El rearme de Europa dispara las ganancias en bolsa de la industria de defensa

A la luz de los últimos movimientos de la Unión Europea, el aumento en el gasto en defensa de los países miembros va camino de ser una realidad. El belicismo de Rusia, junto con la necesidad de reducir la dependencia del paraguas protector de Estados Unidos, ha llevado a la Comisión Europea a movilizar un presupuesto de 800.000 millones destinado a rearmar el continente y hacerlo de manera coordinada en los próximos cuatro años. Esta decisión ha tenido un efecto inmediato en las empresas de defensa, que han visto mejorar sus cifras en las bolsas europeas. De hecho, en el índice STOXX Europe 600 —que agrupa a las principales compañías europeas por capitalización bursátil— de las diez compañías más revalorizadas en lo que va de año, siete son de defensa. La cotización de la alemana Rheinmetall ha crecido en torno al 120% en lo que va de año; la italiana Leonardo, lo ha hecho un 76% y la francesa Thales, un 77%. Junto a estas, BAE, Rolls-Royce, Dassault Aviation y Safran, encabezan el ranking de las grandes compañías de defensa europeas. Entre todas, según un informe de la plataforma de inversión eToro, acumulan un crecimiento del 46% en lo que va de año.
En España, Indra también se suma a esta racha dorada, con un incremento en sus cotizaciones desde enero que supera ya el 40%. De hecho, son Airbus, Navantia, Indra y Santa Bárbara Sistemas las que acaparan el mercado nacional, con un volumen de ventas conjunto que cubre el 73,6% del negocio armamentístico, según últimos los datos de la Dirección General de Armamento y Material (DGAM) del Ministerio de Defensa, relativos a 2022. En el Informe sobre la industria de defensa en España, el organismo público señala que en nuestro país hay 376 empresas con actividad en defensa y, aunque la mayoría de ellas son pymes (un 99%), son las cinco grandes quienes manejan el mayor volumen de ventas.
De este conglomerado de compañías, Navantia es la única grande completamente pública. Dedicada a la fabricación de buques militares, submarinos, armamento, radares o munición, entre otros, es la única compañía española que aparece en el ranking de producción de armas y servicios militares del Instituto Internacional de Estudios para la Paz de Estocolmo (SIPRI) y lo hace en la posición 88 de 100. Los cinco primeros puestos de esta lista están ocupados por empresas estadounidenses. Sin embargo, las ventas en defensa a nivel nacional que se realizaron en 2022 las lideró la multinacional europea Airbus (participada también en un 4% por el Estado), con 2.332 millones en su línea de defensa y espacio y 1.231 con su filial Airbus Military. Le siguen, por orden, de Navantia (1.025 millones), Indra (522 millones) y Santa Bárbara (294 millones).
Indra, participada en un 28% por la Sociedad Estatal de Participaciones Industriales (SEPI), es otro de los gigantes del sector y, al igual que las grandes del ámbito europeo, su cotización ha subido al calor del ambiente geopolítico. De acuerdo con el Catálogo de la Industria Española de Defensa, publicado por el ministerio, la producción de esta empresa va desde sistemas de ciberseguridad, hasta misiles, infraestructura y consultoría estratégica. Además, en el capital de Indra también participan otras empresas de defensa como Escribano Mechanical & Engineering, con un 14,3% del accionariado, y Sapa Operaciones, con un 7,9%. De hecho, el actual CEO de Indra, Ángel Escribano, llegó a la compañía desde Escribano M&E, su empresa familiar. Pere Ortega, presidente honorario del Centro Delàs de Estudios para la Paz, explica que Indra es ahora una de las empresas “mimadas” por el Estado, ya que su producción en el área de la tecnología es clave para, por ejemplo, hacer que un misil llegue a su destino. “El 19% de toda su producción es militar y, por lo tanto, tiene un peso importante. Lo que se pretende es que se llegue a medir con las grandes empresas europeas”, concluye.
La última de las cuatro empresas españolas es GDELS-Santa Bárbara Sistemas, que actualmente opera como una filial de la norteamericana General Dynamics, aunque originalmente había sido una empresa pública. Dedicada a la fabricación de blindados, ahora es objeto de atención, ya que Indra está explorando una posible compra para ampliar su volumen de negocio.
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Los movimientos dentro del sector se van sucediendo a medida que se conocen más detalles sobre el nuevo plan de defensa europeo. En España, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, aún no ha concretado cómo se alcanzará el compromiso de llegar al 2% del PIB en gasto en defensa antes de 2029. De los 800.00 millones de euros que Bruselas ha calculado para el rearme, 150.00 se articularán a través de préstamos, pero los restantes 650.000 deben salir de los presupuestos nacionales de los países miembros y ello obliga a hacer ajustes a nivel de país. De hecho, países como Alemania ya han aprobado la posibilidad de elevar sus topes de deuda pública para financiar proyectos de defensa. En España aún no se ha concretado, pero Sánchez ha reiterado en varias ocasiones que las posibles partidas de dinero destinadas a defensa no supondrán una merma del gasto social.
Para Pere Ortega, presidente honorario del Centro Delàs de Estudios para la Paz, esta euforia económica es una consecuencia lógica, aunque peligrosa, de la sensación de inseguridad que se está generando a raíz de las políticas de Donald Trump y de la invasión de Ucrania. “Creo que es un miedo infundado, una locura que les está dando a los dirigentes europeos. Una cosa es la invasión de un país como Ucrania y otra un posible ataque a un miembro de la OTAN, que sí movilizaría a todo el conjunto de países y sus respectivos ejércitos”, explica.
Los argumentos positivos que se esgrimen en el auge de la industria militar son, por un lado, que la investigación en este campo impulsa también la mejora en las tecnologías civiles, y por otro, que esta inyección económica repercutirá en más puestos de trabajo. Para Ortega, que investiga temas económicos relacionados con la industria militar, esto puede leerse de otra manera. “Dicen que muchas tecnologías militares se trasvasan a lo civil, pero resulta más bien al contrario. La tecnología civil, por ejemplo, en el ámbito de la electrónica, es la que acaba adaptándose para usos militares” y advierte que es esta idea “equivocada”, la que se utiliza muchas veces para justificar la entrega de grandes sumas de dinero público a empresas militares.