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Economía

Un ascensor que nunca sube a los pisos más altos: la cuna y no el esfuerzo marca los ingresos en la edad adulta

Un grupo de jóvenens en instalaciones de la Universidad Complutense de Madrid.

La expresión ascensor social se suele usar para referirse a la movilidad vertical, al cambio de una clase a otra y una pregunta sobrevuela a su alrededor: ¿se ha averiado? Hay cifras de las que se pueden extraer algunas conclusiones. Según los resultados de la Encuesta de Condiciones de Vida (ECV) de 2023 del Instituto Nacional de Estadística (INE), con datos relativos a 2022, el 24,6% de los adultos que vivía en hogares con una situación económica mala o muy mala en su adolescencia, tenía ingresos bajos en 2023; mientras que los de un 9,2% eran altos –en 2019 los porcentajes era 34,2% y 9,4%, respectivamente–. De su lado, el 16,9% de quienes eran miembros de hogares con una situación económica buena o muy buena, tuvieron que conformarse con ingresos bajos; y los del 24,3% fueron altos –en 2019, 13,2% y 30,0%–". Es decir, ese 24,6% que partía de una mala situación heredó la pobreza y se quedó atrapado en el primer quintil de renta en la edad adulta, entre el 20% con menos ingresos, donde el salario medio no llega a los 11.000 euros anuales. Si bien, es la menor cifra registrada en las últimas ediciones de la encuesta del INE e implica un descenso de casi diez puntos respecto a la anterior.

Y hay más números. El 22,5% de quienes se criaron en una coyuntura económica mala o muy mala ascendieron al tercer quintil, el medio, en la edad adulta, más que el 17,4% de 2018 y al 19,3% de 2010. Incluso un 17,5% escaló hasta el cuarto quintil. A la luz del trabajo del instituto, el 42% de los procedentes de un contexto moderadamente malo permanecieron en el segundo quintil y algunos desembarcaron en el tercero; y los de un origen moderadamente bueno, engrosaron ese tercer quintil en mayor medida. Sólo algo más del 21% de los que fueron alumbrados en una órbita acomodada, alcanzaron la franja de los más ricos.

Al margen de lo expuesto, se vislumbra un cambio significativo en la serie estadística: hay más personas con más estudios. De los adultos que nacían en hogares con una situación económica mala o muy mala cuando eran adolescentes, un 19,3% tenía educación primaria o inferior en 2023 y un 23,3% educación superior, lo que supone ocho puntos porcentuales más que en 2010. El alza en el nivel de estudios es generalizada en todas las clases sociales. Y, en relación a la educación de los padres, cabe señalarse que el 40,1% de las personas encuadradas entre los 25 y los 59 años cuyos progenitores tenían un nivel de estudios de educación secundaria de primera etapa o inferior, había replicado el mismo en 2023, y el 36,2% tenía educación superior. Aunque este último porcentaje se elevaba hasta el 77,4% en el caso de quienes atesoraban padres con educación superior.

Existe cierto consenso en que la educación es clave en la posición que alguien pueda ocupar en la vida, con permiso de otros elementos como la cuota de azar. Según se recoge en el Informe Anual 2023 del Banco de España, completar el bachillerato o la formación profesional (FP) media ofrecía una rentabilidad individual del 18% para los hombres y del 26% para las mujeres en 2019, respecto a disponer únicamente de la titulación de Educación Secundaria Obligatoria (ESO), por ejemplo. En ambos casos, esa rentabilidad era mayor que la que se estimaba en 2007, de acuerdo a información de la Encuesta Financiera de las Familias (EFF). Junto a ello, un estudio reciente del Banco de España indica que la correlación entre los años de educación de padres e hijos adultos ha caído a lo largo de la segunda mitad del siglo XX, lo que conllevaría una mejora de la movilidad intergeneracional y, con ello, de la igualdad de oportunidades. En particular, la correlación entre el tiempo de educación de padres e hijos se colocó alrededor de 0,5 para las generaciones nacidas entre 1930 y 1960, pero ha ido disminuyendo en las posteriores, hasta llegar a 0,38 para los nacidos en 1990. De ese trabajo se infiere que, en las últimas décadas, la movilidad social en España sería relativamente similar a la que se observa en Europa occidental y en Estados Unidos. Si bien, se aprecia una notable heterogeneidad entre municipios y provincias que, en general, no se ha alterado con el correr del reloj. Pero, ¿actúa la educación por sí misma como ascensor social?

