace poco más de un mes todo se precipitó. Su historia se hizo viral y uno de sus seguidores le donó el dinero necesario para poder dar el paso y alquilar una vivienda.

Ahora la plaza de las Cortes amanece sin Jony ni Duna porque viven en un estudio a apenas diez minutos caminando. Su canal de Twicth se llama ViviendoEnLaCalle y ya cuenta con 39.600 seguidores. Se acaba de dar de alta como autónomo para poder facturar sus ingresos y sus planes pasan por ayudar a todo el que esté en una situación parecida a la suya: "A mí las redes sociales me han cambiado la vida y ahora quiero ayudar yo a cambiar la de otra gente".

¿Cómo está?

Pues muy contento, aunque siento como mucha carga emocional. 

Le ha cambiado la vida de un día para otro. 

Pues sí, y es una responsabilidad. Yo me dedicaba a contar en directo las cosas que me pasaban en la calle, mi día a día. Y eso era sencillo. Pero para mantener el trabajo ahora tengo que pensar qué contenidos puedo ofrecer para que la gente se siga entreteniendo y siga ahí. 

¿Qué ideas tiene?

Las redes sociales me han dado un techo y yo me siento ahora en la obligación de ayudar a la gente. Me gustaría visibilizar problemas, hablar de salud mental, echar un cable a gente que haya tenido problemas como los míos.

¿Cómo empezó con lo del Twitch? 

A mí me gustaba porque me hacía compañía, puedes elegir lo que quieras a la carta y porque puedes hablar con otras personas. Un día estaba en la calle y pasó un chico que se llama Kidi y que es famoso en redes. Iba con una Gopro en el hombro retransmitiendo en directo. Pregunté a los chavales de aquí de la plaza y me explicaron cómo iba eso. Empecé a ver tutoriales de YouTube y me puse a ello. Y la gente empezó a entrar en mi canal. 

¿Y de repente llega un día en que eso le da para alquilarse un piso? ¿Cómo es eso? 

El 25 de octubre me contactó un chico de El Confidencial y me hizo una entrevista porque yo había llegado a 450 suscriptores y con eso me podía considerar mileurista. Ya tenía un sueldo porque, a más suscriptores, más ingresos consigues. Aquello se hizo viral y a los dos días se presentaron en la plaza los de TVE para entrevistarme también. Pasé de 400 personas a 1.300 en mi canal. 

A mí me ha cambiado la vida y ahora quiero ayudar a la gente

¿En un día?

¡En un momento! Y el caso es que a los pocos días me llegó una alerta en directo de un chico que me donaba 500 euros. Le escribí para darle las gracias y me preguntó que cuánto me faltaba para poder alquilarme algo. Yo tenía ahorrados 2.000 pavos y tenía calculado que cuando llegase a 6.000 me alquilaba un piso. Y él me dijo que me mandaba dinero para que pudiera alquilarlo ya. Y así fue.

¿Pero a cambio de qué?

¡De nada! Me eché a llorar y pensé: “Venga, Jony, que ya lo tenemos”. Además, coincidió con unos días de lluvia y frío y lo primero que hice fue coger cuatro noches de hotel con el perro. Y me puse a buscar piso. 

Alquilar en Madrid. Toda una aventura, imagino. 

Pues fue un tema, la verdad es que sí. De pronto me vi que tenía el dinero pero que nadie me alquilaba una casa. 

¿Por qué?

Porque nadie me aceptaba sin contrato y sin nómina. Ofrecí hasta pagar un año por adelantado pero me rechazaron por lo menos en cuatro o cinco pisos. Pero no lo critico. Yo como casero haría lo mismo y se lo alquilaría a quien tuviera una nómina o una antigüedad en su trabajo. 

¿Y qué pasó? 

Otro chico muy conocido en redes que se llama Valentín San Juan me invitó a su canal y me dijo que me avalaba el alquiler con su empresa. Y en dos días tenía piso. 

¿Cómo fue el momento en el que entró en esa casa y pensó que esa noche dormiría ahí?

Fue un momento que… no sé. La chica que me dio las llaves me estaba explicando cómo funcionaba todo, cómo era el baño, cómo funcionaban los electrodomésticos…Y yo solo pensaba: “Vete ya para poder llorar, por favor”. 

¿Se acordó de algo o de alguien en ese instante?

