ENTREVISTA | Director del Círculo de Bellas Artes
Valerio Rocco: “Necesitamos vacunas contra el individualismo exacerbado que nos domina”
España y, como epicentro, Madrid, necesitan una catarsis. Valerio Rocco (Roma, 1984) recurre al sentido clásico y teatral de la palabra griega, a la superación de una tragedia de forma colectiva y dialogada, como una de las necesidades más acuciantes de una sociedad quejumbrosa y desorientada. Es la nuestra.
El director del Círculo de Bellas Artes, donde lleva cinco años al frente, es también profesor de Historia de la Filosofía Moderna en la Universidad Autónoma de Madrid y un experto en Hegel. En esta etapa ha liderado una apertura de la institución a públicos más jóvenes y a otros centros culturales en Madrid o del mundo además de favorecer un diálogo entre disciplinas aparentemente lejanas, como la investigación científica y las artes y las humanidades. En una tarde, en el Círculo tanto se puede escuchar una charla sobre el idealismo alemán o a un cuarteto de cuerda pero también vivir una fiesta de disfraces que ocupe todas las plantas del edificio mientras pinchan los dj de moda.
Rocco ve la mezcla con naturalidad y dice aplicársela. Por eso en su tiempo libre devora desde el pop comercial hasta unos buenos ladrillos filosóficos (que él jura disfrutar, claro). “Estoy orgulloso porque mis hijos lo han heredado. Mi hija de 6 años me pide que le ponga vídeos de Shakira o Rigoberta Bandini y a continuación me dice que quiere ver Rigoletto o La Traviata. Es capaz de entender y disfrutar ambas cosas”. Cuestión de cintura… y de equilibrios.
Rocco está estos días embarcado en la celebración del Festival de las Ideas, cuatro días de filosofía, pensamiento, artes y ciencias en las calles de Madrid desde el 18 al 21 de septiembre con personalidades del pensamiento españolas e internacionales. En total, 70 actos y 130 invitados de primer nivel para reflexionar sobre asuntos como los ataques a la democracia, los límites del humor, el estrés y la ansiedad, la toxicidad de las redes sociales, la inteligencia artificial o los valores de la moda, entre otros muchos (en esta serie de artículos de Anabel Cuevas se puede disfrutar de un anticipo). Todo en escenarios como la Plaza de España y otros puntos céntricos donde los ciudadanos podrán tomar la palabra sin que falten los conciertos y la celebración. Con la participación de otras 11 instituciones culturales y el apoyo del Gobierno, la Comunidad y el Ayuntamiento.
“El Festival parte de la premisa de que vivimos en una época de la cultura del malestar, de diversas formas de malestar”, explica Rocco. “Abarcan el punto de vista intergeneracional, económico, social, ecológico… Respecto a otras épocas, esos malestares se expresan y se afrontan hoy individualmente. Somos una sociedad totalmente atomizada. Se han perdido los espacios comunes de generación de pensamiento común. Y siempre habían existido, desde la Grecia antigua, creadora de la filosofía, hasta hace bien poco”.
Ahora, las redes sociales acumulan más y más peso, “pero no tienen nada de social. Te devuelven constantemente tu propia imagen y tu opinión reforzada a través de cámaras de eco”.
La política ya no es un lugar de confrontación razonada entre posturas argumentadas
¿Un festival anti redes sociales?
La voluntad es reunir en espacios físicos a una ciudadanía que se mezcle no sólo para crear comunidad sino para disentir. ¿Qué espacios de disenso argumentado y justificado quedan? Desde luego, la política ya no es un lugar de confrontación razonada entre posturas argumentadas. Las redes sociales son lugares en las que el algoritmo refuerza opiniones persistentes o en los que bloques se lanzan odio sin ningún tipo de argumentación. ¿Qué espacios quedan? En el festival planteamos el disenso y por eso sólo hay una conferencia magistral. El resto son diálogos y muchas veces entre personas que piensan diametralmente distinto pero están dispuestas a poner a prueba sus argumentos, a discutir y, por qué no, a convencerse. Disentir es muy importante para nuestras sociedades y, sin embargo, tan difícil de hacer hoy, por paradójico que parezca.
¿Cómo hemos llegado hasta aquí?
