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La letra pequeña del CIS: la victoria de Trump y la dana impulsan el voto a Vox

Santiago Abascal, elegido este fin de semana presidente del partido europeo Patriotas.

Se veía venir. El análisis independiente de las tablas del barómetro del CIS publicado este lunes confirma los presagios formulados en nuestro último artículo cuando analizamos los efectos electorales que podía traer consigo la viralización del marco “estado fallido”, hoy cada vez más presente en la conversación política. Vox da un salto de gigante hasta el 14% y los 44 escaños, 11 por encima de los logrados en las últimas elecciones. Crece, fundamentalmente, a costa del PP, que vuelve a caer y toca fondo, con el 31,8% de los votos y 137 asientos. Ambos podrían formar gobierno al superar la barrera de los 176 diputados que marca la mayoría absoluta, con los de Abascal cada vez más indispensables en esa suma de derechas.

El PSOE retrocede ligeramente hasta el 29,6% de los votos y 124 escaños, pese a la caída de Sumar, que vuelve a ceder terreno y se sitúa en el 7% y los 10 asientos, en su particular vía crucis tras las revelaciones en torno a Errejón. Podemos rescata 3 escaños. No hay consuelo para la izquierda alternativa, que contabiliza apenas 13 diputados, cuando hace año y medio fueron 31.

Cuidado con las lecturas en caliente

Habrá que ver cómo evolucionan estos datos, muy condicionados por el momento en el que se realizó el trabajo de campo, entre el 2 y el 7 de noviembre, es decir, apenas unos días después de la terrible tragedia sufrida en la provincia valenciana. Lo que no podemos perder de vista es el cansancio ciudadano con la clase política, que se refleja en el hecho casi sin precedentes de que, a la pregunta de “¿cuál es a su juicio el principal problema que existe actualmente en España?”, la primera respuesta en el ranking de preocupaciones sea “los políticos en general”, la segunda “el mal comportamiento de los políticos” y la tercera “el gobierno y los partidos”, todas ellas por encima de cuestiones tan importantes como la vivienda, el paro, la sanidad o el drama migratorio.

Algunas voces han advertido de los riesgos de ceder a los partidos en la periferia del sistema el concepto de “pueblo”, como hemos visto recientemente con la DANA al calor de la reacción ciudadana frente a la deficiente gestión que han llevado a cabo las administraciones públicas. Consignas como “el pueblo salva al pueblo” son tremendamente transversales y porosas y omiten que tanto “Estado” como “pueblo” son también los cuerpos de protección civil, psicólogos, médicos, profesores, conductores de autobús y tantos y tantos servidores públicos que dedican su trayectoria profesional al servicio de la ciudadanía. Si la batalla del relato la dominan las redes y los altavoces que hay detrás de quienes cuestionan los pilares básicos de nuestro sistema, no debería sorprendernos su alza en las encuestas.

Otro síntoma de la crisis institucional que vivimos es el aumento de la abstención, pese a los elevados índices de polarización existente. Si comparamos los resultados de este barómetro con los de mes de octubre los españoles que manifiestan que irían a votar “con total seguridad” en caso de elecciones generales vuelve a bajar, hasta situarse en el 65%, casi dos puntos por debajo de la participación en los últimos comicios y once respecto a los de abril de 2019.

Feijóo se desploma 

Este CIS va a resultar muy indigesto para el PP por varios motivos. En primer lugar, porque su estimación es la más baja de toda la serie histórica desde que Feijóo es su presidente y candidato, 31,8%, cuando en marzo era de 37,7%, lo que se traduce en un millón y medio de potenciales votos perdidos. De soñar con una mayoría absoluta a depender de terceros.

En segundo lugar, certifica que el mantra de que Vox estaba en crisis y no tenía más horizonte que el de Ciudadanos ha resultado ser una ensoñación de una parte de la derecha, destinado a debilitar la base electoral de los de Abascal, a base de repetir una y otra vez quo no tenían futuro. Lo cierto es que ni las sonadas salidas de Macarena Olona, Iván Espinosa de los Monteros o Rocío Monasterio, ni los cambios –o purgas– en la dirección, ni su salida de los gobiernos autonómicos ni tan siquiera la irrupción de Alvise, que llegó a robarle más del 11% de electores, han llevado nunca a la formación por debajo del 10% de estimación de voto, que fue su momento más delicado en noviembre de 2023, hace ahora un año.

