Anagrama: cartas entre un escritor y su editor
Correspondencia. 1971-2005
Hans Magnus Enzensberger y Jorge Herralde
Fundación Feltrinelli/Anagrama (Barcelona, 2024)
Vivimos en una edad de plata, si se me permite la exageración, de la epistolografía (palabra que debería estar en el DRAE). En estos últimos años, han aparecido bastantes libros de correspondencias entre escritores. Este que ahora me ocupa resulta singular, pues reproduce las misivas que intercambiaron Jorge Herralde y uno de sus autores predilectos; no en vano le había publicado treinta títulos, un hecho singular también en sí mismo, pues se trata de un polifacético escritor alemán.
La primera carta data de 1971, y la última, del 2005: son 34 años de misivas, aunque nos preguntemos por qué no hubo correspondencia entre el 2006 y el 2022, cuando muere el escritor bávaro, quien había nacido en 1922. Herralde le confiesa a Enzensberger: "Una de las mayores satisfacciones de mi carrera de editor es haber tenido la oportunidad de publicar tus libros" (página 91), a la vez que lo contaba entre sus mejores amigos en el mundo de la edición, resaltando "su agudeza y su sentido del humor incomparables", en un terreno más personal (página 158). Resulta, además, significativo que inaugurara la colección Argumentos con un libro suyo, Detalles (1969), cuyos derechos le había cedido Carlos Barral.
Hasta 1990, y desde su primera convocatoria, Enzensberger fue miembro del jurado del Premio Anagrama de Ensayo, a veces a distancia, con lo que estas cartas suponen una fuente indispensable para comprender un poco mejor la historia de sus primeras convocatorias.
El autor alemán formó parte del llamado Grupo 47, fundó publicaciones notables, como Kursbuch (Libro de texto), en los sesenta, revista de la izquierda extraparlamentaria alemana; y en los ochenta, la revista TransAtlantik, junto al dramaturgo y poeta chileno Gastón Salvatores, pero de lengua alemana y nacionalidad italiana. Dirigió, además, una célebre colección, Die Andere Bibliothek (La otra biblioteca), en la que –por ejemplo– publicó a W.G. Sebald, autor recomendado a Herralde por la traductora y escritora Teresa Ruiz Rosas y por el propio Enzensberger, quien lo califica de "mi protegido" (página 94), un intelectual que pronto se convirtió en un clásico de la segunda mitad del siglo XX. El escritor alemán fue también quien le recomendó a Kapuscinski en 1984.
Respecto a la vinculación de Enzensberger con España, más allá de su constante presencia en el catálogo de Anagrama, recuérdese que formó parte del jurado del Premio Formentor, donde lo conocieron Carlos Barral y Luis Goytisolo, que se le concedió el Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades, y la Medalla de Oro del Círculo de Bellas Artes, ambas en el 2002, y que dedicó un libro a El corto verano de la anarquía. Vida y muerte de Durruti (1999; fue el único de los suyos recogido en la Biblioteca Anagrama, colección de síntesis que arrancó en el 2009), obra que Herralde define como "insólita novela-collague"); por no mencionar que hablaba y escribía en español de forma singular, con los tics propios de un alemán que lo ha aprendido. Pero, además, Enzensberger tuvo un puñado de amigos españoles, desde el propio Herralde y el hispano peruano Mario Vargas Llosa hasta los hermanos Goytisolo, José Agustín y Luis. Este último fue quien más me habló de él cuando no era tan célebre entre nosotros como lo sería luego. A Goytisolo le hacía mucha gracia que alguien pudiera llamarse Hans Magnus, aunque sus amigos lo llamaban, con cierta ironía, Magnus a secas. Casi a la par, digamos, me inculcó el interés por su obra el traductor Michael Faber-Kaiser (hijo del gran diseñador Willy Faber), compañero de la que ahora es la Facultad de Traducción e Interpretación, de la Universidad Autónoma de Barcelona, con quien solía hablar a menudo de literatura, pues su despacho estaba junto al mío. Por coherencia (las razones se explican en el libro, página 18), Enzensberger no aceptó el premio de periodismo Francisco Cerecedo, a pesar de su jugosa dotación. Pero volviendo a Luis Goytisolo, compañero de clase de Herralde, en este intercambio epistolar se nos dan varias noticias sobre los avatares de la edición de Recuento, quizá su mejor novela, si es que podemos juzgarla al margen del conjunto de Antagonía.