Puff… No sé. Fue una sensación muy bonita que no pensé que fuese a vivir tan rápido. Llevaba siete años en la calle y, en cierta forma, me había acostumbrado. Tenía mi aseo, mi higiene, mi comida… Pero claro, es la calle. Así que entrar ahí fue como una liberación. 

Sensaciones muy diferentes, imagino. 

Pensar, por ejemplo, que yo podía andar por ahí sin llevar una mochila en la espalda con mis pertenencias porque las podía dejar en casa, o levantarme a la hora que me dé la gana para ir a mear, o lavarme los dientes cuando quiera… No sé, mil cosas. Es difícil de explicar. Son cosas que la gente no valora. 

O no pasar frío.

Claro, el frío. Muchas noches miro que hace un grado bajo cero y me acuerdo. O pienso en que a tal hora tenía que recoger las cosas para que no me las robaran.

¿Tenía asumido que le quedaba aún algún tiempo en la calle?

Sí, sí. Hace cinco años que dejé de consumir drogas pero, no sé, la falta de motivación y de autoestima también influyen. A mí me daba para ir tirando así y no tenía ganas de luchar. Ahora tengo una motivación muy grande viendo a gente que me apoya todos los días, que le interesa lo que hago. 

Hay mucha gente que le sigue. 

Es que pienso: “Hago algo y a la gente le gusta”. ¿Qué mejor recompensa hay que eso? Es como si haces cuadros y se venden o haces música y gusta. ¡Guau! Esto me mantiene la cabeza activa y me motiva. 

Es difícil que la gente entienda lo que significa poder ir a mear o lavarte los dientes cuando quieras

¿Cómo ha sido su vida en esta plaza? Habrá visto de todo aquí en la puerta del Congreso. 

Manifestaciones, más que nada. Por aquí ha pasado todo el mundo pero yo iba a lo mío. Elegí dormir aquí porque es una zona segura, hay policía enfrente y eso da tranquilidad. Evita que te hagan algo o que te roben. Una noche me robaron una mochila y vino un policía que se había dado cuenta, los había pillado y la había recuperado. 

La gente del barrio le aprecia.

En Filomena me bajaban caldos, sopas, de todo. Y me ayudaron a sacar mis cosas de la nieve. La verdad es que me siento parte del barrio. Una de las cosas que echo de menos de la calle es que me levantaba a las 9, me sentaba ahí y saludaba a la gente y me daban los buenos días. En realidad me sentía como parte de algo. 

También ha ayudado usted a la gente aquí. 

Sí, yo he evitado aquí varios robos, he colaborado con la Policía en lo que me ha pedido.

¿Cuál ha sido su peor momento en esta plaza?

De frío, Filomena. Pero hubo un día que lo pasé muy mal porque acamparon unos manifestantes, la Policía vino a echarlos y pensaban que yo iba con ellos y me quisieron echar también. Lo pasé fatal, pero uno de los agentes me reconoció y me ayudó. 

¿Le han increpado o agredido alguna vez?

Llegó una vez un chico y empezó a mear encima mía mientras yo dormía, en la lona. Le llamé la atención y el amigo le dijo: “No le mees en la cabeza, méale en los pies”. Y empezaron a mear en mis pies y en los cacharros del agua del perro. Eran las 4 de la mañana. Eso es lo peor, las faltas de respeto. La indiferencia de la gente la llevo mejor, pero que vengan a agredirme me dolía, la verdad. Es como: “Tío, estoy en la calle, ¿encima me quieres pegar? Me has despertado, me has meado, ¿y encima me quieres pegar?”. Eso es duro, la verdad. 

Aquí ha tenido de vecinos a 350 diputados, ha visto pasar a presidentes del Gobierno, al Rey…

Al Rey no, porque me echaban de la plaza cuando venía. 

Ah, que no puede haber una persona durmiendo si llega el Rey… 

No, no. Cuando viene el Rey, todo el mundo fuera. Ponen un perímetro policial y nos echan a todos. Me acuerdo también del día que murió Rita Barberá aquí. Se lió la de dios. Escuché mucho ruido de policías y de sirenas muy temprano. Abrí la lona y vi rodeado el hotel.

En cinco años han pasado muchas cosas y usted las ha vivido en esta plaza. ¿De qué se acuerda?