Quedan barreras por superar

La economista y socia de KSNET Elena Costas asevera que lo que muestra la encuesta del INE es que, si se compara “como chicos y chicas han crecido y se han desarrollado como adultos en función de su clase social, lo que se ve es que sólo uno de cada 10 adultos que vivían en hogares que tenían una situación económica mala o muy mala cuando eran adolescentes, en 2022/2023 habían alcanzado ingresos altos”. “Por lo tanto –añade– sí hay una barrera considerable en el ascenso socioeconómico y esto nos viene a dar pistas de que la movilidad social no es perfecta y que es más difícil para aquellos que nacen y se crían en entornos y en familias con una situación económica desfavorable”. Para Costas “es interesante”, el que “más de la mitad de las personas adultas que crecieron en hogares que tenían una estabilidad económica, consiguieron tener estudios superiores y, en cambio, sólo uno de cada cuatro de aquellos que vivían en familias con una situación económica desfavorable consiguieron esto”. ¿Por qué es relevante? "Sabemos que la educación es uno de los principales mecanismos para salir de la pobreza y esto apuntaría a que está jugando como un determinante. Las oportunidades educativas son una gran herramienta para potenciar la movilidad social. Y también muestran los datos que, a mayores estudios de los padres, mayores logros educativos de los hijos", esto es, "hay ese capital educativo, cultural, que se transmite de una generación a otra”, desembrolla.

Relata que en 2020 participó en la creación del Atlas de Oportunidades, el primer análisis de movilidad social que se hizo en España basado en datos de rentas de padres e hijos. Se compararon ingresos de los años 1998 y 2016 y se percataron de que, “si en estados como Francia tardaban hasta ocho generaciones para que los descendientes de una familia del grupo de las que tenían el 10% más bajo de ingresos alcanzasen un ingreso medio; había otros como Dinamarca, en los que sólo hacían falta dos generaciones”. “España, junto a otros países como Japón o Bélgica, estaba como en la mitad, y se necesitaban cuatro generaciones para que obtuvieran una posición más o menos media”, cierra. Su conclusión sobre la actualización de información de 2023 es que "sigue habiendo condicionantes importantes en las familias en las que uno nace, que acaban determinando la posición social, el nivel de ingresos que pueden conseguir estos niños y niñas en el futuro”.

En la misma línea, Juan Gimeno, exrector de la UNED, coordinador general de la Plataforma por la Justicia Fiscal y miembro de Economistas Frente a la Crisis, cree que los datos confirman que “el ascensor social está bastante parado en España”. Lo desarrolla: “Es positivo que va creciendo el acceso a la universidad, que es algo más igualitario. Pero la lotería del nacimiento marca la vida realmente y toda la fase previa de educación, primero de 0 a 3 y luego de 3 a 6, sigue siendo excesivamente diferencial y dicta ya un origen de cierta segregación escolar. Los colegios privados seleccionan a quienes han hecho la educación infantil con ellos y se van generando desde el principio divisiones. Luego, los resultados de abandono son más frecuentes en niveles bajos de renta. Desde el origen se están marcando las diferencias”, recalca.

“Y están las herencias”, desliza a continuación. “Según los estudios, éstas explican el 70% de la desigualdad que hay en España. Todas aquellas comunidades que van suprimiendo el impuesto de sucesiones, contribuyen a que la desigualdad crezca y a que la llamada igualdad de oportunidades sea mentira, porque no puede existir entre alguien que corre libremente, alguien que lo hace con los pies atados y alguien que corre con una losa de piedra o de hierro colgando del tobillo. La carrera está trucada”, critica.

