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Adiós a la diversidad racial: el ascenso de la ultraderecha hará aún más blanco el Parlamento Europeo

Parlamentarios del PE.

Ludovic Lamant (Mediapart)

Bruselas (Bélgica) —

La primera vez que Nora Mebarek atravesó las paredes del Europarlamento en Estrasburgo, el ujier pensó que era la asistente de un diputado. “Me dijo que no podía entrar en el salón de plenos”, recuerda la socialista, número dos de la lista del PS-Place publique francés en las elecciones del 9 de junio. 

La menor de siete hermanos de padres argelinos, Nora, que se formó en política en Arles (Bouches-du-Rhône), es una de las pocas representantes no blancas que han ocupado escaños en Bruselas y Estrasburgo durante la última legislatura. A su llegada se impuso a ella misma algunas reglas, como no saludar nunca a los representantes de extrema derecha: “El primero que me saludó cuando llegué fue Thierry Mariani. Le conocí cuando estaba en Les Républicains, antes de que se pasara al Rassemblement National. No le devolví el saludo. Sé que puede resultar chocante en el Parlamento. Pero no puedo”. 

Miembro de la comisión de desarrollo regional que preside otro francés, Younous Omarjee (La France insoumise, LFI), Nora dice que sigue sintiéndose incómoda con la cultura ensimismada de la institución: «Es difícil abrirse paso políticamente en este Parlamento, donde todo es una cultura del compromiso, donde todo se pule, donde todo se organiza en una burbuja, donde a veces tienes la impresión de que las personas que trabajan allí se casan entre sí.»

En Bruselas y Estrasburgo, la constatación se repite con cada mandato: el Parlamento está compuesto por una aplastante mayoría blanca. Pocos días después de la muerte de George Floyd, asesinado por las fuerzas policiales en Estados Unidos, la presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen, se dirigió a los eurodiputados en junio de 2020 diciendo: “Miremos a nuestro alrededor, aquí en esta Cámara. La diversidad de nuestra sociedad no está representada”. 

Según un estudio de ENAR, una plataforma europea de organizaciones contra el racismo, la proporción de eurodiputados que se consideran pertenecientes a una minoría étnica es del 4,3% en el último mandato (2019-2024), frente al 3,4% del anterior (2014-2019). Este dato contrasta con las estimaciones que sitúan la proporción de minorías étnicas y raciales en la población europea en al menos el 10%

En este contexto, el lema de la Unión Europea “Unidos en la diversidad” parece vacío. “Si la única asamblea de la UE elegida por sufragio directo no representa la diversidad de la población europea, es un problema de democracia y representación”, afirma Julie Pascoët, coordinadora de promoción de ENAR. 

“Es problemático que un lugar de poder no sea representativo de su población", añade Narmine Abou Bakari, responsable de la campaña sobre economía circular del grupo de Los Verdes en la Eurocámara. “Un hemiciclo más representativo nos permitiría pensar de otra manera. La forma de formular políticas públicas también se basa en los obstáculos que uno haya podido experimentar como individuo”. 

Es poco probable que la tendencia mejore en el próximo mandato. En primer lugar, porque se espera que crezcan las fuerzas de extrema derecha. Pero también, según Julie Pascoët, porque “los partidos progresistas no han tenido prácticas suficientemente sólidas en este ámbito para garantizar que los candidatos negros o racializados estén en condiciones de ser elegidos”. Cita como ejemplo la lista de Die Grünen, los ecologistas alemanes, con todos los candidatos blancos, mientras que en la delegación saliente estaba Pierrette Herzberger-Fofana, una de las cinco eurodiputadas negras del actual hemiciclo. 

El punto de inflexión del Brexit

Herzberger-Fofana, la primera eurodiputada alemana de ascendencia africana, causó estupefacción durante un debate en junio de 2020. Explicó que había sido “tratada de forma humillante por agentes de la policía belga” en los alrededores de una estación de Bruselas. Introdujo así en la agenda del Parlamento el tema de la violencia policial, un asunto delicado ante el que la institución había venido haciendo la vista gorda. 

Los Verdes también se distinguieron al proponer a la sueca Alice Kuhnke, eurodiputada negra, para la presidencia de la Eurocámara en 2022, que perdió frente a la conservadora maltesa Roberta Metsola. Para las elecciones del próximo domingo, los ecologistas de República Checa presentan una cabeza de lista de piel morena, Johanna Nejedlová, mientras que la lista encabezada por Marie Toussaint es una de las más diversas de Francia, con candidatos y candidatas no blancos como Mounir Satouri, Majdouline Sbai, Mélissa Camara, Abdoulaye Diarra y Priscillia Ludosky en puestos elegibles. 

