La solidaridad humana: la intrahistoria de esta historia

Teresa Franco (FMD)

Hace unos días subí removida a un autobús rumbo a la estación de tren. Contaré más adelante por qué. Es la intrahistoria de esta otra historia. Un billete de alta velocidad con destino a Madrid aguardaba en mi bolso. Tenía que llegar a tiempo a la conmemoración del vigésimo aniversario de la Asociación Unificada de Militares Españoles, (AUME). Sólo veinte años de vida tiene el asociacionismo militar profesional en España y sus comienzos han estado llenos de persecuciones hacia sus miembros fundadores y activistas por mandos con estrechez de mente. Mi deseo al soplar las velas de este cumpleaños era el de normalización, aceptación y altura de miras en el presente y futuro para su correcto funcionamiento en el engranaje de la maquinaria democrática.

Allí me reuní con quienes fueron, y lo serán siempre en mi corazón, compañeros en la lucha por la consecución y mantenimiento de los derechos fundamentales, laborales, sociales y económicos de quienes trabajan en las Fuerzas Armadas vistiendo el uniforme. Estaban presentes quienes hicieron posible en España que el asociacionismo militar sea un derecho en vez de un delito y, ¿quién sabe?, quizá también quienes consigan más adelante el de sindicación en los ejércitos. ¿Por qué no? Toda posibilidad hoy puede ser una realidad mañana. Nos rodean ejemplos que lo demuestran.

Mi excitación por este viaje era evidente porque formé parte de la AUME durante varios años representando a las mujeres militares en dicha asociación. España, una democracia ejemplar para muchos pueblos, en mi opinión, no da a conocer lo suficiente la existencia de organizaciones que la mejoran. AUME es una de ellas.

Trabajando codo con codo con quien fue su primer presidente, Jorge Bravo, y también con su actual secretario general, Iñaki Unibaso, amén de compañeros como Mariano Casado, Oscar Tordesillas, Miguel López, Fidel Gómez, Iván Alcántara y tantos otros que dejo en el tintero simplemente por cuestiones de espacio, aprendí a trabajar en equipo y en un ambiente agradable por una causa noble, de justicia e igualdad. Las voces de compañeras de diferentes acuartelamientos que estaban sufriendo acoso laboral y/o sexual mientras políticos de gran relevancia negaban que existiera el sexismo, necesitaban ser escuchadas.

Y eso hicimos, poner en la agenda política de este país el abuso de poder, denunciarlo, compartirlo. Y por ello fuimos perseguidos incluso con privaciones de libertad en plena democracia, por un activismo absolutamente justo y, un “pequeño detalle”, legal. Aprendimos a elevar quejas y buscar soluciones.

Se han conseguido cambios normativos y sociales y hay relevo para seguir haciéndolo. Aquellos compañeros ayer hoy son amigos y hermanos. Y amigas y hermanas las mujeres valientes que se suman al activismo asociacionista militar desde todas las perspectivas. Desde aquí un saludo a todas y en especial a Lola, Gema, Myriam, Marta… qué maravilla, las mujeres unidas.

Era lacerante saber que esta anciana era un ser completamente dependiente que sin los cuidados de alguien moriría

Parecerá una perogrullada, pero debemos conocer de dónde venimos para comprender dónde estamos y adónde queremos llegar porque esto va de metas. Jorge Bravo lo ha dejado escrito en su artículo La AUME cumple 20 años: La transformación social no es un fenómeno espontáneo, sino el resultado de acciones deliberadas”. Esa excitación de la que hablaba, ese apasionamiento por conmemorar veinte años de historia, de acciones deliberadas para cambiarla y por el reencuentro mismo no dejó en ningún momento de acompañarme, pero la intrahistoria en esta historia de la que deben ser muy conscientes cargos políticos y militares para ir implantando los avances que se consiguen y velar por su cumplimiento y cuidado, sucedió en aquella parada de autobús de mi pueblo donde empezaba el viaje que paso a relatar. En mi ser se instalaron otras emociones y pensamientos que se me han calado en los huesos estos días.

