Ricardo Cavolo convierte al Lorca oscuro de 'Poeta en Nueva York' en un "catálogo de portadas de black metal"

Una de las páginas de 'Poeta en Nueva York'

Procedente de Nueva York, Federico García Lorca desembarcó en Cuba en marzo de 1930. En la isla caribeña se daría permiso para ser feliz y vivió tres meses de lo más agradables, sin duda en clara contraposición con los que había vivido justo antes, durante su estancia en la Gran Manzana desde junio de 1929. Fueron nueve meses, por tanto, los que vivió el poeta granadino en Nueva York, alejado por vez primera de su país, de sus padres y de sus amigos más íntimos. En esta estancia, su poesía cambió radicalmente, oscureciéndose y dejando a un lado el folclorismo andaluz (que tanto despreciaron Buñuel y Dalí). El resultado de esa etapa quedó plasmado en Poeta en Nueva York, publicado cuatro años después de su asesinato.

El primer viaje al extranjero de Lorca comenzó en el verano de 1929. Federico lo absorbe todo y encuentra en las calles un espectáculo que le conmueve, le transtorna y le inspira de forma continua. Harlem, los negros —cuyos cantos y bailes compararía con el cante jondo—, el nacimiento de una sociedad moderna, la fascinación por los rascacielos. Pero también vive en primera persona el crack de la bolsa y comprueba la deshumanización que trae consigo el crecimiento industrial.

Poeta en Nueva York muestra a una persona en crisis total, personal, social e incluso literaria, que se enfrenta a la civilizacion de la sociedad y al sistema capitalista. Los poemas son un cambio de registro completo respecto a su obra anterior y son, a su vez, una crítica feroz al capitalismo, la religión o los convencionalismos sociales, con imágenes visionarias y metáforas que todavía hoy mantienen su actualidad.

"Es uno de los mejores libros de poesía del siglo XX, escrito por Lorca en, seguramente y exceptuando su muerte, el peor momento de su vida, muy deprimido, con el corazón roto y bastante mal. Por eso, Poeta en Nueva York es un libro muy doloroso pero precioso y único, sin duda", explica a infoLibre el ilustrador Ricardo Cavolo (Salamanca, 1982), quien tras atreverse en 2021 con Romancero gitano, retoma ahora la "responsabilidad un poco ciega y loca" de reimaginar a través de su propio talento como dibujante los poemas resultantes del encuentro entre Federico y la gran metrópoli estadounidense.

Como otro encuentro, una conversación más bien, es el que protagonizan ahora el poeta y el ilustrador, separados casi por un siglo de distancia, en esta nueva edición de Poeta en Nueva York (Lunwerg Editores) que reinterpreta la original y en la que el universo particular de Cavolo, cargado de intensidad, color y simbolismo, acompaña perfectamente al surrealismo y los versos atormentados de García Lorca. Se propone así una nueva lectura de este gran clásico lorquiano, que Cavolo hace en sus propios términos, utilizando sus colores, "muy vivos y vibrantes", pero con una paleta un poco diferente.

"Así como normalmente mi trabajo es más cálido, por decirlo de alguna manera, el trabajo de Poeta en Nueva York es más nocturno, más melancólico, con morados y azules, aunque sigue habiendo mucho color. Me parece que una paleta de color fuerte y vibrante casa con la obra de Lorca, que es muy colorido. Él en muchos poemas habla del verde y, de hecho, tiene un poema que se llama así que es muy suyo. Pero si tuviera que decir mi análisis personal y escoger un color, sería el rojo, porque era un tipo muy pasional con mucha sangre que se dejaba palpar en lo que escribía. Aunque sea un topicazo me quedo con el color rojo para Lorca", explica.

Una explosión de color, como es la obra del salmantino, que surge de la oscuridad más plomiza de los versos de Federico. "Tanto en el texto como en la ilustración, este es un libro muy duro y muy crudo", destaca Cavolo, quien opina que seguramente un adolescente coja Poeta en Nueva York y lo absorba con "más deleite que un adulto" en muchas ocasiones, "por la intensidad y el drama" que se experimentan a esas edades. "Para niños desde luego que no es, porque siempre digo que las ilustraciones parecen un catálogo de portadas de discos de black metal, ya que hay escenas complicadas. Y para niños tampoco es el Romancero gitano, pues hay mucho asesinato y mucha puñalada. Lorca es un autor que se entiende mucho mejor desde la edad adulta", argumenta.

Y todavía continúa: "Quien no haya leído nada de Poeta en Nueva York y lea esto por primera vez, aquí tiene ya un acercamiento mental y visual diferente al que tendría si lee otra edición sin ilustraciones. El lector tiene que entender, eso sí, que es mi punto de vista, a fin de cuentas, una visión muy personal, que me parece que es lo interesante. Porque, además, el lector siempre tiene la libertad de decir 'me parece interesante pero no es como yo lo veo'. Me parece súper rico que no te dejes influenciar tan rápidamente por la imagen, que es verdad que nos entra mucho por los ojos".

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"Yo tengo esa visión de él", defiende Cavolo, quien, en cualquier caso, reconoce que si ahora mismo empezara de nuevo este proyecto, "no sería ni mejor ni peor, pero sí distinto", principalmente porque "la creatividad depende de cada momento". Concede, asimismo, que otro creador con otro estilo y otro universo bien podría generar una propuesta "mucho más intimista y mucho más cruda, que te llama de otra manera". "Otro autor que solo use plumilla o sea súper oscuro igual te lleva por el camino del misterio, de descubrir lo que hay ahí. Yo lo hago un poco como hace la naturaleza, con flores y colores te traigo y, ya que te tengo en mi jardín, piérdete en él. Comprendo que a lo mejor con colores no es la manera académica de acercarse a Poeta en Nueva York, pero es mi manera y así lo he podido traducir", reflexiona.

Admite "honestamente", además, que este trabajo ha sido "lo más difícil" que ha hecho en su vida, porque "más allá de ilustrar al maestro", que le impone mucho "respeto", el "surrealismo es muy fastidioso". "Si metes en imágenes el surrealismo de la poesía, ya te lo has cargado, porque la intención del poeta es que te quedes con el surrealismo leído en tu cabeza", plantea, asegurando que si este libro tiene algo de cinematográfico, "que al final es algo también muy onírico", es básicamente porque quería "hacer honor a esa escritura surrealista y sin sentido, aunque para él lo tuviera, pero que para el lector es a veces más complicado".

Para comprender bien lo que Federico quería decir en estos poemas, Cavolo investigó a fondo para conocer aún más "a la persona" y conseguir un grado más alto de "empatía". "Pasas muchas horas con él al final con todas las ilustraciones. Es una relación rara porque eres tú hacia la nada, puesto que él no está, pero en mi universo ahora él está más cerca", explica. refiriéndose al poeta como una "gran fuente de inspiración" para su obra. "Lorca era un tío muy moderno y muy avanzado en su época. Y hay una cosa muy clásica en él que no falla, que es cómo muchas veces une lo milenario, lo muy antiguo, con lo contemporáneo de su momento, que se puede traducir a cualquier época. Y más allá de que sea vigente o no lo que dice, ahí está la belleza de cómo lo dice".

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