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Mariposas urbanas, bioindicadores de nuestros parques y jardines

La especie, Tomares ballus (Madrid, España).

Diego Sánchez

Barcelona —

¿Sabías que en tu ciudad también hay mariposas? Es el llamativo reclamo con el que observatorio ciudadano de mariposas urbanas o UBMS (del inglés Urban Butterfly Monitoring Schemes) intenta hacernos mirar con otros ojos a los parques y jardines de nuestras ciudades. Porque en esos entornos naturales urbanos es donde viven al menos 35 especies de mariposas. Como la blanquita de la col (Pieris rapae), la maculada (Pararge aegeria) o la violetilla (Zizzeria Knysna)." Las mariposas son consideradas por la UE como bioindicadores. Eso quiere decir que lo que les pase a ellas será un reflejo de lo que les suceda a otros animales más difíciles de identificar como abejas, coleópteros o libélulas”, resume Yolanda Melero, doctora en Biología de la Universidad de Barcelona, investigadora en UBCREAF y coordinadora del observatorio. Pero también dan información de la presencia de plantas y flores de las que se alimentan y de sus potenciales depredadores, como aves insectívoras o pequeños reptiles. En definitiva, una zona con presencia de muchas mariposas indica que el ecosistema en cuestión cuenta con una buena biodiversidad.

Si bien es cierto que el monitoreo de mariposas no es algo nuevo, -Reino Unido fue el primer país en desarrollar un esquema de seguimiento de mariposas en 1970-, lo interesante del UBMS es que pone el foco en aquellas especies que conviven con nosotros en la ciudad, entre el humo de los tubos de escape de los coches y la presión humana. Desde 2018 el observatorio cuenta con cerca de 50 voluntarios repartidos entre Barcelona y Madrid. Las campañas de muestreo se llevan a cabo de marzo a octubre, dado que la mayoría de las mariposas necesitan como mínimo temperaturas de entre 18 y 19 grados centígrados para activarse. Durante los meses de frío las adultas pasan a un estado de hibernación escondidas, como la cleopatra (Gonepteryx cleopatra) o la limonera (Gonepteryx rhamni). Como mínimo dos veces al mes, los voluntarios recorren 40 parques seleccionados entre las dos ciudades para hacer un monitoreo de las poblaciones de lepidópteros. “El objetivo es doble. Por un lado queremos conocer lo que tenemos a nuestro alrededor, la presencia y la abundancia de las especies de mariposas. Y por el otro, divulgarlo, dar a conocer lo que tenemos”, repone Francisco José Cabrero, profesor del departamento de Biodiversidad, Ecología y Evolución de la Universidad Complutense de Madrid y responsable del UBMS en Madrid.

El censo, que este año ha empezado el 1 de marzo, consta de dos tipos de observaciones. En la primera los voluntarios siempre recorren el mismo transecto (una franja de terreno acotada de unos 300 metros) en donde apuntan el número de individuos de cada especie que lleguen a identificar dentro de un margen comprendido entre los 2,5 metros a izquierda y derecha. La segunda consta de un paseo libre, -más largo-, en el que deben apuntar todas las especies diferentes que visualicen. En Barcelona los voluntarios cubren casi una treintena de parques, como: el de la Ciutadella, Montjuïc, el Guinadó o els Jardins de Pedralbes. De los 200 parques oficiales que hay en Madrid, de momento se están monitorizando unos 14. Entre ellos algunos tan emblemáticos como: el Retiro, la Casa de Campo, el de Atenas o Valdebebas.

Almudena Cepero se encarga de la recogida de datos del parque de Pradolongo, en el madrileño barrio de Usera. Con 72 hectáreas de extensión, sus observaciones son de una hora. Ella siempre va pertrechada de papel, lápiz y un cazamariposas. “Es muy fácil que involuntariamente, con la grasa natural que todos tenemos en la piel, si las quisiéramos coger con los dedos acabaríamos por arrancarles las escamas de sus alas y ya no podrían volar. Por eso mejor observarlas con la redecilla o en una placa de Petri”, explica esta bióloga profesora en la Universidad Autónoma de Madrid. Es importante anotar las condiciones ambientales (lluvia, viento, nubosidad) y si fuera posible también el sexo de los individuos. En el caso de la blanquita de la col, muy común, es relativamente fácil. La hembra tiene dos puntos en las alas por dentro y el macho tiene uno.

Jordi Sánchez, programador informático, lleva siete años siendo voluntario en Barcelona, primero en el parque de La Pegaso y ya últimamente en el de la Trinitat. Él acostumbra a llevar una cámara de fotos para luego identificar a los ejemplares en casa con una guía. “Yo en un día con mucha actividad puedo ver hasta 50 individuos. Por ejemplo, a la canela estriada (Lampides boeticus) le gusta la alfalfa, y a las orugas de la ícaro (Polyommatus icarus) les encantan devorar los tallos del lotus o el trébol, plantas muy extendidas en Barcelona”, cuenta. Toda la información recopilada por los voluntarios se vuelca en una base de datos que, gracias a los conocimientos informáticos de Jordi, se ha reconvertido en un visor de fácil consulta. A su vez todos, los muestreos son añadidos a la red internacional de Programas de Seguimiento de Mariposas BMS (Butterfly Monitoring Schemes), vigente en más de 25 países europeos.

