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Las decisiones del nuevo CGPJ muestran que el empate pactado entre PP y PSOE favorece a la derecha

EL FUTURO DE LA LEGISLATURA

Un año del 23J: Sánchez se ve fuerte para aguantar y fía su hoja de ruta a Cataluña y los Presupuestos

Pedro Sánchez y María Jesús Montero, en el Congreso

“A primera hora de la mañana acudí al colegio electoral con Begoña. Decidimos pasar el día con mis padres y mis hijas, a la espera del veredicto electoral. Mi intuición me decía que las cosas irían bien. ‘Tengo buenas vibraciones’, les dije a los medios a pie de urna. Comimos juntos una paella a la que siguió una larga sobremesa. La presencia de mis padres y sus palabras me transmitían apoyo. Pero los distintos estados de ánimo por los que pasaron esa tarde se reflejaban en sus caras, probablemente más de lo que ellos mismos notaban”.

Pedro Sánchez detalla así en su libro Tierra firme cómo fueron los momentos más íntimos del 23 de julio del año pasado. España iba a las urnas y la mayoría de encuestas pronosticaban una holgada mayoría absoluta del Partido Popular y de Vox. Aquellas horas parecían el epílogo de la historia política del presidente del Gobierno, que se la jugaba con un adelanto electoral tras la debacle de las autonómicas y municipales del 28 de mayo. 

Pero arrancó el escrutinio y España habló de una manera diferente a la que habían dibujado los sondeos. “La sede era un hervidero de personas eufóricas. Se cruzaban por los pasillos y se decían ‘¡Genial!’ con una amplia sonrisa en la cara. Entraban y salían, hacían llamadas y recibían llamadas. Se asomaban a mi despacho y repetían ‘¡Genial!. La alegría crecía a medida que avanzaba el recuento. Los nervios estaban a punto de dar paso a la euforia desatada. A las diez de la noche ya podíamos proyectar que el PP y Vox no gobernarían. Un rato después, el recuento lo confirmó. Habíamos logrado nuestro objetivo, es decir, habíamos ganado. Y teníamos la oportunidad de conformar una mayoría”, recoge en el libro el presidente.

Moncloa y Ferraz ven una legislatura más larga de lo que se vaticinó

Se cumple ahora un año de aquella cita electoral. Y Sánchez sigue en La Moncloa con un Gobierno de coalición progresista apoyado externamente por una complicada mayoría parlamentaria sobre la que la oposición vaticinó que duraría poco. La efeméride llega en un momento en el que, al contrario de lo que se pensaba, las derechas han sido las que han explotado en los gobiernos que surgieron tras el 28 de mayo. 

El jefe del Ejecutivo mira hacia adelante con la idea de que puede aguantar lo que queda de legislatura, según confiesan fuentes tanto del Palacio de La Moncloa como de la calle Ferraz. Sobre su mesa hay dos objetivos principalmente para que eso suceda: sacar adelante la investidura de Salvador Illa como presidente de la Generalitat de Cataluña y aprobar tras el verano un proyecto de presupuestos generales que sirva de base para los próximos años.

“Sánchez es fuerte y está fuerte. Pero no porque sea un superhéroe con capa, sino porque detrás tiene un proyecto, un Gobierno y un partido”, señalan fuentes de su entorno, que ven muy determinado en su labor al presidente del Gobierno a pesar de los últimos meses de acoso político y mediático por el caso de Begoña Gómez, que le llevó incluso a tomarse cinco días de reflexión para decidir si seguía al frente o no del Ejecutivo. Los suyos dicen que todas esas dudas están disipadas y que su mensaje es claro: la legislatura va a durar mucho más de lo que se escribe.

Además, su discurso del 23 de julio de defensa de la democracia frente a la ultraderecha sigue más vigente que nunca, resaltan fuentes de su entorno. En La Moncloa subrayan que ese espíritu ahora también se está repitiendo en otros países como ha sucedido en Francia con la victoria del Nuevo Frente Popular en las pasadas elecciones legislativas. Además, se da mucha importancia a que la socialdemocracia está avanzando también gracias a la victoria de los laboristas en el Reino Unido frente a la ola de las derechas.

