LA PORTADA DE MAÑANA
Ver
Europa camina hacia la reducción de jornada mientras en España la patronal permanece parada

Llámenme "equidistante", pero no simplista

El debate público que dirigen las élites político-mediáticas en España está tan crispado y envenenado que ya nada se libra de entrar en la espiral de la descalificación. Ni siquiera aquellos asuntos que a priori pudieran considerarse objeto de acuerdo escapan al engranaje de la trituradora de la discusión pública. El ejemplo de Palestina es uno de ellos. Aunque ya no se recuerde, el Congreso aprobó en noviembre de 2014, con 319 votos a favor, 2 abstenciones y 1 voto en contra, una proposición no de ley que instaba al Gobierno a reconocer a Palestina como Estado buscando una acción “coordinada en concierto con la comunidad internacional”. En los 319 votos a favor estaban los de socialistas y populares y en aquellos momentos era Rajoy quien ocupaba la Moncloa.

Las primeras reacciones de Feijóo y Sánchez el pasado fin de semana tras el ataque de Hamas criticaban duramente el atentado pero no se alejaban de la proposición aprobada, coincidente con la posición que España ha defendido en la esfera internacional, tanto con gobiernos conservadores como progresistas, ni por supuesto daban alas a la reacción de Netanyahu. Días después, sin embargo, Ayuso marcó línea con un tuit en el que se hacía eco de una noticia sin confirmar —por lo que hoy se sabe, más bien, desmentida— y acusaba al Gobierno de equidistante con los terroristas. “40 bebés decapitados y el Gobierno de Sánchez anda en la equidistancia entre los terroristas y las víctimas”. A partir de ese momento, cualquiera que haya recordado la violencia que el pueblo palestino lleva soportando durante décadas de ocupación, se ha convertido para los populares en aliado de los terroristas.

El conflicto palestino-israelí, que hunde sus raíces en la misma creación del Estado de Israel en el año 1948, tras la renuncia británica a su mandato en la zona, es la historia de la progresiva ocupación y apropiación de territorio por parte de Israel y el arrinconamiento de los palestinos, finalmente divididos entre Cisjordania y la estrecha y mortal franja de Gaza. La guerra del Sinaí de 1956, la Guerra de los Seis Días de 1967, o el Yom Kippur de 1973, se tradujeron en sucesivas conquistas militares de Israel y el fracaso de los países árabes a la hora de recuperar territorio, hasta los acuerdos de Camp David por los que Israel devolvió el Sinaí a Egipto.

Tras dos décadas de dura ocupación de los territorios palestinos, en 1987 estalló el primer levantamiento popular contra los israelíes, la Primera Intifada, en la que los palestinos combatieron al ejército israelí con piedras, palos y cócteles molotov, operación que se repetiría en el año 2000 con la segunda Intifada. La masacre que se vivió condujo a la creación de Hamás, que en el año 2006 ganó las elecciones en Gaza, hasta hoy.

La paz estuvo cerca en 1994. Tras la Primera Intifada llegaron los Acuerdos de Oslo en 1993 y el nacimiento de la Autoridad Palestina, llamada a ser el principio de un futuro Estado palestino. Yasser Arafat, su líder, fue el interlocutor que consiguió llegar a un acuerdo con el Estado de Israel que, teniendo de primer ministro a Isaac Rabin, firmó, el 4 de mayo de 1994 en El Cairo, la puesta en marcha de la autonomía palestina. Isaac Rabin fue asesinado por un radical hebreo, de un tiro por la espalda, al terminar un festival por la paz en Tel Aviv en 1994. Sobre la muerte de Arafat persisten dudas importantes. Antes, en 1981, el egipcio Anuar el Sadat, otro partidario de la negociación, fue tiroteado por miembros de su propio ejército mientras desfilaban frente a él en un acto conmemorativo de la guerra de Yom Kippur.

Este somero resumen de la historia del conflicto no puede asomarse ni de lejos a la complejidad que encierra esta situación ni a lo que se está viviendo ahora mismo. Si el pueblo judío tuvo que huir despavorido del Holocausto, ¿por qué lleva décadas tratando a los palestinos como a “subhumanos” cuyas vidas nada valen? ¿A qué tienen derecho las víctimas? ¿A convertirse en verdugos?

Por otro lado, un ataque sanguinario y asesino como el llevado a cabo por Hamás hace una semana, ¿es una manera de mejorar o de empeorar la situación de los palestinos? ¿Es creíble que Hamás, organización a la que cabría calificar como islamofascista, no calculara la dimensión de la respuesta israelí? ¿O pretende llevar al paroxismo la lógica de “cuanto peor, mejor”?

Todavía queda otro factor a tener en cuenta: Israel no es una comunidad nacional débil, asediada y en peligro de sucumbir. Por el contrario, es un Estado militarizado, cuyo ejército es uno de los más potentes del mundo y cuya industria bélica también se sitúa en la cabecera del correspondiente ranking. Cuenta con el apoyo incondicional de Estados Unidos y de casi todo Occidente. En estos momentos, frente a los treinta mil milicianos de Hamás se alinean casi medio millón de soldados hebreos, pertrechados con armamento pesado de primer nivel. Israel, y el dato resulta fundamental, es la única potencia nuclear de la región. Tiene La Bomba como argumento definitivo.

Por si esto fuera poco, la dimensión internacional del conflicto no ayuda a despejar la situación, sino a hacerla más compleja. Hamás cuenta con el respaldo de la teocracia iraní y no poca ayuda financiera de Catar. Los recientes acercamientos entre Israel y Arabia Saudí amenazaban —aún más— la solidaridad y la unidad árabe en relación con Palestina, que ya era prácticamente nula. La Liga Árabe vocea hoy su solidaridad con el pueblo palestino, pero ninguno de sus miembros hará gran cosa por ayudar a sus supuestos hermanos.

Quien pueda posicionarse con uno solo de los actores en conflicto sin mirar al otro lado, sin matizar y sin aclarar, es porque está haciendo un ejercicio de simplismo

En este panorama, quien pueda posicionarse con uno solo de los actores en conflicto sin mirar al otro lado, sin matizar y sin aclarar, es porque está haciendo un ejercicio de simplismo que no sólo no ayuda a entender la situación, sino que dificulta enormemente poder encontrar una salida. Lo contrario, lo que se necesita, es leer y escuchar a expertos y expertas que llevan años analizando la evolución de esta situación enquistada, entender la complejidad y obrar en consecuencia. Si eso es ser equidistante, llámenme equidistante. Lo prefiero, antes que pasar por simplista y no contribuir ni a entender ni a gestionar el conflicto.

Cuando escribo estas líneas no puedo olvidar que, mientras miles de familias israelíes lloran a quienes murieron en la sangrienta incursión de Hamás, las bombas caen sin piedad sobre Gaza, una vez más. “Mía será la venganza”, dijo Yahvé, el dios temible.

Más sobre este tema
stats