Bueno, de todo. Filomena, el confinamiento, tres Champions del Madrid que me han pillado aquí, cerquita de Cibeles…

¿Cómo fue el estado de alarma en la calle?

Fue increíble esa sensación. Era como si Madrid fuera para mí. Era un poco el rollo Soy Leyenda, de Will Smith. Yo ahí solo con el perro en todo Madrid. Solo me faltaban los zombies. Pero fue muy raro. Estuve tres días sin hablar con nadie y no sabía ni que se podía ir a los supermercados. La policía se portó bien, me quisieron llevar a Ifema pero no fui porque tenía perro y me dejaron quedarme ahí adentro, en el parking. Por aquí no pasaba ni dios. Eso sí, no he dormido más tranquilo en la calle en mi vida. Me acostaba a las diez y me levantaba a las diez. 

¿Qué recuerdo tiene de esos días?

Fíjate que me acuerdo del ruido de las alcantarillas. Había tanto silencio que por la noche se escuchaban muchísimo. Escuchaba hasta la cuerda de las banderas del Congreso dando en el mástil. Eran sonidos que no había escuchado antes. 

¿Cómo es vivir en la calle?

Es una puta mierda pero a mí me ha ayudado. 

¿Por qué?

Porque toqué fondo. Cuando me vi en la calle toqué fondo y gracias a eso dejé las drogas. También en la calle conocí a mi perro y ahora es mi familia. Prefiero quedarme con lo bueno. 

Imagino que ahora lo que quiere es no tener que volver jamás a la calle. 

Claro, me lo voy a currar todo lo que pueda para no volver a la calle. Ojalá la gente siga viendo que aporto algo en lo que hago. 

¿Sabe cuál es el artículo 47 de la Constitución, no?

Sí, el de la vivienda. Pero eso es complicado. En Madrid, por ejemplo, hay un sistema de albergues. 

¿Por qué no estaba en un albergue?

Porque no me aceptaban con mi perro. Si los hubiera con perro yo habría acudido, lo habría dejado allí durante el día y podría haber buscado un trabajo, por ejemplo. Pero entre mi perro y un albergue, no lo dudo. Me quedo con mi perro. Y esa es la elección de muchas personas que viven en la calle. 

¿Por qué? Puede llegar a resultar difícil de entender.

Pues mira, en los albergues te dejan dormir pero te echan a las 9 de la mañana y no te dejan volver hasta las 8 de la noche. Eres un número. Y la gente prefiere crear sus propios entornos, tener a gente conocida alrededor. 

¿Qué propondría a las administraciones para que ayuden a la gente que vive en la calle?

Hay que pensar que todo el que está en la calle podría conseguir algo de dinero, aunque sea pidiendo. Tú te pones en una esquina a pedir y diez euros al día te sacas. La gente es buena, la gente ayuda. Se podrían hacer convenios con alojamientos, con hostales o lo que sea, para que a cambio de una cantidad de dinero que consiga la persona vendiendo postales, abanicos o pidiendo más alguna ayuda de las administraciones pudiera pagar su alojamiento. Eso también ayudaría a incentivar que la gente se motive, que intente tener un trabajo para pagar su alojamiento.

Habla mucho de la autoestima, de lo que la daña estar en la calle.

Ya te digo que eso que propongo motiva más que estar en un sitio en el que te pones en una cola para comer y luego te echan a la calle todo el día. Ahí hay mucha gente que entra en una dinámica de alcohol, de perder el tiempo… No existe motivación. Lo más importante es darle alicientes a las personas, pero los albergues son como una cárcel. Llegas, haces una cola con una bandeja para que te den la comida y te acuestas en una cama hasta que te echen por la mañana.

Ningún político se ha acercado nunca a preguntarme por qué estaba ahí, pero tampoco lo esperaba

¿Se ha acercado alguna vez en cinco años y medio algún político de los que pasan por aquí cada día para saludarle, para preguntarle por qué está aquí o si necesitaba algo?

No. 

¿Nadie? ¿Nunca?

No, nadie. Pero tampoco lo he buscado ni lo quería. No espero nada de ellos. ¿Tú esperas algo de ellos?

Ya…

¡Pero si no ayudan ni a la gente que viene aquí a protestar porque han perdido su empleo en una fábrica o en el campo! ¿Cómo me van a ayudar a mí que estaba aquí a mi bola y que no les importo nada? Yo en la calle he ganado mucha fe en la Humanidad pero la he perdido en los políticos. En Filomena han dejado sin luz a la Cañada Real. ¿Tú crees que eso es normal?

