Regeneración democrática (y IV): ¿La clave? Una mezcla de esperanza y utilidad

Acaba agosto y es momento de avanzar en el plan de regeneración democrática anunciado a mitad de julio. Es de esperar que sus señorías hayan pensado algo al respecto en este verano. Las que sí lo hicieron ya hace unos meses fueron organizaciones de la sociedad civil que difundieron profusas listas de propuestas. ¿Sería suficiente con ponerlas en marcha? La experiencia dice que no.

Cuarenta organizaciones agrupadas en Ampliando Democracia firmaron esta propuesta común pidiendo más transparencia, acceso a la información, participación, separación de poderes, calidad normativa, lucha contra la desinformación y libertad de expresión. Desde Más Democracia, se plantean en la misma línea reformas en el funcionamiento del Congreso, de las comisiones de investigación, de la Justicia, más mecanismos de participación, lucha contra la desinformación, una reflexión en profundidad sobre el modelo de partido –cada vez más desprestigiado– y la activación de la sociedad civil tanto en su rol de vigilante del poder como de generación de espacios de acuerdo. 

¿Tienen algo en común todas estas propuestas? Mucho. Entre otras cosas, que no buscan un paraíso perdido ni una tierra prometida, sino reformas que pueden hacerse de forma casi inmediata; algunas de ellas, como la creación de la oficina de protección a alertadores, habría que preguntarse por qué aún están pendientes y a punto de vencer el plazo que había para ello. Prácticamente todas las propuestas recogen los principios de Gobierno Abierto, un plan de mejora de las democracias formulado por Obama en el año 2009  que ha dado lugar a iniciativas internacionales y a la elaboración de propuestas en tal sentido en distintos países, entre ellos España. Aunque sea un gran desconocido en el debate público, en nuestro país vamos ya por el IV Plan de Gobierno Abierto y se está empezando a elaborar el quinto. Se trata, en definitiva, de un conjunto de medidas relacionadas con la transparencia, la rendición de cuentas, la participación, la colaboración y la ética pública. En la misma línea, el presidente del Gobierno de España inició en el año 2020 Cumpliendo, un ejercicio de rendición de cuentas de los compromisos de gobierno. Se trata de un programa riguroso –aún por perfeccionar–, pero que ha supuesto un avance importante en materia de rendición de cuentas. 

Todas estas iniciativas, planes y acciones suelen dar buenos resultados y ayudan a mejorar algunos aspectos de la gestión de la administración.  Sin embargo, no tienen impacto en la ciudadanía, no consiguen aumentar la confianza en las instituciones ni mejorar su percepción de la política. ¿Por qué? Quizá sea porque se conciben desde una perspectiva burocrática, porque carecen de politización –es decir, están fuera de la discusión política–, o por ambas cosas, pero el resultado es que no consiguen detectar el punto exacto donde clavar la aguja de forma que irradie un poder de confianza e ilusión política. Al contrario, se llega a generar la impresión de que lo único posible es la resignación, esa suerte de “malmenorismo” que va horadando las bases de un proyecto futuro común y al que han recurrido ya más de una vez los electores porque quienes son elegidos no les ofrecen mucho más.

Nada más lejos de la realidad. La convención demócrata estadounidense es el gran ejemplo que nos brinda la actualidad para desmentir ese mantra. En apenas unas semanas Kamala Harris ha hecho una demostración de inteligencia política situando el foco de su campaña en el “Futuro”. ¿Ha terminado con las desigualdades, las frustraciones y los miedos en la sociedad estadounidense de los que se alimenta Donald Trump? En absoluto, pero ha clavado la aguja en el futuro, en ese sitio que la izquierda nunca debió abandonar, irradiando esperanza al conjunto de los demócratas. Sólo ha necesitado que el partido reaccionara ante lo que parecía una derrota segura y se creyera que era capaz de cambiar el rumbo. Veremos qué pasa en noviembre, pero de momento les ha dado la vuelta a las encuestas cuando parecía que no había ninguna opción.

No olvidar que el objetivo último de toda política es ser útil, y para ser útil ha de ser capaz de dar respuesta a los desafíos de cada momento

No obstante, no sólo con ilusión y esperanza se gana confianza y se regenera la democracia. Digamos que son elementos imprescindibles pero no son suficientes, hace falta algo más: no olvidar que el objetivo último de toda política es ser útil, y para ser útil ha de ser capaz de dar respuesta a los desafíos de cada momento. En algunos casos será necesario hacer reformas profundas; en otros, por muy nuevos o complejos que parezcan los problemas, bastará con que cada cual haga su papel. Este verano nos ha dejado varios ejemplos. 

Sólo ha hecho falta que la Fiscalía anunciara su intención de investigar quién estaba detrás de la campaña de odio en redes sociales orquestada tras el trágico asesinato de Mocejón para que no pocos de esos perfiles hayan decidido desaparecer. ¿Corta esto de raíz el problema? No, pero irradia energía suficiente como para parar los pies a unos cuantos, lanzar un aviso a navegantes y mostrar que lo público, la Administración y el Estado son útiles. ¿Ha hecho falta alguna compleja reforma? Tampoco; sólo que el Ministerio Público se mostrara dispuesto a intervenir; es decir, a cumplir con su papel. Esto no quiere decir que no haya que articular medidas destinadas a prevenir y castigar los discursos de odio, en las redes y fuera de ellas, pero de momento, la fiscalía ha cumplido con su papel y el Estado ha mostrado que tiene herramientas, que las puede utilizar y que son útiles.

Saltando a otra esquina del ring, nos adentramos en el complejo debate de la desinformación y sus límites con la libertad de expresión andando de puntillas, pero los tribunales franceses han dejado de considerar un “medio de comunicación digital” y por tanto, de disfrutar de sus ventajas fiscales y ayudas económicas a un medio como France Soir por los bulos difundidos durante la pandemia, que lo han convertido en un peligro para la salud pública. ¿Han conseguido una perfecta y escrupulosa definición de lo que es un pseudomedio o una normativa que sirva de ejemplo contra la desinformación? No, pero han dejado claro a la sociedad francesa que quien mienta de esa manera será castigado. Sólo han necesitado que la Comisión Mixta de Publicaciones y Agencias de Prensa, dependiente del Ministerio de Cultura, en cumplimiento de sus funciones, negara su renovación como servicio de prensa on line. Es cierto que el fenómeno de la desinformación va más allá, y de ahí que el reglamento europeo plantee nuevas medidas, que tendrán que ir seguidas de otras muchas, pero de momento, ante un hecho flagrante, el Estado ha dado respuesta porque quien tenía que actuar, lo ha hecho. La política ha mostrado su utilidad.

El plan de regeneración democrática anunciado en mayo por el presidente Sánchez tras una crisis aún no explicada, y que según sus palabras debe convertirse en “un punto y aparte” de esta legislatura, necesita dar con el punto o los puntos adecuados donde actuar con determinación y recuperar de esa manera la confianza de la ciudadanía en las instituciones. Será necesario, por un lado, que ilusione, que gane credibilidad y genere esperanza en que es posible construir una mejor democracia gracias a la que viviremos mejor; los que estamos y las que vendrán. Por otro, ha de ser capaz de conseguir que esa compleja red de actores que hacen –hacemos– cada día la democracia cumpla y cumplamos cada uno con nuestro deber utilizando las herramientas que ya existen y creando las que sean necesarias, de forma que la política demuestre su utilidad. De lo contrario, será difícil recuperar la confianza que permita regenerar la democracia. 

¡Ojalá este otoño nos pongamos a la tarea!

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