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Martín Nogales, de la crónica a la novela

Un mundo mejor donde vivir

José Luis Martín Nogales

Menoscuarto (Palencia, 2024)

 

¿Cómo y por qué contar ahora en una novela los trágicos sucesos del 11M? Son preguntas que debió hacerse el autor al empezar a escribir este libro. El caso es que en un clarificador texto final, titulado Fuentes bibliográficas, nos muestra los mimbres de su narración. Y aunque no soy partidario de estas aclaraciones, creo que innecesarias para el lector, reconozco que resultan muy útiles para el crítico y lo serán también para el historiador de la literatura.

La novela se compone de tres partes, cuyos títulos nos llevan de la búsqueda del paraíso al laberinto en que acaban metidos los autores de los atentados, del que no consiguen salir. En ellas se cuenta la preparación y cómo se llevaron a cabo los atentados del 11 de marzo del 2004 en Madrid, obra de terroristas musulmanes; y quiénes eran estos, su procedencia, cómo llegaron y qué hacían en España, mientras se dedicaban algunos de ellos al tráfico de drogas; pero también cómo fue armándose la célula, la vinculación con Al Qaeda y la yihad, la creencia en la lucha contra los infieles, y –lo principal- por qué cometieron una masacre de semejante calibre. En el caso de los musulmanes, sus motivaciones, aunque incomprensibles, resultan claras; si bien parecen más difíciles de entender las de sus cómplices españoles, como Suárez Trashorras, quien les vendió los explosivos, si solo consistían en conseguir drogas, que intercambiara dinamita por drogas. Y, por último, por qué las fuerzas de seguridad del país no llegaron a detectar lo que estaba preparándose, por qué no se investigaron ciertos hechos y cómo es posible –se pregunta también el narrador- que con todas estas personas vigiladas [se refiere a “la existencia de una trama local de delincuentes, traficantes de droga y vendedores de explosivos” en Asturias] no se pudieran evitar los atentados de Atocha (páginas 109 y 233).

Hasta donde yo sé, este punto de vista, al centrarse en los terroristas, resulta novedoso, con una excepción, como veremos. En un útil y bien informado artículo del profesor suizo Marco Kunz (“Palabras contra bombas: respuestas literarias a los atentados del 11-M”, BBMP, LXXXV, 2009, páginas 407-431), que debería poner al día, el autor recorría la producción cultural y, en especial, la literatura (poesía, teatro y narrativa), que había generado el atentado terrorista, tales como cortometrajes, documentales, cine, fotografía, escultura, ópera y canciones. Kunz compara las reacciones literarias, las metáforas que se utilizaron en Estados Unidos tras el 11S, con las que se usaron en España tras el 11M. En el terreno de la narrativa, ateniéndonos a su estricta calidad literaria, habría que destacar las obras de Luis Mateo Díez (La piedra en el corazón, 2006), José María Merino (La sima, 2009, que no trata del 11M, pero arranca en él), Ricardo Menéndez Salmón (El corrector, 2009), Adolfo García Ortega (El mapa de la vida, 2009) y Manuel Gutiérrez Aragón (La vida antes de marzo, 2009), Fernando Aramburu (en algunos de los cuentos de El vigilante del fiordo, 2011), Nuria Labari (Cosas que brillan cuando están rotas, 2016), Manuel Jabois (Nos vemos en esta vida o en la otra, 2024, que ha inspirado una serie de televisión, compuesta de seis episodios, dirigida por Jorge y Alberto Sánchez-Cabezudo), Ignacio Orovio (Los inculpados, 2024; pero en el 2009 había colaborado con Justin Webster en un documental, Conexión Madrid y, con el mismo título, en un libro de investigación periodística, publicado en el 2009), por solo recordar los títulos que más me han llamado la atención. Varios de ellos, a diferencia de la novela de Martín Nogales que ahora me ocupa, se publicaron en fechas cercanas a los hechos, pero además el autor evita los tópicos tranquilizadores al uso, del tipo todos estuvimos allí, todos fuimos víctimas, cuando se mata a un hombre se mata a todos los hombres, etc.

Como el autor ha confesado, se vale de la novela para tratar de responder a preguntas fundamentales: ¿qué ocurrió realmente, y cómo pudo suceder?, ¿cuál es la raíz, el origen del mal? Con el fin de responderlas, se ha documentado, en artículos y libros, para saber quiénes eran los terroristas, cómo se prepararon los atentados, cómo fue la investigación de la policía y la actuación de los jueces, la sentencia. Pero no por ello emula, como se ha dicho en más de una ocasión, A sangre fría (1966), de Truman Capote, con la que observo más diferencias que similitudes; entre otras, que se trata de una novela pionera en eso que los americanos llaman no ficción, sobre unos hechos sucedidos en 1959, basada en las conversaciones que mantuvo el autor con los asesinos.

Los datos históricos básicos son que el 11 de marzo del 2004 se produjeron en Madrid unos atentados terroristas, por miembros del denominado Estado Islámico, que produjeron 191 muertos y casi 1.900 heridos. Todo ello debería enmarcarse en un contexto mayor y tener en cuenta las actividades terroristas de Al Qaeda, junto con el poder y la influencia de Bin Laden, la guerra de Irak y los atentados contra las Torres Gemelas, en Nueva York. Y por último, las reacciones de Aznar, entonces presidente del Gobierno, a los atentados españoles, empeñado, contra toda evidencia, en culpar a ETA; incluso cuando se sabía a ciencia cierta que los responsables eran otros, con la pérdida de las inmediatas elecciones generales, ganadas por el PSOE.   