Todos coinciden en que el Brexit, que entró en vigor en 2020, ha supuesto una ruptura con el pasado, alejando de la institución a muchos asistentes, consejeros y diputados no blancos, incluso en las filas de los tories (Partido Conservador), abiertos a cierta diversidad. Claire Gilder, mulata británica asesora sobre derechos de la mujer del grupo de Los Verdes en el Parlamento, coincide: “Hay un antes y un después del Brexit. El número de personas no blancas que me encuentro a diario en los pasillos desde el Brexit no es el mismo que antes”. 

“El Brexit también ha sido un punto de inflexión en estas cuestiones porque en el Reino Unido la raza es un tema de debate, mientras que en la Europa continental, y en Francia en particular, la gente todavía se niega a reconocer que la raza existe”, prosigue. Y matiza la imagen de un Parlamento totalmente blanco: “Si se tiene en cuenta al personal de seguridad o de limpieza, hay una sobrerrepresentación de personas no blancas en el Parlamento. Pero si sólo nos fijamos en el personal político del Parlamento, en los grupos o en la administración, entonces sí que hay una sobrerrepresentación de blancos”.

Uno de los problemas de la política europea es que mucha gente trabaja en temas que no les afectan

Claire Gilder, consejera del Grupo de los Verdes

 Desde la muerte de George Floyd en 2020, Claire Gilder participa en reuniones no mixtas de personas que trabajan en el Parlamento y se identifican como no blancas. Aunque están abiertas a todas las afiliaciones políticas, nunca han superado las veinte personas. La perspectiva de un auge de la extrema derecha tras el 9 de junio no le preocupa demasiado: “Siempre me ha resultado difícil trabajar en este Parlamento, mucho antes de que hubiera tantos representantes de extrema derecha. Es falsa la idea de que sólo la extrema derecha es racista”. 

Narmine Abou Bakari, que tiene la doble nacionalidad francesa y comorense, ve las cosas de otra manera: “Esto no lo vivo bien. Recuerdo una sesión en Estrasburgo en la que tuve que volver a recoger algunas cosas de una sala que había sido reservada por la extrema derecha, y tres jóvenes me preguntaron qué hacía allí. Me sentí ofendida. La violencia no estaba en lo que decían, sino en su deseo de intimidarme”. 

Y añade: “La gente no se da cuenta del lado tangible del ascenso de la extrema derecha: no es una persona la que pronuncia un discurso en el pleno, sino cientos detrás. Mis colegas blancos pueden llegar a ignorarlo, porque para ellos no existe esa impresión de ser una molestia para esa gente”. 

Debido a la escasa representación de las minorías étnicas en el Parlamento, durante los debates de esta legislatura acabada han permanecido invisibles, o se han planteado mal, algunas cuestiones. Claire Gilder señala el informe no legislativo sobre la prostitución en la UE aprobado el año pasado. Según ella, el texto, redactado por una amplia mayoría de representantes blancos, acabó defendiendo un enfoque represivo de la prostitución, a pesar de que muchas prostitutas son precisamente no blancas. 

“Uno de los problemas de las políticas europeas", insiste Claire Gilder, “es que mucha gente trabaja en temas que no les afectan. Cuando algo no te concierne directamente es fácil distanciarse de ciertas realidades. No todo el mundo es vulnerable de la misma manera. Y este distanciamiento que veo aquí es muy peligroso.” 

Otros relativizan los fallos del Parlamento Europeo en materia de diversidad: “No creo que la situación sea peor en Bruselas que en París”, afirma la eurodiputada Nora Mebarek. “Hay grupos enteros en la Asamblea Nacional, incluso en la izquierda, donde no hay personas de piel oscura.” Y el activismo de algunos, como Younous Omarjee, originario de La Reunión, consiguió en 2020 que se aprobara una resolución que reconoce la trata de negros como crimen contra la humanidad: prueba de que la Asamblea sabe a veces ser menos ciega que en el pasado ante ciertas cuestiones heredadas de los imperios coloniales. 

Algunos avances poco frecuentes

En Bruselas no son nuevos los debates sobre la “blancura” de las instituciones de la UE. En 2017, el diario Político ya había lanzado una campaña en redes sociales titulada #BrusselsSoWhite (Bruselas tan blanca), que apuntaba no solo al Parlamento, sino también a la Comisión, a sus veintisiete comisarios blancos y a otras instituciones satélite. Pero no dio lugar a ninguna medida concreta. 

