En los límites de la política

Marcelo Noboa Fiallo

No es fácil encontrar, en los tiempos convulsos en los que vivimos, elementos comunes para la reflexión y el análisis sobre lo que la política, los políticos y los ciudadanos como corpus finalis organizan y reciben las acciones que posibilitan el marco para la convivencia bajo el amparo de lo que hemos denominado el “Estado de derecho” (visto este último como el escudo protector contra la indecencia).

El Estado de derecho no sólo como el conjunto normativo/Jurídico que las democracias hemos cosechado, sino también por las formas como defendemos/replicamos nuestras políticas, es lo que se encuentra en estado de alarma. Es como si el covid-19 se hubiese incrustado en el Estado de derecho y éste permaneciera en la UVI con pocas esperanzas de salir adelante.

Es como si el covid-19 se hubiese incrustado en el Estado de derecho y éste permaneciera en la UVI con pocas esperanzas de salir adelante.

En lo único que coincidimos (aunque no siempre) es en que el mundo en que vivimos desde el 20 de enero de 2025 ha cambiado por completo. Pero el problema es que, en el mejor de los casos, lo admitimos, pero seguimos actuando como si estuviéramos en 1976, en 1989 o en el 2000. Es decir, con los mismos argumentos, con las mismas “armas” y hasta con los mismo “slogans”. Y, en el peor de los casos, con la inacción (UE). En este último caso, uno tiene la sensación de que el “fenómeno Trump” es visto como algo coyuntural, que durará 4 años y que volverá el Estado de derecho a la Casa Blanca y que los 77.302.580 estadounidenses que votaron por el modelo que hoy impera desaparecerán por arte de birlibirloque. Por mi parte, continúo cuestionándome si las formas como se tratan los temas políticos desde hace dos meses (show de firmas, maltrato a los invitados al despacho oval, insulto y desprecio a líderes europeos, desprecio a periodistas, difamar a jueces, el bochornoso espectáculo “signalgate”… y una inagotable e interminable casuística), van a determinar la nueva “normalidad”, como se ha admitido sin ningún reparo que un antivacunas sea el nuevo Secretario de Estado de Salud o que un exaltado “periodista” sea el responsable del Pentágono. En cualquier caso, son las instituciones estadounidenses (o lo que queda de ellas) y los ciudadanos (en última instancia) quienes tienen la responsabilidad de revertirlo. Y la UE y el resto del mundo libre dejar la inacción y proceder en consecuencia, porque vivimos en otra realidad. 

Mientras tanto en España hay dos momentos históricamente relevantes en los que se recuperó la palabra “dignidad”: 2018, moción de censura contra un gobierno condenado por el Tribunal Supremo como “una auténtica organización eficaz de un sistema de corrupción”. y, 2023, con la unión de todas las fuerzas políticas nacidas de la voluntad popular (salvo Vox) en el parlamento decidieron seguir impidiendo que el PP volviera a la Moncloa. Pero estos dos hitos ya no dan más de sí. Su periodo de caducidad ha llegado, porque la política es así, si se quiere desarrollarla en el marco democrático y no en los límites de la política. Si uno repasa lo que ha ocurrido en el Parlamento en los dos últimos años, nadie como Aitor Esteban (PNV) lo ha sabido explicar mejor en su despedida como diputado. Y pone en valor la capacidad política de Pedro Sánchez para tejer acuerdos difíciles con partidos políticos no sólo de ideologías opuestas sino de personalidades complejas. Por la izquierda el cisma abierto entre Podemos y Sumar (y sus componentes) sólo tendrá un horizonte: las urnas. El Gobierno ya no podrá contar con Podemos. Por la derecha, Junts a lo suyo y cada vez más escorado a la extrema derecha catalana. 

En mi modesta opinión, Sánchez debe presentar su proyecto de presupuestos –de acuerdo con la Constitución (artículo 143.3)–, es la forma de la democracia y que “cada palo aguante su vela” o lo que es lo mismo, que cada cual se retrate. Es la forma de salir de “los límites de la política” .

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Marcelo Noboa Fiallo es socio de infoLibre.

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