Cultura
Un álbum de la memoria saharaui
La introducción del documental web Provincia 53 parece dibujar un universo paralelo. Uno en el que, en una ciudad de provincias española cualquiera, tras el caluroso verano de 1975 y la muerte de Franco, en lugar de comenzar la Transición, estalla la guerra. Pero esa historia no es la de una ucronía, ese mecanismo de la ciencia ficción en el que el universo imaginario se separa en un punto del real para tomar una vía muy distinta. Esa historia, nos dicen, sucedió. Esa historia es la del Sáhara Occidental. Y el título del proyecto no es inocente: si se habla del llamado Sáhara español como de la provincia número 53 es porque se busca recuperar la historia común de ambos territorios. Unos lazos que no se rompieron en 1975 con los Acuerdos de Madrid ni a principios de 1976 con la huida apresurada de las autoridades españolas. Una historia, defienden sus responsables, que llega hasta hoy, porque hasta hoy alcanzan sus consecuencias.
"El objetivo es despertar el interés entre las nuevas generaciones por saber qué lazo nos une. La gente mayor que vivió allí tiene más idea, aún lo recuerda, pero las nuevas generaciones no conocen nada", apunta Jadiya Ali, una de las responsables de coordinación y producción del proyecto, online desde el 20 de septiembre. Esta traductora ha trabajado desde los campamentos de refugiados de Tinduf, en Argelia, donde nació y adonde ha regresado después de estudiar en España. De este lado habla Laura Casielles, periodista y escritora, además de directora de contenidos del Instituto 25M, el think tank de Podemos, que produce el documental dentro de un proyecto de cooperación de la AECID. Ella retoma las palabras de Ali: "Ese desconocimiento es el de una historia sobre la que seguimos teniendo responsabilidad. Porque las consecuencias que ha tenido el abandono por parte de España del Sáhara Occidental han sido que ese pueblo ha sufrido una ocupación, un exilio y que vive en campos de refugiados desde hace 43 años".
Provincia 53 reúne piezas audiovisuales, grabaciones sonoras, imágenes de archivo —muchas, del Archivo Nacional Saharaui—, documentos e incluso poemas para completar un puzle que, como toda memoria, es diverso y quebradizo. En la web, en lugar de dibujarse una línea temporal unívoca, se ven una serie de círculas concéntricos parecidos a los que marcan la edad de los árboles centenarios. Aquí, el orden es inverso: en los círculos externos, lo más lejano, desde 1884, cuando España reclama el territorio en el marco de la invasión colonial africana por parte de las potencias europeas. En el núcleo, 2019, cuando los saharauis siguen luchando por existir... también en Google Maps. "Las piezas del documental son variadas", apunta Ali, "es precisamente para aportar diferentes visiones, desde lo personal hasta lo documental". Esas piezas han sido capturadas por dos equipos, uno español y unos saharauis, conectados desde el pasado enero por Telegram e e-mail, como si fueran uno. Se encontraron en marzo, en los campamentos. Muy cerca de casa, pero tan lejos.
"Lo principal eran los testimonios de las personas que vivieron esta historia", cuenta Casielles, "que son quienes nos pueden aportar una visión que está fuera de las versiones oficiales, y que son una herencia que necesitamos tener". Delante del objetivo o del micrófono se ponen Ali Omar Buzeid, responsable de comunicación de la Asociación de Familiares de Presos y Desaparecidos Saharauis, que llora cuando habla de la búsqueda de su padre, una de las víctimas de las que se ocupa la organización. O Jadiyetu El Mohtar, miembro de la Unión Nacional de Mujeres Saharauis, que nació en Villa Cisneros y hoy vive exiliada en España. O Chelo Iglesias, que fue su profesora en El Aaiún, adonde llegó en 1953 con su familia y de donde se fue, como todos, en la desbandada española —ella también llora, mientras pide perdón, mientras le pide a su exalumna que la ayude a visitar Tinduf—. Y también la propia Jadiya Ali, junto a Brahim Chagaf, uno de los coordinadores de la Escuela de Cine de los campamentos y parte del equipo de Provincia 53. Ellos hablan del pasado, de sus primeros contactos con España, pero también del presente: de quiénes son, de cuál es su casa, de qué futuro imaginan para su tierra.
