Cultura
La librería con escoltas
Lortu dugu, que en euskera significa Lo hemos conseguido. Ese fue el texto de la pancarta que la plataforma Gesto por la Paz lució en su concentración del 22 de octubre de 2011, dos días después de que la organización terrorista ETA anunciara el cese definitivo de su actividad armada. No hablaban de la policía, ni de los partidos políticos, sino de "toda la sociedad". "Un destacado lugar deben ocupar", decían en el comunicado leído entonces, "las personas que rompieron con el miedo", las que "se convirtieron en un punto de resistencia a la barbarie". A ellos homenajea el documental Lagun y la resistencia frente a ETA, dirigido por Belén verdugo y guionizado por José María Izquierdo y Luis R. Aizpeolea. Lo hacen tomando como hilo la historia de la librería Lagun, en Donostia, pero miran un poco más allá para atender a colectivos como el ya mencionado, a las asociaciones de víctimas, al periodismo o a las vivencias de los escritores.
"Cuando hicimos El fin de ETA", explica Izquierdo recordando su documental anterior, también junto a Aizpeolea, "nos faltó una pata, que era la de la resistencia civil. Aunque la mencionábamos, se quedaba cojo". Eso, unido a que en 2018 la librería cumplía medio siglo, prendió la mecha de esta segunda película, que se estrena este miércoles en la Seminci de Valladolid. Para ella, han contado con Ignacio Latierro, cofundador de Lagun junto a José Ramón Rekalde y María Teresa Castells. Andrés Rekalde, hijo de la pareja, contribuye a reconstruir una memoria que corre el riesgo de perderse. "Estas cosas hay que contarlas lo antes posible, antes de que se enquiste", urge el periodista y guionista. "Lo que nos llama la atención es el silencio. Pasó con el franquismo y aquí estamos, discutiendo por los huesos del dictador. Es muy importante hablarlo ahora, aunque cueste".
Lagun, tal y como lo expone el documental, es el ejemplo de una izquierda militante que luchó primero contra el franquismo y, en democracia, contra ETA. "Éramos un grupo de gente joven que en San Sebastián empezábamos a interesarnos por la cultura", recuerda Latierro en la cinta. "Algunos empezábamos a tener inquietudes políticas, otros, como José Ramón y María Teresa incluso habían pasado por la cárcel". Rekalde —hijo— cuenta cómo sus padres empezaron en el Felipe, Frente de Liberación Popular, una organización de corte marxista pero alejada de las posturas soviéticas, una militancia que les llevó a prisión: él, años; ella, meses. Castells acumularía otras detenciones, como aquella por hacer de piquetera en la huelga general de 1973. Los viajes a Bayona, en busca de los libros prohibidos que venderían luego en la trastienda, se alternaban con la acogida de escritores antifranquistas: Lagun no tardó en ser uno de los centros de la lucha contra el régimen. De ahí les vino el primer ataque, el de los Guerrilleros de Cristo Rey, que colocan una bomba en el escaparate.
Adiós a la violencia revolucionaria
"En los atentados me preguntaba por qué eligen a esta gente", dice el escritor Ramon Saizarbitoria, que formaba parte, en sus propias palabras, de "una cultura más abertzale". Cuando en 1975 murió Gabriel Aresti, recuerda, "el gran poeta", autor del poemario Harri eta herri y una figura esencial para el nacionalismo de izquierda, Lagun le dedicó un escaparate entero, "lo que no era normal entonces ni tampoco ahora". Ese mismo año, continúa el escritor, cuando fueron fusilados Juan Paredes Manot, Txiki, y Ángel Otaegi, miembros de ETA, cerraron en señal de protesta, "y cerraron solo dos o tres establecimientos en la parte vieja". "Entonces ¿por qué, por qué atentaron?", se pregunta. Responde, en parte, Izquierdo: "Ellos veían que lo que podría ser una salida en otros países, la guerrilla, no tenía nada que ver con lo que pasaba en el País Vasco. Tenían claridad de pensamiento y una ideología muy clara". Con el tiempo, esa testarudez se convirtió en el símbolo de una resistencia a los planteamientos de ETA desde la izquierda.
El documental se ocupa del proceso por el que un antifranquismo que había celebrado los atentados contra Carrero Blanco y Melitón Manzanas se opusieran pronto a la lucha armada. "En un primer momento, ya muerto Franco, no se tenía confianza en el Gobierno de Madrid, y se veía a ETA como una resistencia que podía ser útil", explica Izquierdo. Él mismo cita las palabras de Roberto Lertxundi, que dejó pronto su militancia en ETA, durante la etapa estudiantil, para formar parte del Partido Comunista de Euskadi, del que fue secretario general. Ya en 1978, la organización convocó una manifestación contra la banda terrorista en Portugalete, en la que se considera una de las primeras muestras públicas de repulsa frente a ETA, que esa mañana había asesinado al periodista José María Portel. "Yo que he estado en comisaría", dice el dirigente, "que me han torturado, que he estado en comisiones, que he hecho huelga, ¿van a venir cuatro piraos a secuestrarme la democraciapiraos ? Esa es la dignidad del militante".
