Ridículo antidemocrático
Hace unos días, Pedro Sánchez, candidato socialista a la investidura, fue investido presidente del Gobierno con 179 votos a favor, mayoría absoluta, pero eso para una derecha antidemocrática como la que tenemos actualmente, que no sabe perder y no respeta ninguno de los valores que la democracia lleva consigo, no es suficiente para dejar de hacer el ridículo más esperpéntico y antidemocrático de cara al resto del mundo que está observando el devenir político de nuestro país tras el resultado electoral del 23 J .
Esta derecha ridícula e irracional antes, durante y después de la sesión de investidura que argumenta sus discrepancias con irracionalidades, falacias cargadas de un talante antidemocrático y de odio y crispación, alentando algunos de sus dirigentes a la ciudadanía a volver a épocas pasadas dictatoriales y permitiendo con su silencio o empujando a que se realicen actos punibles y que deben ser condenados y castigados pues quieran o no quieran existen leyes que no permiten esas acciones .
Pero no solo es la derecha más antidemocrática la que hace el ridículo; por desgracia, algún dirigente de izquierda, con su soberbia y egolatría, pretende imponer su criterio irracional de que no hay cambio si no están ellos gobernando
Es kafkiano ver cómo toda una presidenta de una comunidad autónoma insulta al presidente del Gobierno y después, de forma ridícula, riéndose de los valores propios de la democracia, se ríe descarada y cínicamente de la ciudadanía en sus propias narices justificando, cuando ya no tiene excusas, que "se lo merece". Es kafkiano observar cómo el jefe de la oposición se acerca al ganador de la investidura y nuevo presidente del Gobierno y, en vez de felicitarlo, hace el ridículo más antidemocrático y le amenaza y culpabiliza de que la democracia exista. Son de un ridículo antidemocrático las protestas de asociaciones empresariales, judiciales y la iglesia a la ley de amnistiá reconociendo que no la han leído pero que “seguro” que quita igualdad y libertad.
Es preocupante y demuestra el grave ridículo antidemocrático que hacen cientos de manifestantes que, utilizando de forma irracional su derecho a manifestarse y su derecho a la libertad de expresión, critican a un gobierno elegido democráticamente indicando que es una dictadura a la vez que enarbolan signos franquistas, cantos de la dictadura genocida y proclaman vivas y rezan con rosarios por una España nacionalcatólica y fascista, levantando la mano al estilo del nazismo. Y si eso fuera poco, más ridículo antidemocrático son los comunicados de algunas asociaciones militares y de la guardia civil que incitan al golpismo y a fusilar a sus contrarios para llenar nuevamente las cunetas. Y lo peor es que estas proclamas son aplaudidas de manera directa por algunos partidos, que deberían ser ilegalizados, y con el silencio de unos dirigentes, de manera directa o indirecta, del partido mayoritario de la oposición.
Es ridículo hablar de golpe de Estado cuando se ha elegido democráticamente y decir que se busca libertad atacando todos los principios de los valores democráticos y atacando las sedes de aquellos partidos que son contrarios a su dictadura y a los miembros y familiares de todos aquellos que han votado a favor de continuar con la democracia y sus valores, como se reafirmó en el lugar de la soberanía nacional: las Cortes, con los 179 votos a favor. Por desgracia estamos observando cómo se está destruyendo la democracia, cómo se mira hacia otro lado sobre su destrucción no dando la verdadera importancia a la exaltación de los símbolos franquistas, al aumento del fascismo y nazismo, a cómo se destruye y ataca los valores democráticos, cómo se irracionaliza una ley de amnistiá que aún no se ha aprobado ni discutido en las Cortes y, lo peor, cómo la institución más representativa de nuestro país, ante el ataque tan grave a la democracia y a su convivencia no dice nada, ni responde como hizo en octubre del 2017.
Pero no solo es la derecha más antidemocrática la que hace el ridículo; por desgracia, algún dirigente de izquierda, con su soberbia y egolatría pretende imponer su criterio irracional de que no hay cambio si no están ellos gobernando. Cierto es que algunos de estos dirigentes han sido vapuleados irracionalmente y no se les ha agradecido lo mucho que han hecho, pero, cuando se ve que la ciudadanía de izquierda quiere unión, intentar dividir, solo por mantener un ego y un estatus político y más cuando estos dirigentes con sus posicionamientos están disgregando y partiendo la unidad de la izquierda y la de sus mismos militantes y simpatizantes, roza su empecinamiento el ridículo antidemocrático por las formas y el momento tan grave que la democracia está viviendo con el resurgir del fascismo del PP y Vox y otros partidos y que lo que se necesita en estos momentos es la cordura y la unión, y no que se dé prioridad al egolatrismo.
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Ximo Estal es socio de infoLibre .