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La cumbre de presidentes se salda sin acuerdos pero con un frente abierto en el PP por la quita de la deuda

Un pacto con la izquierda, la salida del laberinto político francés que Macron se resiste a ver

El presidente francés, Emmanuel Macron, se dirige a la nación en un discurso televisado tras la dimisión de Barnier.

Mathieu Dejean y Pauline Graulle (Mediapart)

El diputado Sacha Houlié ha dado la vuelta a la situación en todos los sentidos. Y sus conclusiones son invariables: tras el fracaso de la alianza entre los macronistas y Les Républicains (LR), solo el nombramiento de un primer ministro de izquierdas permitirá evitar una nueva censura y garantizar un mínimo de estabilidad política. “En cualquier momento, la realidad matemática se impondrá a todos”, afirma este ex macronista.

El jueves 5 de diciembre, los cuatro líderes de los partidos del Nuevo Frente Popular (NFP) tenían previsto reunirse para debatir la nueva situación política, mientras que sus respectivos grupos se reunían para debatir el momento, que sigue siendo muy cambiante. Mientras que el Partido Socialista (PS), el Partido Comunista (PCF) y los Ecologistas siguen esperando que los Insumisos (LFI) se unan a su estrategia de compromiso, todo el mundo sabe que esta hipótesis ya puede descartarse.

Las hostilidades incluso se han recrudecido en el seno del NFP. “Desde Olivier Faure a Yannick Jadot, pasando por André Chassaigne, todos han empezado a elaborar su escenario político para el futuro y han acudido rápido a los estudios de televisión para promoverlo. Su estrategia se resume en una palabra: “Compromiso, compromiso, compromiso: todos lo repiten a coro”, se burlaba el jueves en su blog el diputado Bastien Lachaud, argumentando que “no tiene sentido”, pues cree que “son los macronistas y sus aliados de derechas los que rechazan desde hace meses cualquier compromiso con la izquierda”.

“Sólo queda una solución para salir del punto muerto: unas elecciones presidenciales anticipadas”, dijo la víspera Mathilde Panot, líder de La France insoumise (LFI) en la Asamblea Nacional, justo después de la caída del Gobierno de Michel Barnier, confirmando que su movimiento seguiría haciendo campaña por la dimisión de Emmanuel Macron y nada más que por su dimisión. "Barnier era un fusible, este Parlamento está cerrado. Los franceses tienen una lógica presidencial, por lo que el punto de desbloqueo emana del Elíseo. La dimisión es algo racional”, explicó el diputado de LFI Carlos Martens Bilongo.

Aunque Jean-Luc Mélenchon se considera la única persona de la izquierda capaz de llevar a cabo una campaña presidencial acelerada –un máximo de treinta y cinco días, según la Constitución–, el resto del NFP tiene serias dudas sobre sus posibilidades de ganar en una segunda vuelta a Marine Le Pen. Por ello, los socialistas, en particular, buscan últimamente salidas que permitan aplazar la situación hasta 2027. “Porque hay gente que espera que cambiemos su vida, aunque sea un poco, ahora mismo, ya”, insiste Olivier Faure.

La izquierda busca unirse, sin comprometerse

Desde hace varios días, el primer secretario del PS repite que “la era post-Barnier no debe ser como la pre-Barnier”. "Por eso necesitamos un primer ministro de izquierdas y un acuerdo de no censura.” Para lograrlo, prosigue Olivier Faure, el bando presidencial debe primero “salir de la negación” y enfrentarse a la realidad de las urnas, admitiendo por fin que “el poder de iniciativa pertenece a la izquierda”, so pena de ver cómo el Gobierno es barrido una y otra vez.