Vox se ha caracterizado siempre por tener una elevada tasa de lealtad electoral, si hubiera elecciones generales el próximo fin de semana 8 de cada 10 electores que optaron por la papeleta verde en los últimos comicios repetirían. Y a esto le suma su capacidad para pescar en el caladero popular, con un saldo positivo entre los votos ganados al PP (casi medio millón) y los que cede (180.000), lo que le auparía por encima del resultado que obtuvo en julio de 2023. Unas perspectivas de futuro alcistas propicias por el paisaje electoral que se adivina, de Trump a la inmigración, de la desafección al miedo, y que encuentra en los jóvenes terreno abonado.

Las malas noticias para el PP no acaban aquí. A la pregunta “de los principales líderes políticos, ¿quién preferiría que fuera presidente de gobierno?” Núñez Feijóo (8,6%) queda muy lejos de Pedro Sánchez (22,1%), pero es que además Santiago Abascal, recientemente elegido presidente de Patriotas (el grupo de Le Pen y Orbán), va camino de sorpasarle (6,9%), algo que ya sucede entre los menores de 35 años (28%) donde prácticamente cuatriplica al líder gallego (8%).

La competición en términos de liderazgo y carisma ha dado un giro copernicano con respecto a la foto de hace dos años. Entonces eran Alberto Núñez Feijóo y Yolanda Díaz los que lideraban el ranking de líderes mejor valorados, tanto en el conjunto de la población española, que les aprobaba, como entre sus electores, donde tenían unas valoraciones notables. Hoy son los líderes con menor tirón entre sus votantes: Feijóo con un 5,7 (llegó a tener un 7,3) y Díaz con un 5,9 (llegó a tener un 7,4).

Un dato que resume los problemas que está teniendo Feijóo en términos de adhesión e imagen es que sólo un 39% de sus votantes dice preferirle como presidente cuando se pregunta en espontáneo, frente a un 62% de los del PSOE que escoge a Pedro Sánchez. Pese a todo, si hoy hubiera elecciones generales Feijóo alcanzaría La Moncloa, Vox mediante, por los problemas del PSOE para reenganchar a aquellos de sus votantes que se declaran hoy abstencionistas y por la división de Sumar y Podemos, que resta muchos escaños en las provincias medianas.

La izquierda sigue sin resolver sus problemas

Hay que contextualizar los resultados de esta ola, no sólo por los efectos electorales de la dana sino también, especialmente en la izquierda, por la complicada digestión del caso Errejón. Este es el primer barómetro realizado tras las revelaciones sobre el ex portavoz de Sumar.

El efecto más notorio es la reducción de la transferencia de voto del PSOE a Sumar, limitada al 2,2% (172.000 votos), que explica su retroceso. Más allá de esto, la formación de Yolanda Díaz mantiene unos valores similares en cuando a fidelidad electoral (en torno al 53%) y sus fugas a PSOE (11%) y Podemos (24%) se mantienen en baremos similares a los que existían en los meses anteriores. A su lado la formación de Ione Belarra se estabiliza con una estimación del 3,6%, sin que aparentemente se vea muy afectada, ni en positivo ni en negativo por los efectos colaterales del caso Errejón.

Para el PSOE es un barómetro agridulce al margen de la efervescencia de Vox. Del lado de las buenas noticias reduce la distancia con el PP a poco más de dos puntos y ve como el trasvase de voto hacia los populares se ha reducido a los 200.000 votos, cuando llegó a estar muy por encima. Con estos números la aritmética con la derecha no es insalvable si se encuentra una solución al enquistamiento entre Sumar y Podemos, que posiblemente pasaría por un liderazgo respetado por todos en ese espacio. Sin esos escaños las opciones para la izquierda se reducen a la mínima expresión.

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Del lado negativo, el PSOE sigue sin poder captar apenas voto entre los desafectos con el PP y los desalineados. Aunque las consecuencias políticas de la dana las está sufriendo en primer lugar el PP, con la plaza valenciana en serio peligro, no son pocos los que siguen sin entender por qué el gobierno no decretó el estado de emergencia y tomó el mando de la situación ante el caos que se estaba viviendo. Por otra parte, el PSOE recupera fuelle en su pulso particular con Sumar pero tampoco capta un voto de aluvión tras el caso Errejón, sino que más bien las cosas están como estaban. El desánimo se ha instalado en buena parte del electorado progresista y no sería extraño que en las próximas semanas el presidente de gobierno sorprendiera con algún cambio o anuncio del ejecutivo en busca de reactivar sus bases.

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Rafael Ruiz es consultor y analista de datos en asuntos públicos en Logoslab.

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