Los libros

Atar un sueño, perfección abierta

Portada de Un pájaro naranja atraviesa mi sangre, de Lorenzo Planas.

Juan Manuel Romero

Un pájaro naranja atraviesa mi sangre

Lorenzo Planas

Milenio

Barcelona

2021

La poesía de Lorenzo Plana (Lleida, 1965) propone una bajada a la conciencia siguiendo el sendero de una imaginación sorprendente y tortuosa. La búsqueda de la verdad de la vida, de la serenidad y la felicidad encuentra de pronto una curva cerrada que sólo es posible tomar sin salirse del camino aceptando también el sinsentido, el fracaso y la soledad. Se trata de un sendero que avanza en el límite de la lucidez y la pesadilla, y que los asume a ambos; un sendero que recorren no sin acopio de valor quienes se atreven a permanecer en la incertidumbre: “Cualquier tratado sobre la verdad / es una trampa contra el sol lluvioso”.

Un pájaro naranja atraviesa mi sangre es el libro más depurado, íntegro y contenido de Lorenzo Plana hasta el momento, y viene a dar una vuelta de tuerca a esta personal estética de la incertidumbre y la perplejidad. Divididos en cuatro partes, los treinta poemas que componen el conjunto se pueden leer como un revulsivo contra el dolor de la enfermedad, el desamor, la identidad y la muerte. La indagación en un presente desolado (“¿Cómo no desear que todo cambie?”) provoca un reencuentro con el pasado que vuelve ferozmente entre la nostalgia y el olvido, entre el descanso y la oscuridad, un pasado que no es sino un “silencio salvaje” que urge desentrañar y comprender, porque “somos como la noche cuando busca raíces”.

Como señala con acierto Antonio Lucas en la contraportada del libro, “Plana es un poeta que documenta el paso del tiempo desde la certeza de sentirlo y el desconcierto de entenderlo”. Y hay que añadir, por un lado, que el sentimiento nunca es sensiblero ni afectado, sino que afronta el daño en todo lo que tiene de crudo y de áspero; el texto “Un instante nuevo”, por ejemplo, nos muestra sin pudor a la madre en una habitación de hospital con “unos huesos que tiemblan / de extrema delgadez, un festival / de la muerte”. Por otro lado, la comprensión que alcanza el poema es siempre singular, libre de obviedades, paradójica. “Atar un sueño, perfección abierta”, verso con el que se inicia el poema “Las palabras descansan”, serviría de definición de lo que la poesía de Lorenzo Plana consigue en el lector: una revelación súbita y desconcertante, una apertura de sentido.

Autor de una obra breve, coherente y rigurosa, avalado por la crítica y presente en las antologías más destacadas de su generación, Lorenzo Plana sigue siendo, sin embargo, una rara avis, muy admirado por unos pocos y desconocido por muchos, quizá por el exceso de ruido que impera en el panorama, quizá por su propia naturaleza periférica. Quien se acerque por primera vez a su poesía en Un pájaro naranja atraviesa mi sangre descubrirá la voz de una lógica distinta, una lucidez con poder paliativo, un afilado observador de la emociones capaz de abrir la piel de las realidades humanas con el bisturí de lo irreal, de la metáfora insólita, de la reflexión inesperada y libre; para los que seguimos su trabajo desde hace tiempo, este libro nos vuelve a llevar a su extraño terreno, biográficamente descarnado y oscuramente imaginativo.

La construcción de Circe

La construcción de Circe

“El sinsentido de la vida nos traspasa con relaciones extrañas”, dice el verso de Wallace Stevens, extraído atinadamente de su Notas para una ficción suprema, que sirve de pórtico al volumen y sintetiza con fuerza su zona de exploración. Lorenzo Plana ha entrado a fondo en ese sinsentido (que en estos días de pandemia precisamente más nos asalta) y nos lo ha devuelto convertido en un regalo de memoria emocionante, en una música misteriosa, en un amanecer que puede curarnos. En la más verdadera poesía.

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Juan Manuel Romero es poeta. Su último libro, Contra el rey (Hiperión, 2020).

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