Economía de guerra
Un contrato blindado y capacidad de regasificación: por qué se han disparado las importaciones de gas ruso
El centro y el este de Europa sufre desde hace meses la guerra del gas de Vladimir Putin. La voladura del Nordstream y la amenaza de Gazprom de cortar el flujo de gas por las tuberías de Ucrania contrastan con la llegada constante de esta materia prima a la región mediterránea a través de barcos. Y España es una de las grandes beneficiadas, hasta el punto de que en septiembre fue el séptimo mayor importador de gas ruso del mundo.
"¿Cómo es posible? Pues porque somos unos de los pocos que podemos comprarlo y no podemos rechazarlo", argumenta Gonzalo Escribano, director de Energía y Clima del Real Instituto Elcano. "A todos nos gustaría que los ingresos de Rusia se redujesen a cero, pero eso podría hundir la economía mundial".
Escribano se refiere a que Europa se debate desde hace meses entre cortar de raíz con Rusia para debilitar a su ejército en Ucrania y la demoledora realidad de que el continente importaba hace un año el 40% de su gas desde este país. En este sentido, cuando la Comisión Europea fijó en julio el objetivo de llenar las reservas para el invierno, las compras de esta materia prima a Rusia se aceleraron para lograr esta meta, una paradoja que infló las arcas de Vladimir Putin.
En esta encrucijada se encuentra ahora España, que ha aumentado un 22,5% sus importaciones de gas ruso entre enero y agosto frente al pasado año, según Enagás. Y a diferencia de muchos socios, goza de capacidad para continuar con estas compras para capear este invierno y los siguientes, porque la guerra energética del Kremlin todavía no ha alcanzado al mercado de gas natural licuado (GNL), el que llega al sur del continente a través de barcos metaneros.
Desde el Ministerio de Transición Ecológica reconocen que es cuestionable continuar las compras de materias primas a Rusia en vista de lo ocurrido en Ucrania, por eso la ministra Teresa Ribera pide desde hace meses "buscar cauces alternativos" a las firmas españolas. Pero al tratarse de "contratos entre empresas privadas", el Gobierno no puede interceder en ellas, según fuentes del ministerio.
Mantener las compras de materias primas a un gobierno que ha cometido crímenes de guerra puede generar ampollas políticas, pero estratégicamente lleva a España a una nueva dimensión, según los analistas.
"España será absolutamente crucial para ayudar a garantizar el suministro este invierno porque tiene la mayor capacidad de importación de gas licuado de Europa y puede utilizarse para ser reexportadas luego al resto de la Unión", aporta Gloystein Henning, director de Energía de Eurasia Group.
No obstante, cabe preguntarse hasta qué punto puede España confiar en que estos envíos no se cortarán en el futuro, como ya ha ocurrido con Polonia, Holanda o Dinamarca, entre otros. En este momento, casi el 12% de la demanda de gas se cubre con el que se importa de Rusia, por lo que un eventual cierre del grifo supondría un encarecimiento de la energía y una subida de la factura de la luz.
Los expertos coinciden en que ese escenario es muy improbable debido a que el GNL está mucho menos ligado al Kremlin que el gas que llega por tubería. Mientras que los gasoductos que desembocan en Europa son propiedad de Gazprom (la gasista estatal rusa), la estación de GNL que abastece al Mediterráneo está controlada por Novatek, una empresa privada rusa que incluso tiene accionariado extranjero.
"Las exportaciones rusas de GNL tienen un carácter más comercial porque no están bajo el monopolio de Gazprom, mientras que las exportaciones por gasoducto están totalmente politizadas en Rusia", explica Gloystein Henning.
Los barcos que llegan a España desde Rusia, como parte de un contrato firmado con Naturgy hace cuatro años con Novatek, parten de la planta regasificadora de Yamal, ubicada en el extremo norte de Rusia, en las aguas heladas del mar de Kara. En la instalación también tienen una participación minoritaria la francesa TotalEnergies (del 20%) y dos empresas chinas que poseen el 30%, aunque la compañía rusa tiene el control con un 50,1%.
