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Europa se pone de perfil en la COP27 acorralada por su dependencia temporal del gas y el carbón

Marian Jurecka, ministro de medioambiente de República Checa y Frans Timmermans, vicepresidente de la Comisión, este martes en Egipto.

Bruselas trata de salir ilesa de la cumbre del clima para mantener su imagen de líder global en la carrera hacia la descarbonización, pero al mismo tiempo lucha en casa con una crisis energética que se espera que dure al menos tres años más. Este conflicto ha quedado patente este martes cuando la Comisión Europea ha anunciado en la COP27 que aumentará sus objetivos de reducción de emisiones para 2030 del 55% al 57%, un anuncio descafeinado contra el que han cargado inmediatamente los ecologistas: "La emergencia climática en la que estamos no merece migajas de la UE", ha declarado Chiara Martinelli, directora de Climate Action Network, una alianza de más de 1.800 organizaciones medioambientales. 

El mensaje de Bruselas era uno de los más esperados de la cumbre en un momento en que las negociaciones no llegan a puerto, y un anuncio a la altura del momento por parte del Viejo Continente habría servido para impulsar las negociaciones. Tanto en la creación de un mecanismo global para reparar las pérdidas y daños del cambio climático, uno de los pilares de cumbre de Egipto, como para lograr que los 198 participantes aumenten estos días sus objetivos de reducción de emisiones para 2030 y 2050.

Sin embargo, los representantes europeos señalaron este martes que la crisis energética actual obliga a sustituir el gas natural que llega de Rusia por otras fuentes de generación eléctrica como el carbón y el gas natural licuado durante los próximos tres años, según ha dicho Frans Timmermans, vicepresidente de la Comisión Europea, lo que choca los objetivos de reducción de emisiones.

"Nos hemos deshecho del gas ruso con un enorme esfuerzo, pero tenemos que asegurarnos de que los hogares y los negocios sobrevivan los próximos años porque para depender solo de las renovables necesitamos tiempo", ha declarado el negociador.

Bruselas cuenta con que la cumbre del clima de la ONU espera una gran aportación europea, y así lo han recalcado durante los últimos días los países en desarrollo y las organizaciones civiles que supervisan la cita. Los ecologistas han pedido seriedad al bloque y que aumente su objetivo de reducción de emisiones hasta el 65% para 2030 respecto a 1990, la cuota necesaria para que el mundo no se caliente más de 1,5 grados.

Pero la Comisión también debe lidiar con el malestar de los ciudadanos europeos, que sufren este año una subida de precios sin precedente por el encarecimiento de la electricidad y los combustibles. Y deshacerse rápidamente de la generación fósil podría impulsar la inflación por la inseguridad energética que generaría a corto plazo. 

La dicotomía a la que se enfrenta Bruselas también se materializa en las negociaciones sobre la creación del llamado mecanismo de pérdidas y daños, el debate protagonista de esta cumbre. Los países más vulnerables a los desastres naturales piden la creación de un sistema de financiación en el que los países ricos aporten dinero de manera regular para reparar los daños de inundaciones, sequías y huracanes, pero tras nueve días de discusión todavía no hay consenso. 

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El Parlamento Europeo asegura que lograr un acuerdo sobre este instrumento es una de sus prioridades y la Comisión también ha dicho este martes que quiere que se materialice lo antes posible, pero los observadores de las negociaciones muestran una imagen diferente. Este lunes los ecologistas acusaban a Francia de bloquear el debate y a Alemania de no comprometerse lo suficiente. Un día después, la ministra sueca de medioambiente dijo que "no cree" que sea necesaria la creación de este mecanismo.

"Es uno de los temas más sensibles y políticamente complejos", reconoció este martes Teresa Ribera. La ministra española de Transición Ecológica dejó caer que la falta de entendimiento radica en el volumen de ayuda que habrá que dirigir a los países en desarrollo. "Algunos países reclaman compensaciones por los daños históricos, mientras que otros pensamos que es importante centrarse en las soluciones". 

Marian Jurečka, ministro de medioambiente de República Checa, el país que preside en rotación el Consejo Europeo, también mencionó que desacuerdo está en la cifra que habrá que movilizar para poner a funcionar el mecanismo: "Queremos ayudar a los países en desarrollo, pero al mismo tiempo nos enfrentamos a una inflación energética en Europa y tenemos que financiar medidas para frenarla". 

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