Las movilizaciones de Black Lives Matter tras la muerte de George Floyd en 2020 volvieron a poner estos temas en el primer plano de la agenda. La Comisión Europea ha elaborado un plan contra el racismo para 2020-2025, en el que el Ejecutivo de Bruselas, como empleador, dice querer dar ejemplo. En la dirección general de Recursos Humanos se ha creado una oficina de “diversidad e inclusión”, con una hoja de ruta cuyos resultados aún son difíciles de medir. 

En el Parlamento, un intergrupo “Antirracismo y Diversidad” (ARDI), uno de cuyos co-presidentes, el ecologista alemán Romeo Franz, pertenece a la minoría gitana, reúne a ochenta diputados de diversos grupos políticos, intentando desde hace tiempo avanzar en estos temas. 

Contactados por Mediapart, los servicios del Parlamento recuerdan que la constitución de las listas nacionales de eurodiputados es competencia de los partidos políticos nacionales. También señalan que en 2019 la Cámara aprobó el informe de uno de sus vicepresidentes, Dimitrios Papadimoulis, sobre la política de diversidad en la institución. Se ha nombrado a una persona de referencia dentro de la administración para que aporte su experiencia en “cuestiones de discriminación”. También se habla de “aumentar la tolerancia con las solicitudes de permisos para fiestas religiosas no incluidas en el calendario de días festivos del Parlamento Europeo”

La red ENAR reclama “estadísticas cualitativas” para cuantificar las carencias –“el hecho de no tenerlas hace que no se visibilice el tema”, dice Julie Pascoët–, prácticas más inclusivas para becarios y solicitantes de empleo, y cuotas de personas no blancas en las listas del Parlamento Europeo. 

“En un mundo ideal, las cuotas serían una buena idea, pero no creo que sea posible a estas alturas”, dice Claire Gilder, a quien le gustaría que los gobiernos se comprometieran a dar prioridad a las estadísticas étnicas. 

¿ONG igual de blancas?

Para colmo, el mundo de las ONG, que gravita en torno a las instituciones y aporta su experiencia a los parlamentarios, también carece de diversidad. Esta es la observación que hace, entre otros, Laurence Meyer, activista encargada de las cuestiones de justicia social y racial del Digital Freedom Fund, una fundación especializada en temas digitales. 

Durante los debates sobre el pacto migratorio, con toda una batería de textos sobre migración, Laurence trató de concienciar a los eurodiputados del sesgo racista inherente a las tecnologías de vigilancia. En particular, criticó el reglamento sobre Eurodac, la base de datos biométricos que registrará las huellas dactilares, la imagen facial y los documentos de identidad de los inmigrantes a partir de los seis años.  

Pero la experiencia fue difícil, y el texto sobre Eurodac se aprobó finalmente por cómoda mayoría el pasado mes de abril. “No es sólo una cuestión de representación digital y masa crítica en el Parlamento", afirma Laurence Meyer. “Al fin y al cabo, hay personas de piel morena en Renaissance, y Rassemblement National también apuesta por la diversidad, para demostrar que no son racistas”. Y añade: “Veo una falta de comprensión más general, sobre el racismo sistémico, sobre las relaciones de poder en nuestras sociedades, que conlleva la ausencia de propuestas relevantes”. 

A propósito de los debates sobre el expediente Eurodac, Laurence Meyer explica: “Las personas que desarrollan análisis detallados de las cuestiones raciales siguen absteniéndose con demasiada frecuencia de participar en conversaciones sobre tecnología, por considerarlas demasiado técnicas. Eso pasa entre los responsables políticos, pero también en la sociedad civil.” 

Sin embargo, en esta legislatura que acaba ha habido un experimento que ha trastocado las cosas. La campaña #ProtectNotSurveil (proteger en lugar de vigilar), encabezada en particular por la activista Sarah Chandler, ha logrado influir en el debate sobre la regulación de la inteligencia artificial, al menos en el Parlamento Europeo. 

Esta coalición reunió a una amplia gama de actores, desde organizaciones de justicia racial hasta derechos de los migrantes, derechos digitales y derechos de los trabajadores y trabajadoras del sexo. Esta amplia perspectiva ayudó a multiplicar el impacto de la campaña, y a tener el discurso más informado sobre las realidades del terreno. Ha movido algunas líneas en el Parlamento", explica Laurence Meyer, que está convencida de que esta labor de entrelazar ONG de mundos diferentes, pero movidas por intereses comunes, es una forma de hacer reaccionar a un Parlamento demasiado blanco.

 

 Caja negra

Las entrevistas se realizaron en Bruselas y Estrasburgo durante los primeros meses de 2024. Muchos de los eurodiputados no blancos contactados por Mediapart no quisieron responder a nuestras preguntas.

 

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Traducción de Miguel López

 

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