Movilización de la izquierda y transversalidad, los retos de Yolanda Díaz para que Sumar sume apoyos
Esta misma semana, la vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo y Economía Social, Yolanda Díaz, lanzará la plataforma Sumar y dará comienzo al proceso de escucha que intentará rearticular el espacio a la izquierda del PSOE con la idea de escapar de ese lugar –"pequeño" y "marginal"— que ocupa, a día de hoy, Unidas Podemos.
La idea es, por tanto, volver a los orígenes de transversalidad de UP de 2016 que llegó a liderar las encuestas ese mismo año y cosechó los mejores resultados de la izquierda alternativa desde la Transición.
La política ha cambiado mucho en pocos años y poco queda ya de aquel UP capaz de convencer al votante que partía desde el centro hasta la izquierda. En 2016, seis de cada diez (60%) votantes de UP (Unidos Podemos el ’16) se ubicaban entre las posiciones 1 y 3 en la escala ideológica de los electores, donde 1 representa el espacio más a la izquierda y 10 el espacio más a la derecha. Desde entonces, la formación ha ido menguando su espacio y ha sido percibido, mayoritariamente, como un partido netamente de izquierdas. Hasta tal punto que, ya en 2022, son casi 8 de cada 10 (77%) los votantes de UP que se declaran en ese espacio ideológico (entre el 1 y el 3), 17 puntos porcentuales más que hace seis años.
Esto significa que UP ha perdido capacidad de atracción sobre los votantes de centro que, en su día, apoyaban a la formación morada: en este periodo corto de tiempo, estos votantes han pasado de representar el 15% de su electorado a ser solo el 6%, una tendencia que Yolanda Díaz quiere revertir con la creación de un nuevo espacio más allá de las siglas de los partidos que lo sustentan.
Si bien los partidos son un elemento sustancial a la hora de configurar espacios ideológicos, los liderazgos también lo son. En los últimos meses de Pablo Iglesias al frente de UP, entre enero y mayo de 2021, casi la mitad del electorado lo colocaba en el espacio más a la izquierda, mientras iba perdiendo fuelle en las posiciones más moderadas. Díaz, en cambio, representa para los electores un liderazgo más transversal, ocupando un lugar más dilatado en el seno de la izquierda y con un 12% de la ciudadanía que la coloca en la posición central del tablero. Es decir, según la percepción del propio electorado, Díaz se parece más al votante medio que su predecesor.
Aunque esto no parece suficiente. Según una estimación alternativa a partir de los microdatos del CIS, sólo el 3% de los votantes de centro apoyarían la candidatura de UP en las próximas generales, 4 veces menos que aquellos que consideran que su líder (Díaz) ocupa ese mismo espacio ideológico.
Lo cual, por otra parte, significa que Sumar podría ensanchar el espacio actual de UP por ese lado. Por tanto, si el proceso de escucha que se inicia esta misma semana termina articulándose como plataforma electoral en 2023 con Yolanda Díaz a la cabeza, los retos a los que se enfrentarían son muchos y de diversa índole. Destacaría dos: el primero es que movilizar a los votantes de izquierdas sigue siendo de importancia capital. Como se puede apreciar en el gráfico anterior, la abstención es mayor entre las personas que se consideran de izquierdas (de 1 al 4) que entre aquellos que se definen de derechas (de 6 al 10). El segundo es la capacidad de la propia Díaz para aglutinar a distintas formaciones políticas en torno a su nueva candidatura. Incorporar a Más País (MP) –a pesar de las diferencias estratégicas y personales con miembros de Podemos— y a partidos regionalistas que a lo largo de los últimos años han formado parte de la izquierda alternativa (Compromís, CHA o también Equo) sin dejarse votos en el camino, como ocurrió tras la coalición entre Podemos e IU en 2016, y así optimizar el rendimiento electoral de la formación en un sistema con un serio déficit para los partidos que concentran su voto en las grandes urbes, como es el caso.
Dicho esto, sí que conviene destacar el cambio –pequeño pero significativo— que ha acompañado a Díaz desde que asumió las riendas de Unidas Podemos. Este cambio no se ha producido en las encuestas, que muestran cierta estabilidad de UP alrededor del 10-11% desde septiembre de 2020. Esto es, la dirección de Díaz no ha servido para impulsar a UP en los sondeos, a pesar de sus tasas de popularidad y conocimiento. Esto responde, en mayor o menor medida, a la falta de oficialización de la nueva plataforma electoral y a la lejanía de las próximas elecciones, previstas para finales del próximo año.
El cambio se produce en el perfil demográfico de los electores que votarían a Unidas Podemos en la actualidad. En 2021, todavía con Iglesias al frente de la coalición, los jóvenes de entre 18 y 29 años configuraban cerca del 28% de sus votantes. Dicho de otra forma, por cada 100 votantes de UP, 28 tenían menos de treinta años. Con Yolanda Díaz, en cambio, esta bolsa de votantes no llega al 17%, lo que demuestra una menor dependencia hacia este grupo de electores que, por otra parte, tienden a acudir menos a las urnas.
También se han producido otros movimientos interesantes que se pueden apreciar en el gráfico de arriba: el 62% de los que aseguran que votarían a UP actualmente están trabajando, más de 8 puntos de incremento en tan solo un año; suben otros 7 puntos entre los votantes que se consideran de clase media (la mayoría del electorado) y entre 2-3 puntos entre personas con estudios universitarios, jubilados/pensionistas o católicos.
Muchos de estos cambios se producen en grupos poblacionales amplios y no se vislumbran grandes movimientos en el consenso que muestran las encuestas, lo que significa que el electorado progresista se está reorganizando entre las filas moradas, ¿o podemos llamarle magenta?