Faltan espacios de mediación que posibiliten el disenso. Los partidos políticos y los medios de comunicación cada vez son más refractarios a un debate interno real. Las instituciones culturales todavía podemos ser las que posibiliten esas conversaciones desde el disenso y, como en este caso, llevarlo a la calle. Pero también falta pensamiento propio. Y no me refiero a distinguir entre filósofos que lo tienen y ciudadanos que no. Este no es un festival de ciudadanía en el que unos dan lecciones y otros reciben sino que entre todos decimos verdad, como diría Heráclito. Cada vez más nuestros políticos no son los autores de los discursos y de las políticas.
¿Quiénes son?
Son esas figuras técnicas, grises pero enormemente poderosas: los asesores, los speech-writers, los creadores de argumentarios que se distribuyen entre los partidos para dar soluciones prefabricadas a los grandes temas del momento. Puede parecer una anécdota, pero si todos los representantes de una formación política reciben por las mañanas consignas verticales sobre lo que hay que pensar y cómo se debe argumentar, capilarmente eso llega a toda la sociedad. Lo mismo ocurre con algunas tertulias de televisión. Esos argumentos prefabricados, no interiorizados ni construidos por el propio individuo, llegan desde fuera y los vomitamos de manera inconsciente hasta crear sociedades polarizadas que repiten lo decidido por unos pocos. Queremos que la ciudadanía exprese su propio pensamiento a raíz de sus propias vivencias.
Madrid es la única ciudad europea de cierta importancia que no tiene una universidad en el corazón de su ciudad
Puede parecer casi una marcianada pretender llevar la filosofía a unas calles habituadas al consumo que se compra y se vende, pero el festival, coorganizado por La Fábrica, tiene antecedentes en Módena, Santiago de Chile, Toronto o Cambridge, explica. “En Madrid es especialmente necesario. Si hay una ciudad en la que, por diferentes motivos, las plazas se han vuelto cada vez menos lugar de encuentro, reunión y socialización, es Madrid”, advierte.
¿Por qué Madrid?
Por ejemplo: el propio diseño urbanístico de las plazas de modo que sean lugares de paso o de llegada a lugares de ocio o de consumo de pago. Madrid es la única ciudad española y europea de cierta importancia que no tiene una universidad en el corazón de su ciudad donde se intercambie conocimiento. Circunstancias como esta dan a Madrid una percepción y autopercepción ligada al hedonismo superficial, a una diversión sin demasiado contenido en bares y alrededor de las cañas y las tapas. Madrid necesita plazas donde sea posible vertebrar una cierta comunidad.
Madrid no cuida excesivamente a los ciudadanos ni la generación de conexiones ciudadanas
Rocco pone como ejemplo el Refugio Climático que el Círculo instaló este verano en su Salón de Baile, la sala más grande y suntuosa. Según la propia institución, por ese espacio gratuito, lleno de vegetación y actividades pasaron 50.000 personas. “La gente agradecía poder estar en un lugar sin tener que consumir, sin tener que pagar entrada, un lugar al que se iba a ver qué pasaba, donde se producían debates y encuentros espontáneos. Ojalá esa conexión que ha existido siempre entre la filosofía, el ágora entendida como plaza y el teatro como lugar de la catarsis, vuelva a producirse en una nueva Atenas madrileña del siglo XXI”.
Madrid como contraposición a Cataluña y otros lugares. Madrid en contraposición al Gobierno central. Madrid como una aspiradora de personas y economías del resto del país. Madrid como el escenario de la batalla entre la izquierda y la derecha. ¿En Madrid campa a sus anchas el malestar?
Madrid es abierta, hospitalaria, con una vida cultural extraordinaria. ¡Qué voy a decir yo! Es incomparable en Europa y desde luego en España. Pero también es una ciudad que no cuida excesivamente a los ciudadanos ni a la generación de conexiones ciudadanas. Si hay un ejemplo de la España de las piscinas que Jorge Dioni describe en su ya famoso libro, es Madrid o, al menos, el Madrid de los últimos años. Me refiero a esas ciudades que tienden a expulsar del centro a sus ciudadanos para bunkerizarlos en urbanizaciones de las afueras con escasísimo contacto con lo diferente o lo opuesto. Si hay un lugar en el que se han devaluado muchos servicios públicos y muchos lugares públicos de encuentro, desde la Sanidad a la Educación, o el I+D, creo que es Madrid.