Durante los confinamientos aumentaron las poblaciones de mariposas

En estos seis años de estudio el UBMS ha registrado episodios destacados que han hecho variar mucho los resultados. En 2020, primero el temporal Filomena en Madrid, y luego la pandemia de covid-19, de impacto mundial, provocó un aumento en el número de las poblaciones de mariposas en las dos ciudades debido a que no se podaba ni se segaba. “En 2020 en Barcelona llovió mucho y además estábamos confinados, con lo que no hubo gestión de parques y jardines, y había muchas flores y plantas espontáneas”, cuenta Melero. Cuando ya se permitió salir a la calle, en la capital catalana, -entre mayo y julio-, se contabilizaron 5.500 ejemplares, cuando normalmente se suelen ver unos 4.000. Los investigadores aseguran que fue la campaña en la que se observaron más mariposas que en ningún otro año.

La naturalización en la gestión de las zonas verdes urbanas empieza a ser una realidad en nuestras ciudades, gracias a iniciativas como el Plan Natura 2021-2030 impulsado por el ayuntamiento de la capital catalana, o a la siega diferenciada que ya se lleva a cabo en algunos de los parques y jardines de Madrid y también de Barcelona. En los últimos años se ha conseguido que no se sieguen todos los prados a la vez para favorecer la supervivencia de larvas, orugas y pupas de mariposa, entre otros animales. “Un césped recién cortado es muy bonito pero es un desierto para mariposas y otros polinizadores”, asegura la voluntaria Cepero. A la bajá (Charaxes jasius) le encanta la flor del madroño o a la macaón (Papilio machaon) le gusta mucho el hinojo, la típica mala hierba, que aparece espontáneamente en los arcenes y que todo el mundo arranca. Cada larva y oruga se alimentan de una planta nutricia diferente. Y luego, en su etapa adulta, cada mariposa necesitará depositar sus huevos en una planta concreta para asegurar el ciclo reproductivo. Por eso es tan importante realizar un gestión consciente de las zonas verdes urbanas, para mejorar su la calidad y biodiversidad.

El calor y la sequía redujeron a la mitad el número de mariposas en Barcelona

La práctica totalidad de la comunidad científica internacional está de acuerdo en que la contaminación y el cambio climático está afectando a todas las especies (en entornos naturales), sobretodo en zonas del Sur, como la Península Ibérica. Estudios como el UBMS pretenden esclarecer de qué manera tanto el aumento de la temperatura como las sequías, cada vez más recurrentes, afectan a las poblaciones urbanas. A pesar de que todavía no hay datos extensos, los investigadores especulan con que los efectos para plantas y animales en la ciudad también son negativos y que aquellas especies más sensibles son las peor paradas. “En los meses de verano del año pasado en los que hubo una gran sequía en Catalunya y se dejó de regar hubo un descenso de entre el 40-50% en las poblaciones de mariposas en comparación con años anteriores”, comenta Melero.

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“Fue bastante dramático, en el parque de la Trinitat todo el césped se secó enseguida. Hubo días en que salía y no encontraba ni una sola mariposa durante junio o julio, que son considerados los meses de mayor actividad, cuando lo normal hubiera sido ver unas veinte”, se lamenta Jordi Sánchez. En Madrid no se dejó de regar y la situación fue algo mejor, aunque Cabrero señala que también influyó el efecto ciudad como refugio. “Las ciudades actúan como islas donde las condiciones ambientales son mucho más estables. Lo que sucede en Madrid es que sales de la ciudad y el entorno es un secarral. Con lo que las mariposas acudieron a refugiarse a la ciudad donde no afectó tanto la sequía”. Aún así, a pie de campo los voluntarios también notaron el descenso en las poblaciones. “En mayo prácticamente no llovió en Madrid y estaba todo agostado. Por ejemplo, en un día normal de 2022 veía a 30 individuos de blanquita de la col, y durante el mismo mes de 2023 casi no observé a ningún ejemplar”, relata Cepero.

Otros efectos causados por la acción humana sí se han demostrado más determinantes en la salud de las poblaciones de mariposas. Como por ejemplo la prohibición del glifosato, un fitosanitario que afectaba a muchos artrópodos que tenían su ciclo reproductivo en los pastos. Con su retirada se vio un aumento en las poblaciones de la violetilla (Lycaenidae helle) que desde hacía una década se daba por desaparecida en entornos urbanos. Otra evidencia es el caso de la lobito de banda blanca (Pyronia bathseba) de la que se tenía constancia de su presencia en el propio Paseo de la Castellana, -después de la Guerra Civil-, y de la que hoy en día solo se ve en ciudad una de sus tres especies, la Pyronia tithonus. O el grave retroceso de la pánfila (Coenonympha pamphilus) en todo el sureste de la península. “Con el aumento de la temperatura lo que sucede es que se ha avanzado el agostamiento de su planta nutricia, con lo que ha pasado de dos ciclos reproductivos a solo uno, diezmando mucho su población”, lamenta Cabrero.

Homogenización y pobreza de la biodiversidad en nuestras ciudades

De momento, lo que sí arrojan los seis años de recogida de muestras del observatorio es que cada vez más se observan las mismas especies de mariposas, las llamadas generalistas, que se alimentan de todo y son más resistentes. Ante esta certeza y teniendo en cuenta que las mariposas son bioindicadores del estado del resto de la biodiversidad de un ecosistema, los científicos han determinado que existe una creciente homogenización y una pobreza de biodiversidad en las zonas verdes urbanas en comparación con las áreas periurbanas o rurales. Como sociedad tenemos bastante inculcado la importancia de preservar la biodiversidad en medio natural, pero también deberíamos esforzarnos por mantener la biodiversidad de nuestras zonas verdes urbanas. De ella depende que los ecosistemas se mantengan sanos y estables. “Al fin y al cabo, un ecosistema sano es imprescindible para que el ser humano pueda vivir y obtener todos los recursos necesarios para la pervivencia de nuestra especie. Desde la agricultura hasta la protección contra enfermedades”, recuerda Melero.

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