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Nos declararon la guerra y la guerra se mete en casa

Nos declararon la guerra y la guerra se mete en casa

Las cifras que dan, aterran. "En Argentina, una mujer es asesinada por el mero hecho de serlo cada 30 horas. En México, tres mujeres son asesinadas al día, y 49 sufren de abuso sexual". Es la argentina Gabriela Cabezón Cámara, escritora y periodista cultural. "Como en toda Latinoamérica, la violencia de género está muy arraigada en el Perú —añade Teresina Muñoz-Nájar, peruana, también periodista—. En lo que va de año han ocurrido 150 feminicidios (somos un país con aproximadamente 30 millones de habitantes)". Además, el número de feminicidios intentados y consumados no deja de crecer, "pese a la lucha de los movimientos feministas y de los esfuerzos del propio Estado".

Los problemas saltan a la vista, empezando por un sistema patriarcal difícil de cambiar y un sistema de justicia que no funciona adecuadamente, pues muchas de las mujeres asesinadas en los últimos meses tenían medidas de protección, "los operadores de justicia no están preparados para abordar esta problemática con enfoque de derechos humanos y de género". Si acaso, Muñoz-Nájar se felicita porque esta situación ha hecho que los movimientos feministas crezcan, así como las protestas (las marchas "Ni una menos" son multitudinarias).

Advierto que el interés, expresado desde este lado del charco, quizá con cierta torpeza, provoca una inesperada reacción. "Yo tengo la impresión de que en España se mira todavía a Latinoamérica como un continente salvaje, incontrolable, incontrolado, violentísimo y crudelísimo, y sí, hay mucho de eso". Sobre todo, explica la ecuatoriana María Fernanda Ampuero, porque es un continente de una desigualdad social brutal, espantosa, y "la desigualdad social es la madre de todas las demás violencias". Así, el feminicidio es el último punto de una cadena "que empieza prácticamente el día que naces. A mí no me gusta llamarles microviolencias ni micromachismos porque creo que machismo es todo, asesinarte y que odies tu cuerpo porque tienes sobrepeso". Ampuero, que vivió aquí 17 años, defiende que deberíamos mirar menos hacia Latinoamérica "como un lugar de espanto para las mujeres" y centrarnos más en lo nuestro. "Zapatero, a tus zapatos. España a tus feminicidios, creo que España debe mirar sus feminicidios con el espanto que se debe y tomar las medidas con la urgencia y la firmeza que se debe".

Pero volvamos a las violencias. "¿Vieron lo que pasa en Chile? ¿Vieron cómo la represión es feroz y se ensaña con las mujeres y los jóvenes? —pregunta Cabezón Cámara—. No se puede pensar la violencia de género recortada de lo que pasa en la sociedad toda. América Latina ha sido, desde que le han puesto este nombre justamente, territorio de saqueo. Durante la colonia y después también. Ahora, en un contexto global de concentración feroz, inédita, en el que 26 tipos tienen más riqueza que 3.800 millones de personas. La concentración de la riqueza es violenta porque es robo, es saqueo, es extracción. América Latina ha padecido esa matriz desde la Conquista". Y la Conquista se perpetúa en los agroextractivistas y las empresas mineras que acaban con todo lo que se interpone entre ellos y sus objetivos, los pueblos originarios, la selva, los ríos, las montañas, las distintas formas de vida anima… y las mujeres. "¿Quién, cómo, les puede poner un límite a los dueños de todo que son dueños, también, de los ejércitos, de los jueces, de las iglesias, de los funcionarios de gobierno? ¿Qué es la democracia cuando se la pone a funcionar para el enriquecimiento de los menos y el empobrecimiento de los más? ¿Qué es la ley sino la ley del más fuerte?"

En defensa de sus argumentos, cita a Rita Segato:

 

"En esta fase extrema y apocalíptica en la cual rapiñar, desplazar, desarraigar, esclavizar y explotar al máximo son el camino de la acumulación, esto es, la meta que orienta el proyecto histórico del capital, es crucialmente instrumental reducir la empatía humana y entrenar a las personas para que consigan ejecutar, tolerar y convivir con actos de crueldad cotidianos. Debe ser por eso que una estrategia central de las guerras contemporáneas, guerras ya no entre Estados, guerras de un alto grado de informalidad, en América Latina y Medio Oriente, es la estrategia de la profanación. No es por otra razón que los expertos hablan hoy de una ‘feminización de la guerra’. Existen innumerables pruebas en documentos humanos de todo tipo y lugar de que es la posición femenina la que custodia, encarna y representa el arraigo territorial, lo sagrado, la vincularidad y la comunidad".