Cuando, en 1983, Antxon Tolosa muere mientras manipulaba un explosivo, y se convoca una huelga en la parte vieja de Donostia, Lagun decide no echar el cierre. "Los tres o cuatro que cerramos con el proceso de Burgos [juicio sumarísimo en 1970 contra 16 miembros de ETA], somos los tres o cuatro que nos negamos a seguir esa consigna". Llegan las pintadas. Y seguirían hasta los noventa, cuando rompen el escaparate para quitar de allí el lazo azul que habían colocado en apoyo a Gesto por la Paz, que ya había comenzado su andadura. En la peor época, los clientes más fieles de la librería eran los escoltas de los libreros. En 1995, sufren un ataque con pintura roja y amarilla que, sospechan, viene de Herri Batasuna. En la Nochebuena de 1996, con el mismo método, unos encapuchados destrozan la librería. Los libreros temen el cierre, pero hay sorpresa: los lectores corren a comprar los libros manchados con pintura. "Le pedí a mi madre que fuera y comprara alguno de los libros deteriorados", recuerda el escritor Fernando Aramburu, "pero mi madre llegó tarde". Algo estaba cambiando.
Una transformación desde la calle
Lo que estaba cambiando era, en parte, Gesto por la Paz, una plataforma que empieza a moverse en 1985 para generar movilización ciudadana contra la violencia. Isabel Urkijo y Jesús Herrero, dos de sus fundadores, recuerdan que al principio eran concentraciones simbólicas, de 15 minutos, que congregaban de dos o tres a cientos de personas. En las pancartas, lemas sencillos: "¿Por qué no la paz? Únete". Y una idea: había que manifestarse por todas las muertes, las provocadas por ETA, pero también por los GAL y otros grupos, incluso las que se producían cuando los terroristas iban a cometer un atentado. "No se puede negar que entonces [con estos últimos] la gente que acudía a las manifestaciones era menor", señala Urkijo. Plantarse en esas primeras concentraciones no era poca cosa: "Te retratabas frente a tu comunidad como que estabas en contra de la violencia, de la violencia de ETA o de la que fuera... aunque la gente que te iba a señalar te iba a señalar solo por estar en contra de la violencia de ETA".
El documental incide en que la resistencia civil frente a ETA vino desde distintas ideologías, tanto de la izquierda como de la derecha. "Gesto por la Paz", insiste José María Izquierdo, "ha sido una organización de izquierdas desde que nació, cercana al PSE y a Euskadiko Ezkerra. Otra cosa es ¡Basta ya! o los recorridos personales de cada uno, que son variados". En el documental participan también Fernando Savater, uno de los promotores de esta última organización, o Consuelo Ordóñez, actual presidenta del Colectivo de Víctimas del Terrorismo. "Lo cierto es que todos resistieron frente a ETA a pie firme", dice el periodista y guionista, "y esto es lo que nos parecía que no había contado nadie". Lo dice también Letxundi al final del documental: "Con ETA no ha acabado solo la policía, como dicen algunas formaciones políticas, con ETA ha acabado el aislamiento".
¿Y cómo pudo producirse este cambio en el discurso social? "Lo que va pasando es un hartazgo", lanza Izquierdo, "y un desestimiento de la gente". Conforme aumentan las víctimas mortales, y comienzan a formar parte de la lista civiles y políticos de muy distinto signo, la idea de una violencia revolucionaria justa se desvanece. "¿Qué sentido tenía matar a un periodista o a un taxista porque fuera del PP? Llegó un momento en el que no cabía un muerto más". Si el terrorismo rompió a la sociedad vasca, como insisten varias voces a lo largo del documental, recomponerla será un proceso largo. "Maixabel Lasa", dice Izquierdo recordando a la viuda de Juan Mari Jáuregui, asesinado por ETA en el año 2000, "se preguntaba, sobre lo de conversar con los asesinos [en la vía Nanclares]: ¿esto lleva a algo? Yo no sé si sirve para algo, en sentido práctico, pero es un paso". Eso espera ser el documental, que espera llegar pronto a las cadenas que han contribuido a su producción, TVE y ETB. Y a aquellos quelo consiguieron.