Yo niego la realidad. Yo impondré otra realidad a sangre y fuego
Esa es la conclusión a la que podemos llegar los ciudadanos después de escuchar las declaraciones de un candidato a la presidencia del Gobierno en un programa que se dedica a diario a retransmitir en directo la mugre social que nos rodea, bazofia pura que se autodenomina periodismo y que es pornografía de la desgracia ajena.
Derogaré la ley trans, no me importa que miles de ciudadanos tengan esa opción personal y sexual, no me importa si sus vidas vuelven a ser infiernos personales ante la falta de ayuda por parte de las instituciones, por falta de normalización social, no me importa que vuelvan a las cavernas, total, como son raros, extraños, si es preciso ya volveremos a la Inquisición.
Derogaré la reforma laboral que se ha pactado entre sindicatos, empresarios y gobierno. No me importa que el consenso haya sido norma entre ellos y que gracias a ello se haya procurado mejor empleo, mejor producción, paz social. Yo seré quien mande y lo que piensen los rojos de los sindicatos me importa un comino, ya me arreglaré con los míos.
Hay que votar, que cada uno vote lo que le dicten su corazón y su cabeza. Hay que votar pensando en el bien de la mayoría. Nadie puede obligarnos a votar a alguien que no nos gusta, pero antes de votar miremos a nuestro alrededor
Derogaré la Ley de la Memoria Histórica y si no haré como mi Master Rajoy, con no poner ni un duro... Total, son cuatro republicanos que quieren remover el pasado. A mí no me importa que nietos y algún hijo, ya pocos, quieran enterrar a sus muertos con decencia, porque nosotros a los nuestros ya los enterramos bien.
No habrá Ministerio de Igualdad, para qué, que las feminazis se apañen, no son más que unas b... que quieren ser como los hombres y que se les trate con dignidad, con respeto, con igualdad de salarios, que se vuelvan a poner la mantilla y vayan a la iglesia después de limpiar su casa, eso es lo que tienen que hacer.
Y así podríamos seguir con aquellas promesas de bajar impuestos, mejorar servicios públicos, impulsar los territorios, cuidar el medio ambiente (siempre que no vuelvan aquellos hilillos de plastilina que tanto mal nos dieron).
Hay que votar, que cada uno vote lo que le dicten su corazón y su cabeza. Hay que votar pensando en el bien de la mayoría. Nadie puede decirnos, obligarnos a votar a alguien que no nos gusta, pero antes de votar miremos a nuestro alrededor y miremos detenidamente la realidad. Negarla es volver a una dictadura.
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Araceli Cucalón Cases es socia de infoLibre.