Para reinar, concluye Gabriela, el nuevo orden plutócrata necesita romper los lazos sociales, toda empatía. "Nos declararon la guerra y la guerra se mete en casa. Las mujeres siempre fuimos la garantía del lazo amoroso, familiar, de la vida misma. Y botín de guerra".

La literatura como bálsamo, o como revulsivo

Pero estos que aquí escribo son artículos que tienen que ver con el mundo editorial, y lo que a estas mujeres une es su condición de abanderadas de la lucha y de autoras que han plasmado o recreado experiencias terribles. Si las convocamos fue para hacerles una pregunta tal vez inocente, incluso inapropiada: ¿Puede la literatura combatir esta lacra? Y si nos atrevemos a plantearla es porque las tres parecen confiar en el poder de lo escrito.

"En la misma medida que pueden ayudar a combatir cualquier lacra", afirma Cabezón Cámara. Una medida pequeña evidentemente. Pero no inexistente. "La literatura usa la lengua para el goce: eso es liberador. Jugar con la lengua, sentirla en la cabeza y en todo el cuerpo, abrirla al placer, abrirnos al placer de la lengua, a su dimensión lúdica; sustraerla de la máquina del capital, de la máquina de la producción de mercancía (de producirnos como mercancía) y opresión". Por otra parte, la literatura imagina otros mundos posibles, muestra o puede hacerlo que hay otros lugares para las mujeres o para los negros o para cualquier otra minoría.

Es algo que también pueden contar los medios de comunicación, si bien se les puede reprochar su tibieza e insuficiencia. "Los libros que abordan estos temas ayudan desde diversos ángulos: les ponen rostro a las cifras y sensibilizan a la sociedad —dice Muñoz-Nájar—. Los medios de comunicación que cubren a diario las noticias de violencia, no siguen los casos ni los profundizan. Tampoco se detienen en el contexto ni siguen un protocolo de tratamiento de la noticia adecuado, debido a esto la violencia se está normalizando. Los libros generan el debate, la toma de conciencia. Y eso es muy necesario".

Es decir, no son una herramienta eficaz en la lucha contra el crimen, eso es un deber de las políticas de gobierno. Lo que sí hacen, sostiene Ampuero, es "ponernos en los zapatos del otro, saber qué siente, qué piensa, es un personaje inventado, de ficción, nunca ha existido, pero ese personaje atormentado, golpeado, violado, roto, destruido es un personaje que a veces se vuelve más real que las personas a nuestro alrededor".

Esos libros que te ayudarán a entender

 

 María Fernanda es autora de Pelea de gallos ("un libro muy violento que toca distintos tipos de violencia contra los débiles, contra las grandes victimas que suelen ser los niños, las mujeres, los hombres no machos") y de Grita, su colaboración en la antología Tranquilas. Historias para ir solas por la noche ("es autobiográfico, es una crónica real porque era lo que nos pedían, y lo que iba a hacer muy poderoso a ese libro, que todas habláramos en primera persona"). Y si bien no se atreve a tildarlos de necesarios, palabra que no le gusta, sí los considera útiles.

Le pido una recomendación y no duda: Quiltras, de la chilena Arelis Uribe.  

  

 

Un bello acto de resistencia

Un bello acto de resistencia

Busco más recomendaciones. Muñoz-Nájar me sugiere Las muertas del Estado, de Humberto Padgett y Eduardo Loza, un estudio sobre los feminicidios durante el gobierno de Enrique Peña Nieto; y, por supuesto, su propia obra, Morir de amor, el relato de cuatro feminicidios en Perú.

 

Porque si algo queda claro es que el mundo editorial ha decidido dar un paso al frente, y el camino, además del dolor recogido, ha traído algunas alegrías. En 2011, Gabriela Cabezón Cámara publicó Le viste la cara a Dios, que traslada a la Bella durmiente hasta un prostíbulo infecto (perdonen la redundancia) de Buenos Aires. Le pregunto qué ha, qué han, aprendido desde entonces. "Que la unión hace la fuerza, como dice el refrán. Que es en el tejido de lazos amorosos y solidarios donde vale la pena llamarnos sujetas. Que la lucha vale la pena. Para esta causa y para las que vienen aparejadas, como la defensa de los territorios del ataque de los agroextractivistas que van por todo. Por el presente y el futuro del planeta mismo".

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