La estampa me sobrecogió. Sentada en una silla de ruedas había una señora muy mayor, muy arrugada, posiblemente centenaria. Su cuerpo estaba curvado hasta el punto de que la cabeza le rozaba las rodillas. Además, estaba un poco ladeada y parecía que podía caerse de un momento a otro, como si la tierra la estuviera esperando y ella no sólo lo supiese, sino que buscaba ese encuentro. Le pesaba la vida. Me punzó el alma el significado de la palabra vulnerabilidad. Su hiriente fragilidad. Era lacerante saber que esta anciana era un ser completamente dependiente que sin los cuidados de alguien moriría. Necesitaba unas manos que cocinaran para ella, que la alimentaran, la asearan, la vistieran y desvistieran, la acostaran y levantaran. Necesitaba una voz que le hablara con cariño y la mayor de las delicadezas aunque no pudiera oír ni hablar.

La atendía una señora, también mayor pero más joven que ella. Una mujer baja y delgada que actuaba con fuerza y determinación. Las dos llevaban mascarilla, y a las dos le asomaban las arrugas en su mirada. Y de pronto, sentí un estallido de ternura dentro de mí porque aparecieron mis padres en el pensamiento. No les faltarían esas manos y esa voz cuando llegara el momento, lo mismo que no me faltaron a mí las suyas cuando vine al mundo y era igual de frágil.

¿Cuántas personas se quedan solas cuando llegan a edades muy avanzadas incapaces de cuidar de sí mismas en esta sociedad donde cada vez se decide más no tener descendencia?

Y en unas décimas de segundo, a la velocidad que van los impulsos nerviosos, otra idea apareció en mi mente: si llegaba a esa edad ¿quién cuidaría de mí antes de que buscara la tierra? Esta vez fue el miedo lo que me punzó. Traté de calmarme pensando que aún no había llegado ese momento y que tenía tiempo para buscar la solución. Pero sabía que me estaba engañando y que esto se quedaba conmigo señalando uno de esos días que marcan un antes y un después.

Estaba ante la meta del camino de la vida, de la mía. ¿Cuántas personas se quedan solas cuando llegan a edades muy avanzadas incapaces de cuidar de sí mismas en esta sociedad donde cada vez se decide más no tener descendencia? ¿O sí se tiene pero las relaciones familiares no se han construido en el amor y la capacidad para cuidar? ¿Por qué muchos Estados avanzados “del bienestar” no cuidan de sus mayores con totales garantías y esto no se convierte en un asunto de Estado como se hizo con la educación obligatoria?

Valorando a profesionales excepcionales que se están dejando la piel en ese ámbito, sé que lo podemos hacer infinitamente mejor como sociedad. Sólo debemos echar la vista atrás con lo sucedido en las residencias durante la pandemia del covid para llegar a la conclusión de que la última etapa de la existencia parece no importar, que no merece respeto. Y esto, dentro de nuestras fronteras, con unos derechos que poder reclamar. Pero ¿en aquellos lugares donde campan la pobreza, la miseria y la guerra y la democracia es sólo una palabra griega? ¿Qué sucede allí con esas personas que buscan la tierra si las que buscan sobrevivir apenas lo consiguen?

Parece una broma de mal gusto decir que somos la especie animal que ha demostrado mayor inteligencia en nuestro planeta. Somos seres capaces de lograr los más bellos objetivos con la herramienta de la cooperación y con el valor del amor por estandarte, pero también somos los seres más abyectos, autodestructivos y miserables al poder elegir y optar por este camino.

Elijamos trabajar por y con los más débiles. Es una cuestión de honradez y principios. Una cuestión que yo tomo sabiendo que también la naturaleza humana es capaz de lo peor y de lo mejor en todos los ámbitos. La inocencia de un niño o una niña siempre encerrará toda la esperanza de un mundo mejor. Quizás el secreto sea no temer el momento de la marcha final. Hay que centrarse en el camino y hacer que una conciencia limpia sea la brújula. Y en ese camino tomemos acciones deliberadas para que los cuidados en el final de la vida no recaigan en los hombros de las familias únicamente. Tampoco en los de las mujeres dentro de las mismas. 

Sobre este blog

El blog del Foro Milicia y Democracia quiere ser un blog colectivo donde se planteen los temas de seguridad y defensa desde distintas perspectivas y abrirlos así a la participación y debate de los lectores. Está coordinado por Miguel López.

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15 de abril de 2025 - 20:26 h
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