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La 'cara b' de un país convertido en camarero y socorrista

Estuve aquí y me acordé de nosotros

Anna Pacheco

Cuadernos Anagrama (2024)

Tras los grandes números, tras el orgullo de potencia turística, tras las sucesivas campañas de "el turista un billón", se esconde la realidad de un país que se ha convertido en camarero y socorrista de media Europa y gran parte del mundo. La exigencia de la sonrisa perenne, el orgullo español de la simpatía desbordante, es también la tapadera de la explotación laboral. Sabemos (desde hace tiempo más que suficiente) que es necesaria una nueva reconversión industrial del país, que el aprovechamiento del sol, la sal, el salero, la playa y los mojitos no es el feliz camino, sino que nos conduce a la sombra tenebrosa de los pasillos de la planta baja de los hoteles. La exigencia del ultracapitalismo conduce irremisiblemente a una explotación consentida, a una explotación laberíntica, una manumisión ilusoria. Anna Pacheco en este libro, tras un inteligente trabajo de campo basado en la infiltración dentro de las capas de trabajadores de los hoteles de Barcelona, destapa cual es la realidad que no queremos ver y anuncia, además, reflexiones acerca ya no solo del turismo como industria esquilmadora en España, sino también una reflexión acerca de la sostenibilidad de esta industria en el mundo.

No debemos dejarnos engañar por la sonrisa beatífica, ni por las promesas de felicidad de los anuncios luminosos que conlleva el merecido descanso vacacional. Solo es propaganda. Muchas veces propaganda que se reviste de palabras en inglés para esconder su condición. Es uno más de esos avatares que nos crea el ultracapitalismo, una máscara más sobre el rostro del explotado: aquel que nos lleva y nos trae de un lugar a otro del mundo y que nos promete la satisfacción y la felicidad absoluta tras el mayor de los cansancios, el agotamiento de la cuenta bancaria y, por extensión, la explotación laboral de aquel que nos sirve.

Pueden parecer estas reflexiones parte de un relato apocalíptico, fuera de lugar, un relato que implosiona ante la aparente prosperidad de este país del primer mundo, pero nada más ser lejos de esa intención. Con el turismo nos jugamos una pata más del cambio climático. Urge hacer compatible el derecho al ocio con el derecho al descanso, la visita con la residencia, el respeto con la curiosidad. El ocio no exige el continuo viaje ni el disfrute es el lujo. Pacheco aporta interesantes alternativas y planes de futuro: el turismo de cercanía, el retorno a los pueblos, el uso de los hoteles para trabajadores, accesibles y asequibles…

Escribir para quien no está para que esté

En Estuve aquí y me acordé de nosotros, reconocemos que la explotación del lujo conlleva la explotación laboral, irracional, la fijación absoluta de la distancia entre clases, la nueva esclavitud, que generalmente reside, sobre todo, en aquellos que han venido a nuestro país a trabajar y conforman esa clase trabajadora semiesclavizada, sometida a discursos absurdos de servidumbre por parte del jefe de personal, atada a los largos trayectos que atraviesan las ciudades y sus suburbios entre el lugar de trabajo y la vivienda, donde se desperdicia el tiempo y la vida.

¿Qué nos ha sucedido en las últimas décadas? ¿Cómo hemos enloquecido por los viajes en avión, por los cruceros con todo incluido, por los hoteles de lujo, por la ganga? Cuando, realmente, el pago que estamos realizando no es el que se carga en nuestra tarjeta sino el que se carga en nuestro futuro. Las clases medias bajas elevamos nuestro espíritu, nos distanciamos de nuestra propia realidad cuando por unos días, de sirvientes, nos convertimos en servidos.

Anna Pacheco, en un libro breve, ágil y valiente, de una prosa agradable, con curiosas innovaciones narrativas, ha limitado su ensayo a los hoteles de lujo de Barcelona: podría entregarnos sucesivos estudios. Por ejemplo, la gentrificación de los centros de las grandes ciudades, con el espanto de los vecinos (quienes desaparecen o se van), cómo los centros de las ciudades se convierten en colmenas de pisos turísticos, y son tantas veces simples parques, decorados de cartón piedra, sin vida. El tiempo, en breve, nos dirá si la sobreexplotación de los tesoros arquitectónicos y de los museos, de los parques naturales y de las playas, de los recursos hídricos y de los servicios públicos puede convertir a España en un país donde la convivencia no sea viable, lo saben en Barcelona, pero también en Palma, en Granada, en Sevilla y en Las Palmas, lugares donde la "turismofobia" no es más que la manifestación del hartazgo, de la disolución de la convivencia, de una añoranza por un pasado muy muy reciente que se nos ha escapado entre las manos, entre crisis y crisis.

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