Cañada Real
Los Reyes Magos volverán a encontrarse las viviendas de la Cañada Real a oscuras por quinto año consecutivo
La Cañada Real continúa sumida en la penumbra. Más de 4.000 personas –incluidos 1.800 niños y niñas– siguen enfrentándose a un corte eléctrico por quinto invierno consecutivo. Miles de familias deben sobrevivir en un entorno marcado por la precariedad y sin acceso a un recurso tan básico como la electricidad, esencial para cocinar, calentar sus hogares o, simplemente, iluminar sus noches. Lo que comenzó como una crisis energética se ha convertido en una emergencia humanitaria que sigue sin resolverse, a pesar de los repetidos llamados de organismos internacionales y nacionales para restablecer el suministro eléctrico.
“La situación”, comenta Jorge Martín, profesor de la Universidad Carlos III de Madrid (UCM3) y unos de los encargados del estudio Diagnóstico de los usos y necesidades energéticas de la población de la Cañada Real Galiana, “no ha cambiado absolutamente nada”. Tras más de cuatro años sin suministro eléctrico, y según datos recogidos entre 2021 y 2023, muchos hogares monitoreados han registrado temperaturas interiores inferiores a los 18 °C en pleno invierno –condiciones que comprometen seriamente la salud de sus habitantes–, lo que, en palabras de Martín, “está muy por debajo de lo que la Organización Mundial de la Salud considera un rango saludable o confortable”.
Y ahora, con la llegada del frío, es el sector V de la Cañada es quién más está sufriendo estas consecuencias. Según explica el profesor de la UC3M, en esta época, tienen “auténticos problemas de suministro”. ¿La razón? Unión Fenosa Distribución, de la empresa Naturgy, instaló un reconector –un aparato que permite regular la corriente eléctrica que se suministra a una línea determinada– cuya corriente programada es inferior a la máxima demandada. Entonces, en periodos de máxima demanda, el sector 5 tiene que autolimitarse desconectando partes del suministro para evitar que se sobrecargue el sistema.
Desde Naturgy muestran su preocupación por la situación de los vecinos de la zona, sostienen que Unión Fenosa Distribución "colabora con las distintas administraciones con competencia en materia de energía en la Cañada Real y que está a plena disposición de los afectados para asesorarles" en lo que haga falta, dicen en declaraciones a infoLibre.
Por otro lado, Unión Fenosa Distribución "ha detallado a los afectados las gestiones que tienen que realizar para contratar el suministro", sostienen. Desde la empresa energética aseguran que una vez se haya comprobado que la solicitud ha cumplido con los requisitos necesarios, se devolverá la conexión a la red de forma inmediata a los vecinos.
infoLibre se ha puesto en contacto con la Comunidad de Madrid y el Ayuntamiento de Madrid, uno de los municipios que atraviesa la Cañada, para conocer su valoración al respecto, pero no ha obtenido respuesta alguna.
Las conexiones eléctricas irregulares han sido sustituidas tras el corte por métodos improvisados: generadores de gasoil, paneles fotovoltaicos y cocinas de gas butano. Estas soluciones, además de costosas e ineficientes, no logran cubrir las necesidades básicas de las familias, generando lo se domina como "pobreza energética extrema", un fenómeno poco común en la Unión Europea por su escala y duración. Según Jorge Martín, ni los generadores ni los paneles son una solución definitiva. Por un lado, los generadores “ni son los más saludable, ni lo más aconsejable”, especialmente por el ruido, mientras que los paneles fotovoltaicos –instalados en muchas ocasiones como buenamente se ha podido– precisan de una batería externa para seguir funcionando cuando no hay luz solar. Estos factores mantienen todavía a la población de la Cañada Real en una situación de “precariedad absoluta”.
Sin luz tampoco hay salud
El problema, además, no se limita al frío. Gabriela López Neyra, coordinadora técnica y Responsable de Planificación estratégica del Grupo Sira, se percató, mientras realizaban el estudio La Cañada responde. Impactos psicosociales del corte del suministro eléctrico, del impacto de no tener luz en la vida cotidiana. “Las tareas del hogar se complican mucho más, con lo cual, la carga habitual de una casa, requiere mucha más logística y mucha más organización”, recalca. Esto no solo provoca un desgaste cotidiano, sino que también genera aislamiento y dificultad de acceso a determinados empleos.
López Neyra, además, hace referencia a una especie de “muerte civil”. En un mundo hiperconectado, la vida social se articula a través de la tecnología –redes sociales, series o participar en actividades comunes que exigen electricidad–, pero la falta de luz “va mermando la capacidad de socialización”. Señala que otro aspecto muy llamativo de esta situación es el propio desgaste de los vecinos: “La vecindad de Cañada es muy reivindicativa y tiene muy claro su derecho a la luz, pero hay un desgaste. Son muchos años y esto de alguna manera ha ido fragmentando las relaciones entre los vecinos”. El cansancio y el miedo han ido haciendo mella en el tejido vecinal y, aunque la Cañada sigo constituyendo un lugar con mucha identidad, “cada persona a nivel individual está sufriendo y cuando estás sufriendo, te cuesta más vincularte a lo comunitario”.
Como indica López Neyra, esta situación solo se ha transformado en una pérdida esperada de confianza en las instituciones y la propia democracia, sino que ha tenido impacto directo en la salud mental de los vecinos. En el estudio realizado por el grupo Sira, afirma que antes del corte del suministro eléctrico, el 11,8% de los encuestados habían necesitado atención respecto a problemas vinculados a la salud psicológica. Tras el corte, el 55% afirmaban haber necesitado atención o no haber acudido aún, pero valora que sí sería necesario en la actualidad. Este incremento viene acompañado de un aumento de los síntomas ansioso-depresivos, de tristeza y, en algunos casos, de ideación suicida.
El estudio, además, califica a los sectores afectados por el corte eléctrico de la Cañada Real como “entorno torturante”, debido a las condiciones y las prácticas ejercidas por las instituciones con un objetivo punitivo o discriminatorio. En palabras de López Neyra, la falta de luz se suma a la criminalización de los vecinos, la violencia administrativa y la exclusión social, lo que dificulta la vida de las personas.
Europa ha respondido, pero, ¿España?
Este mes de noviembre se conocía que el Consejo de Europa condenaba a España por dejar sin electricidad a la Cañada Real, vulnerando los derechos de vivienda, salud y protección contra la pobreza de las más de 4.000 personas que allí habitan. Una resolución que se ha hecho esperar más de un año y cuya reclamación estaba firmada por más de 50 organizaciones.
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Según Javier Rubio, abogado y miembro de la Plataforma Cívica Luz Ya, esta resolución, llega tras varias reclamaciones emitidas por el Defensor del Pueblo (en 2020, 2021 y 2022) en las que se insta firmemente a las administraciones, empezando por la Comunidad de Madrid, a garantizar el suministro eléctrico en condiciones dignas. Estas han sido, sin embargo, ignoradas sistemáticamente.
Para Rubio, la posición que toma el Consejo de Europa, “es una declaración judicial del más alto nivel en materia de derechos humanos en Europa”. Esto, a su parecer, debería conllevar un plan de actuación por parte de las instituciones, aunque el pronunciamiento ya es significativo en sí mismo, ya que declara “a las autoridades españolas fuera de la ley europea de derechos humanos y avala todas las denuncias presentadas por la población y las organizaciones”.
Aún así, la pregunta sigue siendo la misma: ¿cuánto tiempo más tendrán que esperar los vecinos de la Cañada Real para poder volver a vivir con dignidad?