En otro vídeo, los responsables del proyecto preguntan a los paseantes, en el centro de Madrid, por sus conocimientos sobre el Sáhara Occidental. Que dónde está, que qué es, que qué se habla. Todo el mundo se sorprende: ¿español, allí se habla español? Provincia 53 trata la historia saharaui no como un pasado ajeno, sino como un capítulo oculto —o, más bien, ocultado— del pasado propio. Lo dice Casielles: "Ahora que el debate de la memoria histórica está muy vivo en la opinión pública española, me parece muy importante que no se reproduzca una vez más el silencio sobre el Sáhara". No es solo que, políticamente, se ignore la responsabilidad sobre un territorio abandonado a toda prisa, convirtiendo un proceso de descolonización —es el único país de África que Naciones Unidas considera aún territorio no autónomo— en uno de ocupación. Es que ha sido borrado de la memoria colectiva. "Para nosotros", continúa la directora, "este silencio o este olvido se enmarca dentro de algo más amplio, que es que toda la cuestión colonial no está siendo tratada en la memoria histórica". Guinea Ecuatorial. El protectorado de Marruecos. "Repasar críticamente esa memoria es reconocer un pasado de violencia y expolio, y uno muy reciente".
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En Provincia 53, decían, conviven muchos materiales distintos. En uno de sus nodos, se recoge la visita de Juan Carlos I, recién nombrado, al Sáhara. "España no dará un paso atrás, cumplirá todos sus compromisos, respetará el derecho de los saharauis a ser libres", prometió. "No dudéis que vuestro comandante en jefe estará aquí, con todos vosotros, en cuanto suene el primer disparo", prometió. En otro de los nodos, situado en 1991, cuando el Frente Polisario —defensor de la República Árabe Saharaui Democrátical (RASD), el territorio autónomo saharaui— y Marruecos firmaron el alto el fuego con la promesa de la ONU de celebrar un referéndum a primeros de 1992. Nunca se produjo. Y el nodo es un poema: "Quién dijo/ que se terminó la guerra./ Quizá para los muertos". En otro se ve a Jadiya Ali caminando en un vasto territorio aparentemente vacío. Es lo que la RASD denomina el territorio liberado, frente al ocupado por Marruecos. Y allí, a lo lejos, del mismo color de la tierra, un muro. El que Ali llama "el muro de la vergüenza". Un muro construido por Marruecos, un muro de 2.720 kilómetros vigilado por 100.000 soldados. Es la primera vez que lo ve. Allí, detrás del muro, vive parte de su familia.
Si se produjera un milagro mañana mismo y el mundo amaneciera siendo perfecto, Jadiya Ali podría cruzar al fin el muro y visitar a su abuelo y a sus tíos. "Empezaríamos a tener más conciencia sobre la historia del pueblo saharaui", sigue soñando Casielles, "y esa conciencia sería también la de nuestra responsabilidad de hacer algo". Y, en ese mundo perfecto, esa nueva y mayoritaria opinión pública presionaría al Gobierno, el que fuera, para que "en el plano internacional, presionara a su vez para que se aplique el mandato internacional que desde hace décadas establece un referéndum de autodeterminación". No es muy distinto de lo que sueña su contraparte saharaui: "Sería genial ver que la conciencia de esa historia común, que nosotros ya tenemos, empezara a tenerla la otra parte. Es que ni siquiera podría describirlo. Sería el reconocimiento de una historia común". De una existencia. En realidad no hace falta un milagro para que eso suceda; hacen falta otras cosas. Quizás, entre ellas, un documental.