Volviendo a Enzensberger, creo que el libro que más éxito tuvo en España —el más leído y vendido— fue Elementos para una teoría de los medios de comunicación de masas (1972), recogido en los Cuadernos Anagrama, pues era lectura obligatoria, mejor: imprescindible, en los estudios de Periodismo, donde yo lo leí con una cierta devoción en los años en que cursé esa carrera. Era uno de esos ensayos que había que leer, pues —como se dice ahora— formaba parte de la conversación, al menos durante los últimos años del franquismo y los primeros de la Transición.
No faltan noticias en esta correspondencia sobre los tropiezos que sufrió la editorial con el Tribunal de Orden Público, con la censura y que Herralde consideró una campaña contra la editorial, dada su independencia política (estamos en 1976). Lo insólito, pues era la primera vez que ocurría, es que dicho caso suscitó una carta de solidaridad de 22 editores; así como sobre el encarecimiento de la edición o la grave crisis que padeció la editorial, en el contexto de una aguda crisis económica, entre 1978 y 1980, debido —cuenta Herralde— a las importantes pérdidas de la distribuidora y a la progresiva falta de interés por el ensayo de tipo político, lo que supondría que la editorial se fuera decantando por la ficción narrativa, por la novela, a partir de los primeros 80. Todo ello le hizo dudar, en aquel entonces, sobre la continuidad del premio de ensayo, que todavía hoy sigue concediéndose. A mediados de julio de 1979, Herralde le cuenta a Enzensberger que "en España la situación es bastante deprimente: [con] una crisis económica pavorosa y una atonía política y cultural total" (página 69), aunque los que éramos estudiantes entonces no lo percibiéramos así.
No quiero acabar sin preguntarme quiénes son las dos señoras que aparecen en la foto de la página 21, acompañando a los protagonistas del libro. ¿Alguna de las dos es la Ángeles que se cita en la página 60? Ni tampoco llegamos a saber de dónde saca Enzensberger que en 1978 ya no usaba nadie en Barcelona el español. En cambio, la foto que aparece en la página 137 creo que está tomada en el Instituto Cervantes de Berlín. Llaman la atención los problemas para encontrar, en esas primeras décadas de la editorial, buenos traductores del alemán. Enzensberger confunde a Jaime Salinas con su padre, don Pedro, lo que me temo que no le hubiera hecho gracia a ninguno de los dos (página 77). Y, por último, no quiero dejar de alabar los apéndices y las diversas fotos que enriquecen el libro.
Para gentes como yo, lector y profesor de Literatura, con todo lo que eso conlleva, algunas editoriales forman parte importante de nuestra vida, como es el caso indudable de Anagrama. No en vano, he leído muchos de los libros que componen su catálogo y he reseñado o estudiado a fondo no pocos de ellos.
Estamos, pues, como creo haber mostrado, ante un libro que es importante para la historia de la edición en España, de la editorial Anagrama en concreto; del ensayismo, alemán y español; del Premio Anagrama de ensayo; y de la buena recepción que tuvo en España el escritor alemán; pero que, además, nos vale también para conocer mejor cómo trabaja un editor que persigue que sus autores adquieran mayor presencia en la prensa española, haciendo de intermediario con los organizadores de conferencias, seminarios y congresos, o para que fueran traducidos y sus obras alcanzaran repercusión en otras lenguas, como ocurre con Xavier Rubert de Ventós o Roberto Bolaño, aunque sin demasiado éxito en estos casos. Años después, un par de autores de la casa, Rafael Chirbes y Javier Marías, triunfarían tanto en ventas como en crítica entre los lectores alemanes.
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Asimismo, Herralde —que nunca llegó a visitar a Enzensberger en Múnich, donde acabó residiendo—, se atreve a hacer, en esta correspondencia, algunos pinitos con el idioma alemán (al editor suele gustarle utilizar palabras y expresiones en otras lenguas), para reprocharle, en 1994, la escasez de noticias, con un expresivo ¡lástima!, Shade!
* Fernando Valls es profesor de Literatura Española Contemporánea en la Universidad Autónoma de Barcelona y crítico literario.