Así marcará la brecha de género el 5N: Harris juega con ventaja porque las mujeres votan 'demócrata'
El próximo martes, EE UU acudirá a las urnas para elegir a su próximo presidente en unas elecciones marcadas, ante todo, por una brecha: la de género. A lo largo de esta campaña, hemos podido ver escenas opuestas. El primer fin de semana de octubre, Kamala Harris asistía al pódcast de Alex Cooper Call Her Daddy, un programa muy famoso en Estados Unidos que trata temas de sexo y relaciones. Mientras tanto, Donald Trump celebraba un mitin en Pensilvania junto al hombre más rico del mundo, Elon Musk, y llamaba a ganar las elecciones para derrotar al “enemigo interno” del país. Esto es solo un ejemplo que revela una estrategia política a la que la campaña de Trump ha dedicado millones de dólares y que tiene un objetivo: compensar la pérdida de voto femenino, tras la revocación de Roe v. Wade, con un aumento de voto masculino.
En la semana antes de las elecciones, Trump y su equipo han radicalizado su discurso, alentando los rumores de fraude electoral y preparando el terreno para una posible derrota, tras la cual muchos expertos anticipan escenas de violencia política. El pasado miércoles, Trump aseguró que va a “proteger” a las mujeres tomando decisiones sobre su cuerpo “les guste o no”. El equipo de Harris salió al instante a responder a esas declaraciones, acusando a Trump de “cree[r] que sabe más sobre mujeres que las propias mujeres”.
La brecha de género electoral ha sido un elemento constante en las elecciones americanas desde 1980 y, en ese sentido, estos comicios no son ninguna excepción. En general, los demócratas suelen liderar entre las mujeres, mientras que el voto masculino se inclina hacia los candidatos republicanos. En las últimas décadas, esta brecha, que es un predictor bastante fiable del voto, se mantenido relativamente estable en torno a un 10 y un 12%. Sin embargo, en 2024 la brecha de género puede importar más que antes: Harris podría ser la primera mujer presidenta de Estados Unidos; son las primeras elecciones presidenciales desde que se revocara Roe v. Wade y el tema del aborto podría aumentar la participación; y hay una campaña expresa de Trump que busca captar el voto masculino en los estados clave.
La revocación de Roe w. Wade era una amenaza que ha estado latente desde que se dictara la sentencia hace 50 años. Sin embargo, tal y como explican las periodistas Elizabeth Dias y Lisa Lerer en su libro, The Fall of Roe, pocos demócratas pensaban que existiera un riesgo real. La citada revocación, aseguran Dias y Lerer, fue el resultado de un proceso casi quirúrgico, en el cual un pequeño grupo de presión conservador consiguió apretar el botón correcto del Estado para deshacer la sentencia sin que existiera para ello una voluntad popular. En lugar de desarrollarse como muchos otros cambios sociales—un cambio en la voluntad popular que se traduce en un cambio legislativo—, el fenómeno sucedió al revés: primero vino la ley y luego, si acaso, la voluntad popular. Así, los derechos reproductivos de las mujeres han marcado el debate político de los últimos dos años.
Como contrapartida, Trump está intentando captar a un grupo muy concreto de votantes: los hombres menores de treinta años. John Della Volpe, el director de encuestas del Instituto de Políticas de la Harvard Kennedy School, explica que, desde la primavera de 2020, el porcentaje de hombres jóvenes registrados como demócratas ha caído en 7 puntos, mientras que los hombres jóvenes republicanos han subido un 7%. Esto deriva en una variación neta de 14 puntos en cuatro años. En el mismo periodo, además, el partido republicano ha perdido a un 2% de las mujeres jóvenes.
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Según Della Volpe, autor de Lucha: Cómo la Generación Z está Canalizando su Miedo y Pasión para Salvar a EE UU, Trump y su equipo están invirtiendo millones de dólares en transmitir su mensaje entre un segmento de los hombres menores de treinta años que después de la pandemia, según las encuestas, “se han vuelto más solitarios, presentan mayores tasas de suicidio, son más escépticos hacia las instituciones democráticas y son más vulnerables ante la inseguridad económica”. Su campaña, basada en proyectar una imagen de hombre fuerte, ha consistido en aliarse con multimillonarios como Elon Musk para posicionarse como un referente para ese segmento de hombres jóvenes que cada vez están más asustados y van menos a la universidad. Esa hipermasculinización de la campaña de Trump también se puede observar en sus referentes en materia de política exterior: el expresidente ha expresado muchas veces su admiración por líderes autocráticos y represivos alrededor del mundo a los que considera sus amigos.
La estrategia, según Della Volpe, parece estar funcionando: “Comparado con 2020, los hombres jóvenes ahora son menos propensos a apoyar soluciones gubernamentales contra el cambio climático (15 puntos menos), son más propensos a cuestionar la política migratoria (12 puntos más) y el libre comercio (10 puntos más), y cada vez más creen que los valores religiosos deberían tener un papel más importante en el gobierno (6 puntos más)”.
Una de las claves será ver qué papel juega en todo esto la participación. En las pasadas elecciones, la participación entre las mujeres se situó en el 54,7%, mientras que entre los hombres fue del 44%. Hay más mujeres adultas que hombres y este patrón es homogéneo en la mayoría de los estados bisagra. Tras analizar la brecha de género en todos ellos, un estudio de Brookings ha concluido que, si la participación aumenta entre los hombres con respecto a 2020, beneficiará a Trump, mientras que, si la participación femenina se mantiene con respecto a 2020 o aumenta un poco, beneficiará (mucho) a Harris.