Araucaria

Camila Margarit

Araucaria

Yo vivo en la Araucaria de los Aromos y siempre ha sido así, aunque a veces, por cortas temporadas me he mudado, pero he vuelto sin duda a mi araucaria. Ella es vieja, más vieja que yo, o más joven, o volvió en el tiempo, quién sabe. A ciencia cierta es tan ambigua como yo y mis creencias variantes. La araucaria de mi vida parece una quinceañera confundida que en día eléctrico se zamarrea como para infundirme temor. Hoy la araucaria está pequeña, tan lejana, parece una niña tímida jugando a la escondida solita; parece que no quiere que la encuentren, anda buscando la forma de volver en el tiempo y hacerse raíz, quiere ser semilla, y viento, y piñón, y volver al Sur. Yo quiero que se haga anciana y poder verla o no verla, no ver su fin, que sea interminable mi araucaria y poder llegar a casa aun cuando esté lejos, tan lejos como ahora que parece una niña diciendo adiós con sus manitas torcidas.

 

El indigente

El indigente tiene capa de superhéroe, gastada y raída por las polillas; el indigente no tiene botas voladoras, le basta con unos pies salvajes como de tigre o de ratón; el indigente no pide limosna, pide pesos, peso que le falta en las carnes débiles sobre los huesos irradiados con la luz nuclear de carteles que encienden y apagan durante las noches, donde a veces se lee clarita la palabra “club”. El indigente ha dado mil vueltas a la Tierra en menos de 60 segundos y se ha dado mil vueltas en la Tierra en la que busca su rumbo. El indigente tiene vista de rayos S, se sienta, sonríe y sabe perfectamente guardar silencio. El indigente tiene la voz de una hormiga, chiquitita, imperceptible hasta que muerde y se la pisa. El indigente tapa el frío con su propio calor y el sol lo evita con un dedo, pero en las tardes el calor del sol se lo come con capa y hasta con huesos, para devolverlo congelado a la calle en una noche sin sueños.

 

Lobo amigo

La luna fue invadida por una manada de lobos intervenidos quirúrgicamente para hacer uso de su máxima capacidad cerebral. Ellos son ahora quienes controlan el ciclo lunar. Mi misión es simple: detenerlos. Pero han cortado todas las transmisiones con la Tierra y no sabemos con precisión en qué lugar se encuentra, siquiera si permanece aún en nuestra galaxia. Sueño encontrarla y asesinarlos, pero entonces recuerdo que uno de ellos, no sé con exactitud cuál de todos, posee el cerebro de mi mejor amigo.

 

Ejercicio sobre el poema "Dos soledades"

Qué importa un paseo azul por un parque alfombrado

Felipe Poblete

Loco

Qué importa un paseo verde por un piso de vidrio; qué importa un paseo amarillo por un parque a oscuras; qué importan los paseos rosados por parques que aún no hemos visitado. Cuánto te valdrán los minutos largos y las horas cortas. Qué sentido tendrá para ti el vestido rojo si no cuentas los días, ni los parques, ni mi ropa, ni te vale siquiera mi dedicación. Porque lo único que tú quieres es jugar con arena y hacer castillos que se desmoronarán, para princesas que no usan vestidos rojos, porque a ellas no les interesa salir a pasear.

 

* Camila Margarit nació en Santiago de Chile en 1999. Ha publicado una novela juvenil, 'Omnisciente' (2013); y 'Doce noches de té y una tarde' (2015). Sus cuentos y microrrelatos han sido recogidos en diversas revistas y antologías. 

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