Gimeno tiene claro que “el problema está en que el mayor acceso a estudios superiores, no se traduce en igualdad de oportunidades, porque los informes muestran que lo que más influye para encontrar empleo, sobre todo en esos niveles, son los contactos. Quien sale de una universidad privada o de elite o quien tiene unos apellidos, tiene mucho más fácil el acceso al empleo que quien sólo presenta su currículum, sin ningún contacto o relación”, sostiene. E hilvana: “Esto es una barrera más. Cuando parece que vas a llegar a la meta, te encuentras con que unos pasan por ella, pero tú tienes que atravesar una montaña. Nos queda mucho por hacer. Y esto es fundamental, porque gran parte del desánimo, del pasotismo de los jóvenes y a veces los oídos a movimientos extremistas, tiene mucho que ver con esa frustración, con que hay que hacer un esfuerzo tremendo, para que al final sirva de poco”. Olvidar la memoria de estructuras enraizadas no parece tarea fácil, pero “el que mejoremos sólo en algún aspecto”, avisa Gimeno, “casi puede acabar provocando más frustración, si no hay al final oportunidades equilibradas de acceso al empleo, a la vivienda…”, lanza.

La foto no cambiará a corto plazo

Javier Soria, investigador afiliado en Harvard y fellow en Future Policy Lab destaca, por su parte, que “han pasado del 15,8% al 23,3% -según el INE- los que accedieron a una educación superior desde una mala situación”. Pero, matiza: “Seguimos viendo que los que venían de una buena continúan teniendo más del doble de probabilidades de completarla. La diferencia se está cerrando, pero sigue siendo elevada”, dice. A ello enlaza que en la parte de los ingresos se aprecia que, “venir de una familia muy mala y acabar en el quintil más rico, en el 20% con rentas más altas, ha pasado del 9,4% al 9,2%, es decir, prácticamente no se ha movido”. En cambio, “lo que sí ha mejorado un poquito es el acceso a la clase media, que sería el tercer quintil, y al cuarto, que empiezan a ser relativamente más altos ingresos”, anota. ¿Por qué ha pasado? Apunta a la expansión de las becas y de la oferta universitaria, así como a la bajada del desempleo, “aunque España siga teniendo la tasa de paro más alta de Europa, del 11,7%”, como posibles causas ligadas a esa “cierta mejora genérica que ha habido” en el trasvase de personas con procedencia pobre hacia el tercer y el cuarto quintil. “Puede que también el IMV –Ingreso Mínimo Vital– o algún tipo de política social haya sostenido rentas por abajo”, apostilla.

Con todo, “sigue habiendo un freno para llegar a los muy altos ingresos, porque eso tiene que ver con factores más estructurales como los contactos sociales, las posibilidades de hacer las mejores oposiciones o de montar alguna startup, por ejemplo, que acabe muy bien”. En opinión de Soria, la panorámica “no va a cambiar de unos pocos años a otros”. “Es casi tres veces más fácil acabar en el quinto quintil, si vienes de una familia rica que de una pobre. Ha habido algunos movimientos en ingresos por el medio de la distribución, pero enfrentar los factores estructurales que hay de fondo requiere un largo plazo. El ascensor social sigue averiado, pese a que veamos una cierta mejora en la educación, sobre todo”, remata.

Por último, Olga Cantó, catedrática de Economía de la Universidad de Alcalá, califica de “llamativo” como, “de los que tenían una situación en la adolescencia mala o muy mala, hay un grupo importante que pasa de estar en el primer quintil, al tercero y al cuarto, en relación a lo que sucedía en 2019”. A su entender, “son buenas noticias”, al suponer que “la mala situación en la que se hicieron adultos no ha persistido en el caso de muchos de ellos”. Entiende que lo revelado por el INE resulta “bastante positivo, en cuanto a movilidad social”, al reflejar “un cambio significativo en cuatro años”. Lo que no quita "que sea preocupante el fuerte aumento de la pobreza crónica, especialmente en la infancia, en los últimos años", finaliza.

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