¿Qué hacer?
Madrid está necesitada de un refuerzo de lo público entendido en sentido amplio, un empujón, una dosis de energía. Es paradójico que instituciones privadas como La Fábrica y el Círculo de Bellas Artes queramos cuidar y potenciar esos espacios públicos, eso sí, y hay que decirlo porque es de justicia, con el apoyo de todas las administraciones, como el Ayuntamiento, Comunidad de Madrid y el Ministerio de Cultura.
Lleva cinco años al frente del Círculo. ¿Cómo se consigue el equilibrio entre esas fuerzas que luchan de manera tan feroz?
El Círculo tiene dos grandes ventajas y ninguna es mérito mío [sonríe]. Es una institución tremendamente querida por los madrileños y los españoles. Crea un vínculo sentimental con un lugar a través de una vivencia singular singular en la que se mezclan ocio, diversión y cultura de gran calidad. Ese vínculo nos protege. La segunda es que somos la única gran institución cultural de toda España que no es pública y, siendo privada, no depende de un gran banco, una aseguradora o una fundación. Esa independencia es fundamental en el ámbito cultural y público. Es posible sobrevivir y meterse en estos charcos porque la sociedad no sólo te respeta sino que te quiere y porque los poderes públicos, que en parte te financian (un 7% sumadas todas las administraciones), saben que eres independiente.
Se está debilitando la estructura que hace posible la comunidad y, paradójicamente, desde muchas instituciones públicas
Más allá de las instituciones públicas que, a menudo, están bajo sospecha ¿deben los ciudadanos dar un paso adelante y comprometerse más desde lo privado para defender lo público? Me refiero al apoyo a asociaciones, medios de comunicación…
Esta es una institución privada pero profundamente comprometida con lo público, entendido como lo común. Se está debilitando esa estructura que hace posible la comunidad y la sociedad y se está haciendo, paradójicamente, desde muchas instituciones públicas. Se está potenciando un sector privado que no hay que demonizar, ¡en absoluto!, pero que muchas veces está al servicio del beneficio cortoplacista, atomista y egoísta. Hacen faltas vacunas contra el individualismo exacerbado que domina nuestro tiempo y nuestra sociedad. Ese individualismo exacerbado está en contra de la generación de conexiones, de vínculos sociales, del mestizaje, la hibridación, el estado del bienestar, la solidaridad… son conceptos en profunda crisis que nosotros creemos que hay que defender.
¿Echa de menos la universidad?
Sigo vinculado a ella. Estoy en excedencia pero sigo dando clases como profesor honorario en la Autónoma. No echo de menos la docencia, porque en alguna medida la sigo impartiendo, ni la investigación porque, aunque parezca increíble, sigo escribiendo y leyendo, pese a que no es todo lo que querría. Lo que no echo nada de menos es la burocracia, la continua evaluación y la cultura de la sospecha que preside la universidad pública en vez del respeto por su autonomía y dotación de recursos. Se está ahogando a la universidad pública a través de un control burocrático asfixiante.
Se está ahogando a la universidad pública a través de un control burocrático asfixiante
¿Cuál es la situación de la universidad pública?
Madrid tiene un enorme problema de infrafinanciación de sus universidades públicas. No lo digo yo, lo dice el informe de la Plataforma Madrid Futuro sobre el estado de la ciudad. Madrid destaca en muchísimos aspectos respecto a sus competidoras mundiales y es un lugar extraordinario para vivir por muchísimos motivos, entre ellos el cultural, pero tiene una falta de inversión pública y privada en I+D, conocimiento o innovación que es simplemente alucinante.
La situación es dramática porque las economías del futuro van a estar basadas en el conocimiento. Si no se potencia y no se ve el gasto público como una inversión, y quizás la más importante, estamos absolutamente perdidos. Estoy muy preocupado. La universidad pública está perdiendo talento. Es muy difícil para las universidades públicas de Madrid y de España captar talento internacional y la formación de los estudiantes es cada vez más precaria por razones presupuestarias. Haría falta un enorme pacto, un consenso más allá de la política por la educación, y muy especialmente de la educación superior, que la dotara de recursos muy, muy superiores.