Ignacio Ellacuría, teólogo y filósofo de la liberación Juan José Tamayo
Bildu y un cisne rojo
Julio del 36 fue un golpe de Estado; el franquismo, una dictadura; el terrorismo, fue terrorismo, cita José Luis Rodríguez Zapatero. Y así es como Pello Otxandiano ha reventado su campaña recordando lo que habíamos olvidado. La necesidad de que nombren a las cosas por su nombre. La condena expresa de los dirigentes de EH Bildu en Madrid, desde Oskar Matute a Maite Aizpurua, extendió la idea de que el burdo zigzagueo para no reconocer la violencia de ETA pertenecía al pasado. El dirigente vasco volvió a “las violencias”, los GAL, un “ciclo político”, la tortura policial y el batiburrillo infame que justifica el terror por un contexto político.
La campaña sufría una somnolencia extraña. El PNV jugándose por primera vez la hegemonía a favor de la izquierda abertzale y el ánimo de la opinión pública a otra cosa. El cisne negro, el impacto de lo improbable, ha saltado en campaña con la sombra roja de ETA. El cisne rojo de Otxandiano resistiéndose a reconocer que fueron una banda terrorista. Esa elección, con el riesgo que supone en campaña, es dura y es cobarde.
Es cierto que la sociedad vasca está a otra cosa. El debate electoral en EITB, un día después del “¿Qué es terrorismo hoy en día?” de Otxandiano, sucedió sin bronca y apenas salió el tema. La confrontación fue de modelos. Se habló de la falta de vivienda para los jóvenes vascos, las listas de espera sanitarias, de los problemas de los jóvenes, la transformación de la industria, la calidad del empleo… dos horas de puro contenido donde se zafaron poco. Ni siquiera el candidato del PP, Javier de Andrés, cumplió con lo que se esperaba de él desde Madrid. No agitó el fantasma de una ETA desaparecida, ni invocó al sanchismo, ni habló de golpes de Estado y otras proclamas incendiarias de Génova 13. Fue un candidato vasco defendiendo su modelo de País Vasco. Como todos los presentes.
Sin reconocer que ETA mató, no hay reparación. Ni hay tránsito posible. Y es responsabilidad de los dirigentes de EH Bildu enviar un mensaje nítido a ese resto de nostálgicos de ETA que, como los defensores de la dictadura, mitifican años de terror
Por dolorosos que sean los años de ETA, es una buena noticia que la izquierda abertzale forme parte del sistema de representación parlamentaria. Se lo pidió el PP, el PSOE, la sociedad española. Del bloque de investidura –en el que está todo el bloque parlamentario menos PP y Vox, el "todos los votos, todo el tiempo"– son el único grupo que no ha negociado leyes a cambio de otras contrapartidas. Lo hizo con las pensiones, el SMI, la ley de vivienda…
Hacen política en el Congreso y una parte importante de la sociedad vasca va a votarles. Por eso EH Bildu no puede seguir hablando en dos idiomas. El de la democracia representativa y un lenguaje con subtítulos, a veces subliminal, otras explícito, donde no menciona a ETA por no ofender. ¿A quién? A los terroristas, a los verdaderos dirigentes, a una visión evasiva del terror. A estas alturas, ya es hora de que se sacudan del todo la falacia del conflicto político. Por lo mismo que EH Bildu está haciendo ahora –presentarse a unas elecciones, defender unas ideas, a un partido…–, por eso mismo, ETA asesinó a políticos, profesores, escoltas... Sin reconocer que ETA mató, no hay reparación. Ni hay tránsito posible. Y es responsabilidad de los dirigentes de EH Bildu enviar un mensaje nítido a ese resto de nostálgicos de ETA que, como los defensores de la dictadura, mitifican años de terror.
Sí, una mayoría de la sociedad vasca ya ha pasado página. Pero eso no implica que EH Bildu se salte ese tramo pendiente. Falta que lean esa misma página, sin reescribir la historia de ETA, sin añadir más dolor al dolor de las víctimas. Llamar a las cosas por su nombre. Y cuando lo hagan, será de nuevo triunfo de todos.
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