Ataques en Magdeburgo: la cautela como arma Ruth Ferrero-Turrión
Las falsas rebeliones del PP debilitan a Europa
¿Qué hará la oposición cuando las cosas se pongan serias de verdad? ¿Cuál será el lugar del PP cuando en otoño, en invierno o en 2023 Europa sufra el impacto real de la crisis energética? Cuando haya posibles cortes, restricciones, escasez y la tensión propia de 27 países en busca de consensos frente a una Rusia encanallada con el grifo del gas. ¿Seguirán en la fiesta de los escaparates iluminados? ¿Dónde estará Alberto Núñez Feijóo? Es posible que en el mismo lugar que ahora. Atrapado entre el ayusismo y la bipolaridad del candidato de Estado contra el Estado. Un verso libre en una Europa alineada con la presidencia de Ursula von der Leyen, liderando un partido conservador desacoplado cuando más se necesita la Unión.
El PP hace años entiende la oposición como el peldaño desde donde arrojar la bola de derribo permanente contra el Ejecutivo. Da igual el tema: economía, paquetes de ayuda anticrisis, estado de alarma en una pandemia, reforma laboral pactada con la patronal o la necesidad de ahorrar gas en plena guerra de Ucrania. Con el piloto automático del no, el modus operandi es poner en la diana a Pedro Sánchez y sacudirle en bucle. Una estrategia que por indiscriminada perjudica los intereses de los ciudadanos y de país. Vox no se ha movido de la negación del cambio climático pero ha estado en un segundo plano comparado con Ayuso y Feijóo en cuanto a descalificar las medidas de ahorro. “Ineficientes e inútiles”, según los populares. Una política que difunden en España pero serían incapaces de defender en la tribuna del Parlamento Europeo. Como bien ha dicho la líder de su partido en Europa, Ursula Von der Leyen, subir dos grados el termostato, cerrar las puertas para contener el aire acondicionado y apagar escaparates nocturnos son parte de la estrategia “vital” de la seguridad energética de Europa.
El PP hace años entiende la oposición como el peldaño desde donde arrojar la bola de derribo permanente contra el Ejecutivo. Da igual el tema.
Alejados de la responsabilidad europea, el PP vende que Ayuso forzó al Gobierno a convocar una reunión política —no técnica— para después negarse a presentar una sola propuesta. Han dedicado toda la semana a poner a trabajar al grupo de letrados del Ejecutivo autonómico para encontrar las supuestas diez grietas con las que tumbar el real decreto, pero no a presentar medidas de ahorro. Y forzar una reunión para no discutir propuestas es boicot, no un diálogo. El PP prefiere que sean los jueces del Constitucional quienes hagan la política por ellos. En lugar de negociar lo que consideran agujeros de la ley, han buscado argumentos para derogarla al margen del ahorro. Y todo cuando son los cargos públicos quienes cobran para hacer política y decidir sobre el ahorro energético, no los jueces.
En el Ayuso-Feijóo, la actividad de uno y la pasividad de otro responden a un guión similar. En la forma, acuden a los jueces de los órganos sin renovar por su propio bloqueo para que hagan el trabajo de la oposición. Y en el fondo, la rebelión contra las medidas no es más que una defensa de los escaparates de las avenidas, de Serrano a Gran Vía, las puertas automáticas de hoteles de lujo y centros comerciales. Porque los comercios de los barrios, esos que han superado estoicamente una pandemia, no derrochan aire acondicionado ni dejan por la noche las luces encendidas. “Es el primer decreto de Sánchez que nos hace ahorrar”, decía esta semana el presidente nacional de los hosteleros. “Se va a aplicar con normalidad, el cierre de las puertas es colocar un simple muelle”, remataba con sentido común José Luis Izuel.
Alfonso Guerra decía con ironía en los mítines: "Llevan años viajando al centro y todavía no han llegado. ¿De dónde vendrán?". Ahora la pregunta es: Pero ¿En qué mundo viven? No se han cumplido seis meses de la guerra de Rusia y el orden mundial se tambalea en busca del nuevo. Hay una guerra en Ucrania, Alemania está al borde de la recesión, peligra poder mantener la industria encendida en invierno y el cambio climático acelera el ciclo de sequías, incendios e inundaciones arruinando a agricultores y ganaderos. No hay que hundirse en el fatalismo, pero la realidad es incontestable. Millones de familias no llegan a fin de mes y ellos siguen buscando pobres por el suelo, como hizo el escudero de Ayuso, Enrique Ossorio, antes de ser ascendido a número dos.
La cuestión es, ¿qué hará el PP este invierno? Elegir entre apoyar los consensos europeos y por tanto al Gobierno, con propuestas y el debate propio de la oposición; o polarizar y profundizar en la división como pretende Rusia. No hay un solo tema de calado en la agenda que no esté conectado. Por eso los posicionamientos y las políticas tienen más consecuencias que antes. No hay un iglú madrileño donde se pueda pedir la libertad de los escaparates de lujo iluminados, ni un iglú nacional donde Feijóo se desentienda del ahorro energético, sin que tenga un impacto nacional y europeo. El nuevo orden político y la independencia del gas ruso es el primer gran reto de esta década. Buscar soluciones a la inclemencia de la guerra, la inflación y el clima, también. Una mala salida puede suponer años de inestabilidad en Europa. En esto debería estar la oposición y no en la guerra frívola tuitera.
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