Mientras tanto, hay que ver ya cómo podría hacerlo la izquierda, porque “se puede tener un gran programa en la estantería, pero hay que ser capaz de ponerlo en marcha”, señala el presidente del grupo socialista en la Asamblea, Boris Vallaud, recordando que ninguno de los tres bloques políticos de la Cámara puede pretender acercarse a la mayoría por sí solo. Porque si todos excluyen del diálogo a Les Républicains y, por supuesto, a la Agrupación Nacional (RN), cada uno tiene su propio método para intentar encontrar esa mayoría “texto a texto”. Un pacto de no censura para el Partido Socialista, un pacto de transición para los Ecologistas y un pacto social para los Comunistas.

“No será una plataforma común con los macronistas”, precisa Olivier Faure, que no quiere ser acusado de traición. «El NFP en el Gobierno y frente republicano en la Asamblea”, resume para intentar hacerse entender. “Queremos un primer ministro que comparta los valores de la izquierda”, coincide la diputada socialista Mélanie Thomin, ponderando una “gestión desde la seriedad” como única garantía de “vuelta a la estabilidad y la prosperidad”.

Entre los Ecologistas, que aún recuerdan el sketch del verano pasado –el término fue utilizado por Marine Tondelier por las dos semanas que tardó la izquierda en ponerse de acuerdo sobre el nombre de Lucie Castets–, el primero en abrir la puerta a una idea similar fue Yannick Jadot . “Puesto que hay que gobernar el país hasta las próximas elecciones, hay que abrir la posibilidad de un pacto republicano de transición entre el NFP y el bloque central, con un acuerdo de no censura basado en un conjunto limitado de medidas esenciales para los franceses”, declaró Le Figaro, dejando claro que no se trataría de una coalición de gobierno.

Sólo habrá estabilidad si hay un gobierno del NFP con un acuerdo de no censura. Lo peor es la incertidumbre

Nicolas Sansu, diputado comunista

El miércoles, poco antes de la censura, los ecologistas de Cyrielle Chatelain presentaron once “medidas prioritarias” a negociar con cualquiera –desde el NFP hasta Horizonts– para “despejar el camino de las mayorías parlamentarias en materia legislativa” y “establecer un diálogo para encontrar la vía de la estabilidad gubernamental”. “Es una base para el debate dentro del NFP y más allá. No queremos crear una coalición excéntrica: tenemos una base común, que es el programa del NFP. Pero hay algunas actualizaciones”, explica el diputado ecologista Charles Fournier, que ha trabajado en estas propuestas.

“Ahora no tenemos más remedio que abrir el juego”, subraya su colega Pouria Amirshahi, para quien, aunque haya que transigir en las propuestas, “más vale pájaro en mano...”. En cuanto al llamamiento de LFI para que Emmanuel Macron dimita y se convoquen elecciones presidenciales anticipadas, lo descarta de plano: “Si nuestros amigos quieren jugar a la política por separado, es asunto suyo. Nuestro problema es hoy. Lo que estamos haciendo es lo más racional que podemos hacer”.

En una correo enviado a los líderes de los partidos que formaron el frente republicano en las primeras elecciones legislativas para proponerles una reunión, la secretaria nacional de los Ecologistas, Marine Tondelier, utiliza la expresión “plan de emergencia transitorio”: “Tenemos que volver a encontrar el espíritu del frente republicano en la Asamblea”, escribió.

¿Puede resquebrajarse el “granito” del bloque centrista?

Pero pasar de la teoría a la práctica no es tarea fácil, empezando por la primera de las propuestas del grupo ecologista: la derogación de la reforma de las pensiones. Porque, ¿quién puede creer que la bancada presidencial, que impidió ostensiblemente una votación sobre el tema durante el nicho parlamentario de LFI, podría aprobar semejante idea? “Un acuerdo de no censura no podrá hacer nada”, opina la diputada ecologista Sabrina Sebaihi.

