Joaquín Machado, un hermano Luis García Montero
Moción autodestructiva (y Feijóo se hace el sueco)
Circulaba en la corte política madrileña una preocupación sobre la moción de censura: que en su respuesta, el presidente del Gobierno se pasara de frenada y faltara al respeto al falso candidato a sucederle, Ramón Tamames. No ha habido peligro: ha sido Tamames quien ha faltado al respeto al Parlamento, al no responder a ninguna de las intervenciones de los grupos. Ya en la primera jornada ha quedado constatado que la moción de Vox es falsa (no plantea una alternativa de gobierno), el candidato es falso (ni en el metaverso se ve en la Moncloa) y el discurso, tanto del líder ultraderechista, Santiago Abascal, como del propio Tamames, es una coctelera en la que se mezclan bulos, hipérboles, alguna que otra infamia y no pocas tonterías.
Ya sabemos que en ningún momento se trataba de plantear un programa de gobierno alternativo al actual, por mucho que ese sea el objetivo constitucional del instrumento de la moción de censura. Pero al menos podrían habérselo currado un poco: ¡casi cuatro meses desde su anuncio para no plantear una sola propuesta mínimamente trabajada! Sostuvo Abascal a principios de diciembre que España estaba en manos de una dictadura, que el país estaba en quiebra, que era urgentísimo frenar la deriva autocrática y el asalto a los otros poderes del Estado. A la vista de lo que han tardado en ejecutar su anuncio, y de lo que ha dado de sí su aplicación… cabe sospechar que hasta los propios votantes de Vox se habrán quedado ojipláticos (al menos los que no basan su posición en el puro odio al llamado sanchismo).
Más allá de todas las discrepancias de fondo que cualquier demócrata (progresista o conservador) pueda tener con un extremismo nacionalpopulista como el que representa Vox, resulta llamativa la casi nula capacidad de trabajo de Abascal y compañía. El líder de Vox repitió el discurso que lleva proclamando cinco años: contra Sánchez, contra la izquierda, contra el feminismo, contra los medios de comunicación progresistas (que se cuentan con los dedos de una mano y sobra alguno) contra todo nacionalismo que no sea el españolista más rancio y contra cualquier medida económica o social mínimamente progresista. Ni una sola novedad. Se adereza la salsa con unos cuantos bulos (sobre inmigración, inseguridad, cesiones al independentismo…) y a otra cosa. Aquí Tamames: ¡pista al artista!
Perdemos muchísimo tiempo en hablar de las liebres que van soltando las derechas políticas y mediáticas, y dedicamos demasiado poco a resaltar que PP y Vox comparten unas tesis neoliberales que ya han demostrado su fracaso y el daño que pueden causar
Y el artista ha dedicado (o los ayudantes adjudicados por Vox) unas cuantas horas a retocar el discurso ya conocido (publicó una anterior versión eldiario.es). Ni aun así. El resultado ha sido un caótico listado de críticas al gobierno de coalición, con una ensalada de citas que iban de Winston Churchill a Marcelino Camacho (¡sin pudor!) y algún que otro patinazo, como la adjudicación a Raymond Carr de esa tóxica fijación revisionista que sostiene que la guerra civil empezó en 1934: lo dice Pío Moa, o César Vidal, o Jiménez Losantos… pero no Carr (como horas después aclaró el historiador Julián Casanova). Mucha cita, mucho empeño en defender las reivindicaciones de los inversores en energía fotovoltaica (¿por qué será?), pero ni rastro de lo que debería ser un programa alternativo de gobierno. O al menos una aproximación.
Pedro Sánchez sí se había currado la respuesta. A Abascal y a Tamames. Se podrá coincidir o discrepar en uno o en veinte puntos, pero lo cierto es que el presidente se ha tomado en serio la tarea. Podría haberse conformado con dar respuesta a los excesos de Abascal y poner el foco en la evidencia de que sólo habrá dos opciones a finales de este año: o se renueva el gobierno de coalición de izquierdas o gobernará el PP del brazo de la extrema derecha. Sánchez fue más allá, con el objetivo de visibilizar el “elefante en la habitación”. Perdemos muchísimo tiempo en hablar de las liebres que van soltando las derechas políticas y mediáticas, y dedicamos demasiado poco a resaltar que PP y Vox comparten unas tesis económicas neoliberales que ya han demostrado su fracaso y el daño que pueden causar.
Completó esa tarea Yolanda Díaz, cuya intervención fue una especie de aperitivo del programa que defenderá Sumar, pero sobre todo una contundente reivindicación de la coalición de gobierno, con guiños tanto hacia el PSOE como hacia Podemos: “hay gobierno de coalición para mucho tiempo”, afirmó, y sostuvo (como suele) sus argumentos con datos referidos a políticas sociales, a avances en derechos y recordatorios sobre el quién es quién en esta extrañísima moción de censura. Nadie más autorizado para recordar a Tamames de dónde viene (el PCE de la lucha antifranquista) y la patética dirección a la que va.
El bochornoso espectáculo (por lo que tiene de distorsión y manipulación de un instrumento constitucional) no ha terminado, pero la primera jornada deja un protagonista ausente. Núñez Feijóo ha preferido abstenerse ante este disparate sin disimular que se trata de su imprescindible socio para llegar a la Moncloa. Ni siquiera quiso reivindicar el respeto al Parlamento acudiendo como oyente. Prefirió asistir a un acto en la embajada de Suecia (ver aquí), un gesto europeísta poco acorde con las proclamas que el PP sigue haciendo en Bruselas contra la gestión española de los fondos de recuperación. En unos meses comprobaremos si la estrategia dontrancredista es acertada (en términos electorales) o le pasará una factura de un calibre similar a la que probablemente sufrirá la diletante biografía de un tal Ramón Tamames.
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