Ataques en Magdeburgo: la cautela como arma Ruth Ferrero-Turrión
Al centro no se llega por la ultraderecha
Las apariencias engañan, así que conviene mirar lo que hay bajo la superficie de las cosas y tras lo que se dice de cara a la galería con el ánimo de embaucar y a menudo timar a quienes escuchan el discurso, la promesa y otros disfraces de la mentira. Por sus obras los conoceréis, se cuenta que dijo Jesucristo en el Sermón de la Montaña para que desconfiáramos de las palabras y nos fijásemos en los hechos, que es lo que nos permitirá distinguir a los profetas de los charlatanes. Qué buen consejo para estos tiempos de bulos e iluminados.
Atrapado en sus contradicciones; sujeto a una estaca que no le permite ir más que hasta donde llega la cadena que lo ata a los ultras; obligado a tragarse el sapo del nacionalismo que tanto critica, porque necesita la ayuda de los mismos a quienes puigdemoniza, es decir, la derecha catalana de toda la vida que sería su socio natural de no haberse puesto a jugar unos al independentismo y los otros a darle palos de antidisturbios, lo que rompió aquella bonita tradición de quererse y odiarse según soplaran las vientos de la historia, Pujol, enano, habla castellano… que yo hablaré catalán en la intimidad; mermado por la esperpéntica oposición que practica un líder que da bandazos continuos, se mete en camisas de once varas de las que no sabe salir y cada vez que habla sube el pan; en fin, lastrado por todo eso y otras incongruencias, el Partido Popular ha perdido el norte, o lo que es lo mismo, ya no sabe dónde está ese paraíso de la moderación al que jura sobre siete biblias dirigirse desde hace tanto que ya se burlaba Alfonso Guerra cuando mandaba en el PSOE: “¿Pero de dónde viene esa gente, que lleva treinta años viajando hacia el centro y no llega nunca?”
La extrema derecha pesa mucho, sus eslóganes racistas, por ejemplo, obligan al PP a repetir el mantra de la invasión que viene de África, el de la delincuencia atribuida a los extranjeros que desmienten las cifras del ministerio del Interior o el del robo de puestos de trabajo que se les quitan a los españoles, que también contradice el último informe del Banco de España, que calcula que a corto plazo serán necesarios cerca de treinta millones de inmigrantes para sostener el sistema de pensiones con su trabajo. Pero ellos cierran los ojos, no ven las cifras e imponen por casi todos los medios —de comunicación— la idea de que de fuera vendrá quien de casa te echará. ¿De verdad nos tiene que preocupar más la inmigración que la Sanidad, la vivienda o la Educación públicas? Porque si el problema está ahí, todo eso lo gestionan las diferentes autonomías y el PP gobierna en trece de las diecisiete que tenemos.
Ellos cierran los ojos, no ven las cifras e imponen por casi todos los medios –de comunicación– la idea de que de fuera vendrá quien de casa te echará
Las obras, los hechos, y no las palabras. El presidente andaluz, Moreno Bonilla, prometió en su debate televisivo con la entonces candidata y jefa de filas socialista, Susana Díaz, que arreglaría el, según él, pésimo funcionamiento de los hospitales y ambulatorios de la región, se acabarían las listas de espera, se multiplicarían las plantillas de atención primaria, se harían nuevos centros… Pero todo se quedó en nada y lo cierto es que la Sanidad pública ha agravado sus problemas y la privada ha recibido dinero sin control. Claro, que se lo ha dado el mismo Moreno Bonilla que salió de su reunión del otro día con Pedro Sánchez nombrándose a sí mismo el héroe “que va a evitar que exista la desigualdad entre españoles”, cuando lo que hizo en su momento fue combatir la subida del salario mínimo y subirse a sí mismo —y ya dos veces— el sueldo.
Y eso por no hablar de su colega Díaz Ayuso, que venía a sanear las cuentas de la Comunidad de Madrid y resulta que ha incrementado la deuda de la región en veinte mil millones. Que venía a luchar contra la corrupción y tiene a la familia de sangre y la política enredadas en mil y un escándalos. ¿No es raro que conviva con alguien que es un defraudador confeso y es sospechoso —la Justicia dictará sentencia— de delitos que precisamente ella, como máxima autoridad de la Comunidad de Madrid, debería de perseguir?
Preguntas que están en el aire y en algunos casos resolverán los tribunales. Como lo está el asunto de Núñez Feijóo y sus allegados, en el que la prensa habla de cuatro mil millones de euros entregados a dedo por la Xunta de Galicia a sus parientes y otras amistades, durante su mandato y el de su sucesor, troceados en alrededor de un millón de contratos. Si lo sé, no me bajo de la lancha, debe de estar pensando.
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