Ataques en Magdeburgo: la cautela como arma Ruth Ferrero-Turrión
Igualdad de género: la asignatura pendiente en la lucha por los derechos de las mujeres
En pleno siglo XXI, el mundo sigue siendo un lugar hostil para las mujeres. La igualdad de género, a pesar de décadas de luchas, sigue siendo una meta lejana. Las mujeres continúan enfrentándose a un sistema que las considera ciudadanas de segunda clase, un sistema en el que la desigualdad es estructural.
Esta desigualdad es evidente si la mirada es a nivel global, y no muy distinta si hablamos de Europa y España. La realidad es que las mujeres sufren, sufrimos, de forma más intensa las crisis actuales. La emergencia climática, la brecha digital y la violencia de género no hacen otra cosa que agravar las desigualdades.
El cambio climático es un claro reflejo de las injusticias sociales y económicas que laten en nuestro modelo de desarrollo. Las consecuencias del calentamiento global no se distribuyen de manera equitativa: profundizan las brechas existentes y ponen de manifiesto esas estructuras de poder que perpetúan la desigualdad. La desigualdad entre los que más tienen y los que menos, las desigualdades entre el Norte y el Sur global y, por supuesto, las desigualdades entre hombres y mujeres.
Las mujeres siguen sufriendo doble discriminación mires donde mires, y puede llegar a ser triple si sumamos, además, raza, origen, etnia u orientación sexual. La violencia contra las mujeres sigue siendo una pandemia global. Según datos de ONU Mujeres, desde que empezó la guerra en Gaza han muerto más de 10.000, y más de un millón de mujeres y niñas palestinas sobreviven sin apenas alimentos ni agua.
El informe ‘El progreso en el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible: Panorama de género 2024’, presentado en septiembre por ONU Mujeres y el Departamento de Asuntos Económicos y Sociales de Naciones Unidas, tampoco permite ser muy optimista, los avances en igualdad de género a nivel mundial son escasos. Aunque se han logrado algunos progresos, la brecha sigue siendo alarmante. Se proyecta que la paridad de género en los parlamentos no se alcanzará hasta 2063, y tardaremos 137 años en eliminar la pobreza entre mujeres y niñas. Estas cifras sonrojan y exigen no sólo acciones urgentes, también contundentes.
Este informe destaca, por ejemplo, que en el ámbito tecnológico la brecha digital entre hombres y mujeres supone otra capa de desigualdad. El acceso a internet y dispositivos móviles es inferior en las mujeres, lo que limita sus oportunidades educativas, laborales y de participación social. Esta realidad tiene un impacto económico devastador, especialmente en los países en vías de desarrollo. El mundo digital, aunque ofrece nuevas oportunidades como el emprendimiento y la educación a distancia, también plantea desafíos: ciberacoso, violencia de género online y la discriminación algorítmica son solo algunos ejemplos.
Si hablamos del mercado laboral, aunque las mujeres participan más que nunca, siguen ganando menos que los hombres y ocupan empleos precarios y peor remunerados.
En España, si le echamos un ojo a los datos sobre brecha laboral, es cierto que ha habido un avance significativo. Según datos de FUNCAS, las mujeres están cada vez más presentes en puestos de alta cualificación y han aumentado el número de contratos a tiempo completo, pero, aunque se ha reducido, persiste una brecha salarial entre hombres y mujeres, y las mujeres siguen siendo mayoría en sectores más precarizados.
Lo que está en juego es mucho más que la igualdad, que no es poco. Es nuestra supervivencia. Un mundo que deja atrás a sus mujeres no solo es injusto, es además insostenible
Las mujeres reciben pensiones más bajas que los hombres debido a factores como la interrupción de la carrera laboral por cuidados y la menor remuneración a lo largo de su vida laboral; y suelen asumir la mayor parte de las tareas de cuidado no remuneradas, lo que limita sus oportunidades laborales y educativas, y las expone a mayores riesgos en situaciones de emergencia climática.
En el sistema educativo también se mantienen desigualdades significativas en el acceso o en la elección de estudios. Un caso clarísimo es la brecha de género en las carreras STEM, y eso se verá reflejado no sólo en las carreras profesionales de las mujeres, también en ese mundo de la IA y la robótica que se está diseñando, donde si no cambiamos el rumbo la visión de las mujeres y la perspectiva de género serán inexistente.
En España, según el informe de ESADE “Mujeres en STEM. Desde la educación básica hasta la carrera laboral”, publicado en marzo de 2024, las niñas presentan una probabilidad un 15% menor de elegir matemáticas como su materia preferida, y cuando llegan a la universidad las mujeres no llegan al 50% del total de personas matriculadas en grados STEM. Especialmente baja y preocupante es en las formaciones relacionadas con la informática, donde las mujeres no superan el 13%.
Si hablamos de violencia de género, en España 37 mujeres han sido asesinadas por sus parejas o exparejas en lo que va de año. Las cifras son escandalosas.
Por último, en la lucha contra el cambio climático, las mujeres siguen estando subrepresentadas en los espacios de toma de decisiones, tanto a nivel local como global. Esto limita su capacidad para influir en políticas que afectan directamente sus vidas y las de sus comunidades. No se puede enfrentar una crisis de esta magnitud sin integrar a más de la mitad de la población en la toma de decisiones.
En definitiva, las mujeres seguimos sufriendo los mismos problemas con mayor o menor intensidad, pero los mismos. Los más visibles como son la pobreza o la violencia en todas sus formas, pero también de una forma más sutil: no dejándonos participar en los espacios de poder y de decisión, haciéndonos luz de gas o intentado tutorizarnos como si necesitásemos que una mente superior nos iluminase el camino o, directamente, invisibilizando nuestras voces en foros y debates.
Lo que está en juego es mucho más que la igualdad, que no es poco. Es nuestra supervivencia. Un mundo que deja atrás a sus mujeres no solo es injusto, es además insostenible. Si queremos realmente construir una sociedad más equitativa, si queremos enfrentar la crisis climática, debemos dejar de ver a las mujeres como víctimas pasivas y reconocerlas como las líderes que son. Sin ellas, no habrá futuro.
La igualdad no puede seguir esperando, porque la historia nos ha demostrado a las mujeres que cada paso que damos corremos el riesgo de volver tres hacia atrás, no hay más que ver los retrocesos que plantea la ultraderecha europea, sin rastro de políticas que promuevan la igualdad real o dificultando el ejercicio de un derecho tan básico como es el derecho al aborto.
No vivimos momentos nada fáciles, pero no vayamos a volver a decirle a las mujeres que “estas cosas de la igualdad, quizás para más adelante”.
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Estefanía Suárez es experta en Sostenibilidad Ambiental y colaboradora de la Fundación Alternativas
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