Qué preocupa a Sánchez

Pero también un año después hay flancos que preocupan especialmente al presidente. Uno de ellos es que no se rebaja el clima político, algo que achaca a la “oposición destructiva” que sigue haciendo el Partido Popular al calor del discurso de Vox. “El único legado de Alberto Núñez Feijóo es hacer crecer a la ultraderecha y a la ultraderecha de la ultraderecha”, indican en el entorno del presidente en relación a los cambios en el mapa político con la irrupción del partido de Alvise Pérez.

Durante este año, señalan fuentes del PSOE y del Gobierno, también se ha evidenciado que el respaldo electoral a Sánchez no fue un espejismo el 23J, cuando logró sumar un millón de votos más respecto a las elecciones de 2019. Hace un año el socialismo obtuvo un 31,94%, en tanto que en los pasados comicios europeos del 9 de junio tuvo un 30,18% a pesar del supuesto desgaste y hundimiento que le iba a provocar en las urnas el pacto con los independentistas y la aprobación de la ley de amnistía. Por eso, reiteran los dirigentes socialistas la importancia de estar por encima de la psicológica cifra del 30%.

No obstante, Sánchez es consciente de que en el terreno electoral tiene varios flancos débiles. Él mismo ha confesado en privado su preocupación por el regular funcionamiento en las urnas de algunas de las federaciones más potentes, especialmente Andalucía y Madrid, que deberían tirar más de carro. “¿Por qué no ganamos el 9J? Alguien no hizo los deberes. Y especialmente fue el PSOE-A”, indica un alto dirigente del partido. Él guarda silencio, pero estas federaciones viven en continua convulsión de nombres al estar en la picota Juan Espadas y Juan Lobato.

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Y hay otro elemento en cuestión demoscópica que preocupa al presidente del Gobierno: la situación del espacio a su izquierda. En público siempre quiere mostrarse respetuoso con esos partidos, pero en privado él y los suyos analizan que es indispensable la unidad para ser competitivos en las urnas. Ven muy destructivo que Podemos y Sumar no vayan de la mano en el futuro. Como señala un alto cargo de Ferraz: “Si hubiera tentación de ir a elecciones generales, ¿por qué no se podría hacer? No sumaríamos con los socios”. Desde las pasadas elecciones del 9J, el ala socialista está haciendo gestos de cuidar más a sus compañeros de coalición con signos como permitir más presencia en las ruedas de prensa del Consejo de Ministros o dejar que avancen algunas medidas como hizo la vicepresidenta segunda, Yolanda Díaz, respecto al acuerdo sobre la ley mordaza.

Sin elecciones a la vista: optimismo sobre Illa

También vislumbran un horizonte diferente ahora en Moncloa y Ferraz sin citas en las urnas a la vista y con luces largas para la legislatura, algo que creen que el PP también ha asumido ya. Fuentes de la dirección del PSOE reflexionan: “Ha sido un año en el que se ha cerrado un ciclo electoral largo, que esperamos que culmine del todo con la investidura de Salvador Illa como president. Un año en el que el Gobierno de coalición mantiene a España en unas cifras económicas, de empleo y reducción de deuda que son alabadas por todas las instituciones internacionales. Por eso Feijóo no habla de economía y prefiere el exabrupto diario. Además, hemos abierto la creación de nuevos derechos como la ley de paridad o ahora la reducción de la jornada laboral, y que va a continuar durante la legislatura”. Al hilo señalan: “Este año hemos aprendido que en el Partido Popular la amistad con un narco no es problema para ser candidato a presidir el gobierno. Es inaceptable. No tiene precedentes en nuestra democracia, y es una anomalía en nuestro sistema político”.

Desde la sala de máquinas del PSOE emiten: “La legislatura será larga. No esperamos mucho del Partido Popular, aunque el Gobierno les seguirá planteando propuestas y pactos de Estado. Están tardando mucho, demasiado, en apoyar la reforma de la ley de Extranjería para poder acoger a los niños que esperan en Canarias”. Para completar así el análisis de la situación: “A nuestra izquierda, los procesos internos de las formaciones políticas son una constante, y deben tener su espacio y su tiempo. Otros procesos internos, como en el PP, llevaron a Feijóo a la presidencia del partido porque Pablo Casado se atrevió a pedir explicaciones por una presunta actividad corrupta del hermano de Ayuso. Es lo único que ha aprendido Feijóo en política nacional: con Ayuso, no preguntes, boca cerrada. Omertá”.

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