La fundación mítica de un territorio
Malaventura
Fernando Navarro
Impedimenta (2022)
Hay territorios a los que llega el lector con la sensación de que ya estuvo allí. Sucede cuando se lee Malaventura, de Fernando Navarro: el lector ya estuvo allí. Pero, ahora sí, el territorio está totalmente conformado, compacto, trazado, cartografiado. Es el territorio que transitaron Lorca y Rueda, los Quintero y Valera, Berenguer y Carrasco. Pero, ahora sí, despojado y sucio, mostrado en su espléndida miseria, pleno de personajes, que deja al lector cautivo, enganchado al mundo y al aparente nuevo territorio. Porque este no es un territorio nuevo, pero, ahora sí, bebe de las mismas fuentes que bebieron los costumbristas, para crear un mundo que estaba, pero apenas transitábamos, porque habíamos olvidado el camino y pocos se aventuraban. Malaventura aporta a los lectores que escriben, a los lectores que escriben en el levante del sur, la sensación de que Navarro ha traído el mapa, el paso del sureste, hacia un territorio conquistado y recobrado, un pequeño y polvoriento cosmos donde volverán a sucederse las historias de los hombres y las mujeres del sur.
Malaventura es una formidable colección de relatos con la fuerza emergente de la tierra. Los personajes y las voces narrativas hablan con los dejes y dialectos de esta tierra al sur del Levante, donde el lector familiarizado —el lector en su territorio— descubrirá perfiles, lugares y frases, proverbios, tonos y modismos, pero, ahora sí, a buen seguro, al lector que desconoce o no transita las tierras resecas que van del Andarax a los Vélez, de la Hoya de Baza a las fértiles de la Vega de Granada, de las rocosas estribaciones de la sierra del Segura a las de Sierra Nevada, reconocerán a los hijos de la tierra, los que en otras latitudes crearon Flórez o Cela.
Es la primera novela de Navarro, pero queda fundado el territorio mítico: un territorio que es anterior a Andalucía, a la invención andaluza, un territorio olvidado. El valor del desarrollo del lenguaje será proverbial, a buen seguro, y el atrevimiento merecería la creación de escuela, para que los escritores del sur se deshagan del cairel que hace pesar vergüenza en su acento y pueda fundar, sino el orgullo, sí el valor de la aceptación de una riquísima herencia: la de la ruralidad en la que llamaron la Andalucía más alta.
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El juego de voces narrativas, donde son observadores quienes cuentan (a veces alguien, en primera persona narra su tragedia), recuerda a otros territorios que tuvieron grandes narradores con voces niñas, como los territorios urbanos de Marsé, o bien de adultos que se recuerdan niños. Ritmo, frases cortas, diminutivos atrevidos, casi invencionales para muchos lectores. Historias de miserables, fuleros y mentirosos, personajes que parecen repetirse de historia a historia, tomando papeles secundarios los principales, tornándose principales aquellos que fueron figurantes, pero, ahora sí, personajes inolvidables.
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Alfonso Salazar es escritor.