Temperaturas de 30 grados a 30 metros de profundidad: el Mediterráneo se enfrenta a una situación desconocida
David Díaz lleva dos décadas buceando en la costa balear para monitorizar el estado del agua y de la fauna y la flora que viven en sus alrededores. Pero este verano algo había cambiado: "Era la primera vez que probaba a bajar sin capucha y aguanté perfectamente. Incluso abajo, el agua estaba muy caliente", explica este investigador del Centre Oceanogràfic de les Balears.
En un verano normal, en el Mediterráneo se pueden alcanzar los 28 grados en la primera capa de agua, explica Díaz, pero al descender más allá de los 25 metros el termómetro cae en picado hasta los 22 grados, lo que permite a los peces refugiarse en las profundidades de las altas temperaturas.
Pero cuando sumergió su ordenador el mes pasado cerca del archipiélago de Cabrera, el marcador de temperatura seguía bloqueado en los 27 grados a más de 30 metros de profundidad. "Es cierto que los corales y los peces seguían allí, todavía no hemos visto que les haya afectado, pero seguro que lo hará, probablemente a partir de otoño", afirma.
Las boyas del Mediterráneo han registrado en los últimos dos meses temperaturas anormalmente altas, entre uno y dos grados por encima de los últimos años. Pero con picos de calor que han llegado hasta los 30 grados, un récord que puede acelerar la transformación de un mar relativamente minúsculo, pero que alberga entre el 7% y el 10% de las especies marinas conocidas.
Los oceanógrafos reconocen que de momento ignoran las consecuencias de este shock térmico, pero podría suponer la migración de especies autóctonas de peces, la alteración de los ciclos reproductores de la fauna e incluso la muerte masiva de poblaciones de algas, corales, esponjas y moluscos.
"La biología siempre funciona con una campana de Gauss. Hay unos valores óptimos para la vida y fuera de esa horquilla las poblaciones reducen su tamaño", resume José Miguel Cerdá, investigador del Instituto de Acuicultura Torre de la Sal, en Castellón.
Aunque cada especie es un mundo, la mayoría de peces no se ve afectado de un día para otro por estas olas de calor marinas, ya que son animales con una gran capacidad para adaptarse a los cambios de temperatura. Lo que ocurre, en palabras de Cerdá, es que cuando el agua se calienta el metabolismo de los peces se acelera, consumen más energía y necesitan más alimento para sobrevivir, lo que provoca la muerte de aquellos que no pueden seguir el ritmo con el paso de los meses.
Además, el alimento escasea con la llegada de las olas de calor marinas. La vegetación y algunos moluscos sedentarios no tienen capacidad para buscar zonas más frías, por lo que se ven sometidos a picos de temperatura que terminan causando la muerte a gran escala de seres vivos. "Entre 2015 y 2019 casi todo el Mediterráneo ha sufrido episodios de mortalidad masiva", cuenta Joaquim Garrabou desde el Institut de Ciències del Mar de Barcelona.
Este investigador ha coordinado un estudio publicado el mes pasado por decenas de científicos sobre la mortalidad marina en el Mediterráneo asociada al calentamiento del agua. En el informe se recogen hasta 90 especies que ya han sufrido muertes masivas y señala la costa de Levante como uno de los tres puntos más afectados de la región.
"Nuestros hallazgos podrían indicar que los episodios de mortalidad masiva ya no son una excepción, sino la nueva normalidad", concluye el estudio.
Según afirma Garrabou, varios colegas de profesión ya le han escrito en desde diferentes puntos del Mediterráneo para advertirle de episodios de muertes masivas este verano, aunque todavía no están oficialmente documentadas.
Peces del sur que amenazan el Mediterráneo
Los episodios extremos tienen consecuencias fácilmente observables a corto plazo, especialmente si dejan tras de sí toneladas de peces muertos, como ha ocurrido en varias ocasiones en el Mar Menor. Pero saber cómo afectarán las olas de calor a largo plazo es terreno desconocido para la ciencia.
"En mi opinión debemos ser muy cautos", afirma Manuel Vargas, experto del Grupo Mediterráneo del Cambio Climático. Desde 1994 recorre la costa española varias veces al año para monitorizar el estado del mar y sus conclusiones son claras: el mar Mediterráneo ha aumentado su nivel, su temperatura media y su salinidad en estas décadas.
Aunque afirma que de aquí a final de siglo la región se verá muy afectada por el cambio climático, es difícil saber hasta qué punto. "Llevamos 30 años estudiando si el calentamiento global ha hecho menos fértil y más pobre al Mediterráneo, pero con los datos de tres décadas todavía no hemos podido concluirlo".
Lo que sí han podido constatar en estos años es la migración masiva de especies a lo largo y ancho de la región, que a su vez provoca cambios en la alimentación de los peces, ya que sus presas favoritas desaparecen y tienen que buscar nuevos objetivos.
El calentamiento del sur de Europa también convierte el Mediterráneo en un ecosistema perfecto para especies que proceden de zonas tropicales. Joaquim Garrabou cita el canal de Suez como la puerta de entrada de peces del hemisferio sur, que desplazan a las poblaciones autóctonas porque están mejor adaptados al calor.
El pez conejo, por ejemplo, es un herbívoro que ha acabado con bosques de algas en Turquía y Grecia, mientras que el pez león es un voraz depredador avistado en las costas italianas que es cuestión terminará llegando a la península ibérica, asegura el oceanógrafo.
Manuel Vargas aprovecha para explicar que calentamiento global no es el único problema que tiene el Mediterráneo. "Si todo lo vinculamos al cambio climático, dejamos de actuar contra la contaminación del mar o el abuso del uso recreativo del agua... cambios que están a nuestro alcance y que a corto plazo tienen un impacto mucho mayor que el aumento global de las temperaturas".