Ese es el riesgo de parálisis que señala François Ruffin en un texto publicado tras la censura. En él, critica “la rigidez de los macronistas, el granito del bloque centrista”, su “fanatismo” e incluso su “fundamentalismo”, que le dan pocos motivos para el optimismo. Sin embargo, también aboga por ser más “razonable” que ellos fijándose este objetivo: “Pensar en un gobierno, con el Nuevo Frente Popular, ya no en torno a un nombre y un apellido para Matignon. No una mayoría de ‘proyecto’, demasiado vasta, demasiado amplia, para el tiempo disponible, sino en torno a puntos clave. Y que, si no están de acuerdo, es por su culpa. Que hayamos querido construir, avanzar, progresar, de verdad.”

Un voluntarismo que parece compartir el PCF, que reclama un "pacto social" para responder a las expectativas expresadas en las urnas en 2024. “Si no hay una ruptura con las políticas aplicadas en los últimos siete años, las cosas van a acabar muy mal. Durante dos años habrá que responder a las principales aspiraciones de los ciudadanos”, explica el diputado comunista Nicolas Sansu. Para el PCF, las “líneas rojas” de un gobierno del NFP deberían incluir la derogación de la reforma de las pensiones, la reducción del coste de la energía y la indexación de salarios y pensiones a la inflación.

“Esas líneas rojas de un gobierno de izquierdas deben ser aprobadas con la benevolencia de una ‘base común’ que ya no es ni ‘base’ ni ‘común’. Sólo habrá estabilidad si hay un gobierno del NFP con un acuerdo de no censura. Lo peor es la incertidumbre”, afirma Nicolas Sansu, a quien le gustaría que su partido respondiera a quienes no ven una salida política ahora, en lugar de “presentarse después de 2027 o 2025”.

Las indirectas de Gabriel Attal

El bando presidencial también se plantea qué hacer a partir de ahora. Varios de sus miembros, entre ellos la ex primera ministra Élisabeth Borne, el presidente de la Comisión Legislativa Florent Boudié y el portavoz del grupo parlamentario Ludovic Mendès, han tendido la mano al PS. “Siempre hemos dicho que no queríamos ni a LFI ni a RN, pero por lo demás, la gran mayoría del grupo está decidida a encontrar un nuevo pacto y presentar un nuevo proyecto”, declaró Ludovic Mendès a Mediapart, añadiendo que “el poder reside en el Parlamento” y que por tanto hay que “sacar al presidente de la ecuación”.

Gabriel Attal, líder del grupo Ensemble pour la République (EPR), durante un tiempo partidario de François Baroin para el puesto de Matignon, también ha cambiado de táctica en favor de un escenario de alianzas, desde el PS a LR. El miércoles por la noche, el ex primer ministro lanzó públicamente algunas duras indirectas a los socialistas: “Es a ellos a quien decimos: ¡libérense! Sentémonos a la mesa”, dijo desde la tribuna de la Asamblea Nacional.

También ha hecho rechinar los dientes en el MoDem la alianza tácita de Michel Barnier con la RN, así como la línea muy derechista de su gobierno. El presidente del grupo, Marc Fesneau, dice ahora “mirar a la izquierda de gobierno”. “Vemos claramente que la posibilidad de que haya un equilibrio se encuentra en un gobierno con un apoyo más amplio: desde la socialdemocracia a la derecha republicana”, opina también el diputado Erwan Balanant, a quien le gusta repetir este “cuento de Navidad” en el que “los socialistas, los socialdemócratas y los Verdes piensan más o menos lo mismo”.

No obstante, el PS desconfía de las manos tendidas del bando presidencial. “Attal quiere un gobierno de amplia coalición entre el bloque central y el bloque de izquierdas. Nosotros decimos que hay que hacer el camino inverso: es la izquierda en el Gobierno la que debe confiar en que los macronistas no censuren la Asamblea sobre la base de un compromiso ab initio”, señala el socialista Arthur Delaporte. Ese será el reto de los próximos días: convencer a los macronistas de que muestren algo de humildad tras su sucesión de derrotas. “Su problema es que no saben estar en la oposición, nunca lo han estado hasta ahora”, apunta Sacha Houlié. Y el diputado concluye que ya es hora de que aprendan a perder.

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Traducción de Miguel López

 

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