Si bien la novela es coral, podríamos destacar tres personajes: Ibrahim, un testigo protegido, interrogado a lo largo de veinticinco capítulos o secuencias por un juez, los cuales se alternan con el relato de los hechos, que ocupan los capítulos restantes; Roxana, la mujer rumana, víctima de la trata de blancas (Ibrahim se la describe al juez como “joven, delgada, tenía una melena rubia y ojos azules”, página 87), pero por la que Ibrahim se juega la vida, protegiéndola; y Jamal, conocido como el Chino, delincuente marroquí y uno de los protagonistas de los atentados, quien acaba suicidándose para evitar que lo atrape la policía. Estos dos personajes, Ibrahim y Roxana, actúan en la novela como contrapunto del fanatismo de los terroristas; como la esperanza que surge entre tanta maldad, pues ambos buscan, según anticipa el atinado título (al que se hace referencia en el texto, con ciertas variantes, en diversas ocasiones, páginas 96, 124 y 282), un mundo mejor donde vivir, que no es lo mismo que un mundo donde vivir mejor, ya que, como tantos otros emigrantes, procedían de países en los que la vida apenas si valía nada. En resumen, a las víctimas de los atentados, se suman –sin ánimos de compararlos- Ibrahim (quien se ve implicado en los hechos sin tener culpa alguna) y Roxana; mientras que los terroristas y sus cómplices españoles formarían un conjunto que aparece menos individualizado, pues tienen en común el fanatismo religioso, la pertenencia a un grupo en el que se sienten protegidos, y la necesidad, en el caso de los españoles, de obtener un dinero fácil y rápido con la droga, sin pensar a costa de qué.

Se trata de una novela crónica, como no podía ser de otra manera, dada su naturaleza, basada en hechos reales, pero que necesita inventarse -ateniéndose a la verosimilitud más estricta- las relaciones privadas, las conversaciones que se produjeron entre los protagonistas. La acción empieza el 16 de abril del 2000, aunque casi toda ella transcurre a lo largo del año 2004, y concluye el 31 de octubre del 2007, una vez celebrado el juicio, cuando ya sabemos las condenas. El autor señala con detalle el paso del tiempo: el día, la hora e incluso el minuto en que trascurren los hechos, señalándolos al comienzo de cada uno de los capítulos. 

Si el libro de Orovio y Justin Webster, ya citado, se centraba en dos de los principales líderes de la célula terrorista, los conocidos como El Tunecino y El Chino; la de Martín Nogales es una obra de ficción más coral. Se muestra, además, cómo trabaja la policía, los servicios de inteligencia y de qué modo se valen de la informática. Debe tenerse en cuenta que estamos ante una novela sobre el terrorismo islamista, pero también sobre la delicuencia, el tráfico de drogas y la trata de blancas, e incluso con un juez que no parece muy hábil en los interrogatorios.

La narración destaca por la sobriedad del estilo, evitando el tremendismo, y adoptando el tono más adecuado para lo que se quiere contar. El autor no se detiene en las consecuencias políticas que tuvieron los atentados, quizá porque se trata de una materia trillada por la prensa, aunque todavía hoy algunos políticos y periodistas de la derecha sigan atrincherados en sus mentiras.  

Un grato descubrimiento: la narrativa breve de Martín-Santos

Me imagino que algunos lectores se preguntarán si, después de tantos, libros, reportajes, artículos y ficciones, nos quedaba algo por saber sobre aquellos atentados. Pues, parece ser que no está claro quién fue el principal instigador, ya fuera uno, ya varios: ¿Aziz, Lamari, El Tunecino? El primero murió en un atentado, y los otros dos se suicidaron en Madrid. Martín Nogales cita a Lamari (página 255), mientras que Fernando Reinares parece decantarse por Aziz. Sin embargo, lo curioso del caso, dado lo frescos que tenemos los hechos, pues han vuelto a recordarse este año con motivo de su aniversario, es que resulte imposible aislar la ficción, leerla al margen de la realidad de unos datos  que a menudo interfieren en la lectura, llevándonos a hacernos preguntas. Tampoco nos han quedado imágenes definitivas de los sucesos, de esas que consideramos icónicas, ni tampoco de los terroristas, a diferencia de lo que sucedió en Nueva York, con la imagen de las Torres Gemelas ardiendo o la de Bin Laden, que quedarán en nuestras retinas para siempre.

En este año 2024 se han cumplido veinte del atentado terrorista más grave de nuestra historia, se han publicado infinidad de artículos y reportajes, libros (de Fernando Reinares, 11-M. Pudo evitarse, 2024; Jesús Ceberio, La llamada. La mentira del 11-M: Aznar quería que fuera ETA, 2024; o Víctor Sampedro Blanco, Voces del 11-M. Víctimas de la mentira, 2024), unos nuevos y otros reeditados y puestos al día, e incluso –como hemos señalado- ha aparecido alguna que otra novela. Pero esta de José Luis Martín Nogales que ahora nos ocupa, va a quedar como una de las más atractivas, pues cumple con los propósitos que su autor se impuso, ya que siendo de amena lectura, nos vuelve, además, más comprensible una tragedia en medio de la cual surge un brote de esperanza, una historia de amor, llamémosla así, tratada con la máxima sobriedad.  

* Fernando Valls es profesor de Literatura Española Contemporánea en la Universidad Autónoma de Barcelona y crítico literario. 

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