"La interrupción de la producción [de gas en Yamal] infligiría un daño económico a las empresas no estatales rusas y a las extranjeras, incluidas las entidades estatales chinas, un aliado clave de Rusia, por lo que vemos improbable un recorte deliberado", afirma Anna Galtsova, directora de Investigación Energética Europea en S&P Global.
El poder de los magnates energéticos en Rusia es de sobra conocido en Occidente, por lo que tiene sentido que Putin quiera mantener estable el negocio de Novatek, uno de los gigantes del país. Los analistas también creen que al Kremlin le interesa mantener a flote a una fuente de ingresos estable como los impuestos que cobra a esta compañía, especialmente en un panorama de altos precios de las materias primas que genera beneficios récord. "Si Rusia corta sus exportaciones de GNL a Europa sin una explicación razonable, aunque sea política, arruinará su imagen ante otros socios potenciales en Asia", afirma Francesco Sassi, investigador del RIE, un centro de estudios ubicado en Bolonia.
Pese a la seguridad que transmiten los expertos, Gonzalo Escribano subraya que la Comisión Europea prepara un tope al precio del gas natural de origen ruso, una herramienta política que pondría un límite a lo que pagan los gobiernos de Europa por esta materia prima.
El Gobierno de Pedro Sánchez ha apoyado la aprobación de esta medida, aunque no está claro cómo podría afectar al acuerdo de Naturgy, ya que Putin ha prometido un embargo de gas natural a los países que suscriban el tope. Dániel Stemler, reportero de Energy Intelligence afincado en Madrid, opina por el momento no tendría ningún efecto sobre el pacto de Naturgy porque por ahora el tope solo sería sobre el tráfico de oleoductos. El experto añade que España se encuentra "en una posición mucho más cómoda que el resto de Europa" este invierno, puesto que "sigue recibiendo gas por el gasoducto de Argelia a pesar de todos los problemas diplomáticos".
Naturgy, la artífice del acuerdo con Rusia
Los barcos que traen el GNL a España terminan su viaje principalmente en el puerto de Bilbao, donde el gas puede ser almacenado o reenviado a otros países a través de los dos gasoductos de los Pirineos o cargado de nuevo en barcos para transportarlo a otros puertos europeos.
La responsabilidad de la conexión gasista entre España y Rusia, de la que ahora depende en buena parte Europa, recae sobre la energética Naturgy que firmó este acuerdo cuando todavía era Gas Natural Fenosa en 2018, en el que fue el primer acuerdo de envío de GNL entre los dos países.
El contrato incluye el envío de 3.000 millones de metros cúbicos de gas al año hasta 2041, cerca del 9% que consume España cada año. Aunque también habría otras empresas encargadas del tráfico de gas licuado ruso a España, pero en cantidades reducidas y en contratos al contado, no a largo plazo.
Desde Naturgy rechazan comentar sobre su negocio con Novatek, aunque fuentes del sector ven improbable un corte del suministro, incluso con la imposición de un tope al precio desde Bruselas. Según explican, Naturgy tiene un contrato blindado a muy largo plazo que si se rompe de manera unilateral podría llevar a un arbitraje internacional con los diferentes dueños de la terminal de Yamal.
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Además, el acuerdo cuenta con una cláusula take or pay, donde el suministrador ruso se compromete a enviar los volúmenes acordados, y el comprador español a pagar incluso aunque rechace el producto. También se desconoce el precio al que Naturgy compra la materia prima a Novatek, por lo que podría ser incluso inferior a lo que acuerde Bruselas en su tope.
El negocio de la energética española se ha mantenido hasta ahora fuera de las miradas de Europa porque la Comisión no ha bloqueado la compra de gas a Rusia, como sí ha hecho con el petróleo y el carbón. Pero la Unión Europea sí ha sancionado a Gennady Timchenko, el número dos de Novatek hasta que renunció a su puesto en marzo.
También ha sufrido el escrutinio público el gigante Total por su participación en el negocio ruso, del que ha rechazado desprenderse pese a la presión social. Según una investigación de Le Monde, publicada en agosto, la multinacional francesa y su socia Novatek vendieron queroseno que fue empleado por la aviación rusa para bombardear el Teatro de Marupol el pasado marzo, un atentado donde murieron más de 600 personas y fue considerado un crimen de guerra por Amnistía Internacional.