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El pretexto de la España rota

Usando la terminología que ha impuesto Podemos, hay tres vías mediante las cuales el PSOE puede intentar formar Gobierno: la vía 130 (PSOE y Ciudadanos), la vía 161 (PSOE, Podemos e IU) y la vía 191 (PSOE, Ciudadanos y Podemos).

Las dos primeras vías requieren la abstención de otros partidos: la vía 130 requiere necesariamente la abstención de Podemos y de los partidos nacionalistas vascos y catalanes (o, alternativamente, la del PP). A su vez, la vía 161 requiere, como mínimo, el voto a favor de algún partido nacionalista (el PNV) y la abstención de los nacionalistas catalanes.

El PSOE ha optado por la vía 191, pero esta se ha mostrado inviable, pues Podemos no quiere entrar en un pacto de Gobierno con Ciudadanos.

Llegados a este punto, ¿cuál es la razón que esgrime el PSOE para no avanzar por la vía 161, la de un Gobierno de izquierdas? Pedro Sánchez y otros muchos dirigentes socialistas lo han explicado en innumerables ocasiones durante estas semanas de negociaciones: el partido socialista no puede gobernar con la abstención de partidos que buscan la secesión y por tanto la ruptura de España.

El origen de este rechazo a formar Gobierno gracias a la abstención de partidos independentistas como Esquerra o Democràcia i Llibertat (antigua CiU) puede encontrarse en la resolución del Comité Federal del PSOE adoptada el 28 de diciembre de 2015, en la que se dice lo siguiente:

“Esa responsabilidad y ese interés general hacen que rechacemos, de manera tajante, cualquier planteamiento que conduzca a romper con nuestro ordenamiento constitucional y que amenace así la convivencia lograda por los españoles durante estos últimos 37 años. La autodeterminación, el separatismo y las consultas que buscan el enfrentamiento sólo traerán mayor fractura a una sociedad ya de por sí divida. Son innegociables para el Partido Socialista y la renuncia a esos planteamientos es una condición indispensable para que el PSOE inicie un diálogo con el resto de formaciones políticas”.

Como bien se sabe, esta fue la “línea roja” que impusieron Susana Díaz y los demás barones territoriales que se posicionan en contra del actual secretario general del partido, Pedro Sánchez. Sánchez, por su parte, parece haber asumido completamente esta limitación, pues ha repetido este argumento cuantas veces se le ha preguntado.

Me gustaría argumentar a continuación que este planteamiento carece de sentido político y no es más que una mala excusa para que el PSOE no intente formar un Gobierno a la portuguesa, es decir, un Gobierno de izquierdas, que, como bien se sabe, es el Gobierno que cuenta con mayor apoyo en la opinión pública (y entre los propios votantes del PSOE).

En primer lugar, la vía 161 tan solo requiere la abstención de los partidos que defienden la independencia de Cataluña (basta con el voto afirmativo del PNV). Estos partidos pueden decidir abstenerse sin pactar un acuerdo de Gobierno con PSOE y Podemos. Su abstención significaría simplemente que prefieren el Gobierno de izquierdas a un Gobierno de derechas (doctrina del mal menor).

En segundo lugar, la abstención de estos partidos no genera obligación alguna para el PSOE. Si los partidos que abogan por la independencia de Cataluña se abstienen, el PSOE no adquiere por ello un compromiso de celebración de un referéndum. De hecho, la abstención se puede producir sin que el PSOE llegue a sentarse en una mesa negociadora con los partidos independentistas.

En tercer lugar, que los independentistas se abstengan no desnaturaliza ideológicamente el posible pacto de Gobierno con Podemos. Que Democràcia y Llibertat sea un partido de centro derecha y se abstenga no implica que un Gobierno PSOE-Podemos-IU deje de ser un gobierno de izquierdas; implica solamente que aquel partido no pone obstáculos para la formación del Gobierno de izquierdas.

En cuarto lugar, parece un tanto artificial el “cordón sanitario” en torno a partidos como ERC y DyL cuando el PSOE formó Gobierno en España en 2004 con el voto a favor de Esquerra y el PSC gobernó en Cataluña con este mismo partido durante la época del tripartito. Esquerra, recuérdese, siempre ha defendido la independencia de Cataluña, no es cosa de ahora. ¿Acaso el Gobierno de la primera legislatura de Zapatero no era socialdemócrata por contar con el voto a favor de ERC?

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En quinto lugar, cabe preguntarse por la justificación última de la postura excluyente que adopta el PSOE. El PSOE siempre se ha caracterizado por intentar integrar a los nacionalistas en el sistema constitucional español, no por excluirlos. La exclusión era, hasta el momento, la respuesta del Partido Popular. Negándose en rotundo a establecer una relación política con los partidos independentistas, el PSOE se aproxima peligrosamente a las tesis del PP y traiciona una larga trayectoria en la que se sostuvo que todo era defendible y planteable siempre y cuando no hubiera violencia política. Defender la independencia de un territorio no es un crimen político.

En sexto lugar, el PSOE, si llega al poder, pretende aprobar una reforma constitucional que transforme España en un auténtico sistema federal. La intención me parece loable, ¿pero acaso piensa el PSOE que podrá hacerlo sin sentarse a hablar con los partidos independentistas, sin negociar con ellos? ¿Se resolverán los problemas territoriales en España dejando fuera de la reforma constitucional a los partidos que hoy defienden la independencia? Si la respuesta es negativa, ¿cómo puede entonces justificarse que el PSOE se niegue a formar un Gobierno de izquierdas con la abstención de los partidos independentistas?

La resolución del Comité Federal impidiendo el Gobierno de izquierdas con la excusa de que no se puede aceptar la abstención de los partidos independentistas no tiene fundamento y va contra la tradición ideológica del PSOE. Parece una estratagema para que el PSOE, una vez más, se desentienda de la demanda mayoritaria de sus propios votantes, que es, no lo olvidemos, un Gobierno de izquierdas.

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