Librepensadores
Una foto es una foto
En su Esto no es una pipa (Ceci n'est pas une pipe), Magritte nos descubrió en los años veinte del siglo pasado que ni la imagen de la pipa minuciosamente pintada, ni el cuadro que contiene la pintura, ni el texto que figura al pie del cuadro -según entendamos a qué se refiere el esto- son realmente una pipa: o es una imagen de una pipa, o es un cuadro o es un texto, pero no una pipa real. No es una paradoja, sino una obviedad.
Confundir la representación de algo con lo representado es un error ingenuo, infantil y tiene algo de fetichista al proyectar en la representación lo que desde luego no es ella; al atribuir a la imagen las mismas propiedades que tiene el objeto del que es imagen.
Quemar una foto del jefe del Estado -o de quien sea- es quemar una foto, no quemar al jefe del Estado. Es un acto simbólico, sin duda, que expresa rechazo -odio, desprecio, indignación, inquina o lo que sea- pero sobre todo expresa la impotencia de quien la quema y la ingenuidad del acto mismo: solo está quemando una foto, nada más, por mucho que lo celebre el pirómano. Es violencia simbólica, por supuesto, que quizá sirva para desahogar la frustración y el resentimiento de quien la quema, pero dudo que ese fogoso gesto dañe la dignidad de quien figura en la imagen o de la institución que representa. Y mal andaríamos si su dignidad dependiera de una foto.
Quemar una foto o pisotear una bandera mientras se quema o colgar un muñeco de trapo y hacerle arder no son gestos moralmente inocentes, porque tienen una clara intención de ofender, pero solo lo consiguen si el representado -o su entorno- se da por ofendido. Desactivada la ofensa, son gestos estúpidos y estériles.
Al poco de triunfar la revolución iraní recuerdo haber visto en algún telediario la noticia -aunque no he vuelto a ver ninguna referencia a ello- que, en resumen, contaba que los ayatolás decidieron empapelar el suelo de una calle con dólares para pisotearlos mientras se manifestaban en contra de Estados Unidos. Alguien más que piadoso advirtió que no se podía hacer porque en los dólares aparece la palabra Dios (In God We Trust). Otro piadoso lo arregló: empapelaron la calle con los dólares puestos del revés. Así de estúpido es todo esto.
Jesús Pichel Martín es socio de infoLibre