¿Por qué llegó a la calle?

Por las drogas.

Pero ¿qué vida tenía antes? ¿Trabajaba? ¿Tenía familia?

A los 15 años me metieron en un centro de menores tutelados. Ahí empecé con las drogas, los robos… A los 17 años entré en prisión por primera vez, a los 18 la segunda y a los 24 la tercera. 

¿Por drogas y robos?

Sí. Muy mala vida, la verdad. Creo que todo me venía de que tenía mucha ira dentro. 

¿Ira por qué?

Mis padres habían sido yonkis y me echaron de casa a los quince años. Me dejaron tirado. También mi abuela, mis tíos… No sé, sentía que había sido traicionado por mis supuestos seres queridos. Tenía mucho rencor dentro. Y me junté con cuatro o cinco como yo y aquello fue un polvorín. Es como la situación de los menores no acompañados. No tenía nada en la vida, la verdad. Y lo único que me apetecía era drogarme y robar. Para evadirme, supongo. Nunca hubo nada que me gustara o me motivara, siempre con las drogas liado. Hasta que las dejé no me reconocí como persona. 

Cuando escucha a políticos hablar de esos menores no acompañados como delincuentes que hay que expulsar de España, ¿qué piensa?

Pues que no han vivido eso. Yo puedo considerar que he sido MENA. Estaba tutelado por la Comunidad de Madrid en teoría, pero he vivido así, solo. Y nadie sabe lo que vive un chaval de trece, catorce o quince años cuando no tiene padres y no tiene nada en la vida y está absolutamente solo. A todo el que hable criminalizándolos les haría pasar por esa situación. No le deseo el mal a nadie, pero es que tienen muy poca empatía. Yo lo he vivido y te aseguro que nadie se merece eso. 

¿Llegó a tener algún trabajo o alguna casa antes?

Sí. Dejé de robar porque no quería volver a la cárcel y empecé con algunos trabajos. Pero el dinero se me iba en la droga. Yo he estado seis meses sin pagar el alquiler. Me vine a la calle porque cuando llegué al piso en el que vivía me habían cambiado la cerradura por no pagar. Y no era la primera vez. Ahí dije: “Ya no me echan más, me quedo en la calle”. No tenía ganas de luchar ni de hacer nada. 

¿Recuerda la primera noche?

Sí. Muy duro. Fatal, la verdad. Me senté en un banco y ahí me dormí, entumecido. Fue una mierda pero es que me apetecía estar solo y no aguantar ni escuchar a nadie. Estaba asqueado de la vida, la verdad. 

¡Pero ahora es autónomo y vive en un piso con Duna! 

Sí. Y estoy muy contento. El piso está muy bien. Es un estudio con su calefacción, su ducha. ¡Con todo! Me he vuelto un pijo. Ahora estoy paseando con Duna y digo: “Uy qué frío, me voy a casa”. A lo bueno te acostumbras pronto. 

Si te rompes un codo te ponen una escayola pero si tienes depresión eres un loco; pues no, es una enfermedad.

Me hablaba antes de la salud mental. ¿De eso también se sufre en la calle, no?

Sí. El otro día entrevisté en mi canal a una psicóloga que me dijo que el 50% de las personas que necesitan atención en salud mental, o no la reciben a tiempo o no reciben la adecuada. ¡Es que no lo entiendo! Si se te rompe el codo te ponen una escayola y si tienes esquizofrenia, depresión o eres bipolar es que eres un loco. Pues no. Es una enfermedad y se puede tratar. Yo mañana también empiezo con una psicóloga.

¿Ah, sí?

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Sí, creo que me vendrá bien. Quiero asumir todo esto que me ha venido y quiero mantenerme fuerte para no volver a las adicciones. Necesito herramientas para gestionar mi vida. 

¿Qué le diría a una persona que vaya a dormir esta noche por primera vez en un banco?

Que se aleje de toda la mierda que hay en la calle. La solución no es el alcohol o drogarse. Solo se sale si pides ayuda y si la buscas. Y, al final, la encuentras. Lo más importante es pensar que no todo está perdido. Que, en cualquier momento, tu vida puede cambiar. Como la mía.

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