Joaquín Machado, un hermano Luis García Montero
Feijóo y Puigdemont, entre lo virtual y lo real
Seguramente, el ejemplo de disociación entre lo virtual y lo real más importante que conocemos en nuestro país, desde la reinstauración de la democracia, es que llevamos cuarenta años comprobando que la izquierda no termina de romper España por mucho que la derecha avise de su inminente disolución. Hay quienes pensamos que esa amenaza no existe, ni ha existido nunca. Pero podemos estar equivocados y que la explicación sea otra. Podría ser que la izquierda lleve cuarenta años queriendo romper España y, por incompetencia, no lo haya conseguido. Ni González, ni Zapatero, ni Sánchez.
Si esta teoría es cierta, la derecha puede estar absolutamente relajada. No es creíble que Pedro Sánchez consiga en los próximos dos meses acabar con la unidad nacional si no ha sido capaz de hacerlo en más de cinco años, pese a su firme voluntad de destruirla. Antes fracasaron estrepitosamente, visto lo visto, Zapatero y González. Si fuera dirigente del PP o Vox, no tendría la más mínima inquietud.
Disonancias cognitivas
La noche del 23-J, en el balcón de la calle Génova de Madrid, pudo apreciarse una curiosa disonancia cognitiva. El líder popular, Núñez Feijóo, se dirigió a los presentes con un discurso en el que declaraba su satisfacción por la victoria electoral alcanzada. Mientras, su rostro y el de los que le acompañaban en la tribuna mostraban un evidente duelo, al ser conscientes de que no tenían una mayoría suficiente que les permitiera gobernar. Vestidos de blanco victorioso y con un negro gesto de derrota en sus caras. Excepto Ayuso, que fue de rojo vibrante y no perdió la sonrisa… pero esa es otra historia.
Estamos a una semana de que Feijóo acuda a la sesión de investidura que con tanto empeño y poca prisa ha buscado llegar. Hasta ahora, el fenómeno de la disonancia entre su victoria electoral (encabezar la lista más votada) y su fracaso electoral (no tener mayoría suficiente para formar gobierno) ha sobrevivido en dos mundos paralelos que los populares nunca han querido confrontar.
Hacia la otra investidura
La semana que viene, las dos percepciones se cruzarán y entonces una de ellas impondrá su cruda realidad. Se demostrará que Feijóo no habrá ganado finalmente las elecciones el 23J, por mucho que se nieguen a aceptarlo. Por apenas cuatro diputados, perdieron la posibilidad de gobernar, que es el objetivo que se dirime en unas elecciones. El tiempo aclarará si la decisión de Feijóo de empeñarse en ir a una investidura fracasada le ha servido de algo.
A priori, da la sensación de que la única utilidad que ha tenido este período ha sido la de poder confirmar, de forma evidente, que al PP su convivencia con Vox le impide poder pactar con otros grupos parlamentarios. Además, estas extrañas semanas de paréntesis han servido para que todos seamos conscientes de que el auténtico interés habita en otro territorio, el que ocupa Pedro Sánchez en una complicada búsqueda de apoyos para intentar la reedición de su Gobierno de coalición progresista.
El líder popular, Núñez Feijóo, se dirigió a los presentes con un discurso en el que declaraba su satisfacción por la victoria electoral alcanzada. Mientras, su rostro y el de los que le acompañaban en la tribuna mostraban un evidente duelo
El esquema mental de Feijóo y Puigdemont
El fenómeno de la disonancia cognitiva une a Feijóo con Puigdemont. Vistas las posiciones públicas del expresident y sus más fieles seguidores, podríamos llegar a la conclusión de que la posibilidad de formar gobierno parece demasiado lejana. Plantean posiciones maximalistas, presentadas siempre como irrenunciables. Al igual que Feijóo con su supuesta victoria electoral, Puigdemont sigue manteniendo que su actuación durante el procés fue ejemplar y merecedora del reconocimiento en Cataluña, en España, en el mundo y más allá.
A estas alturas, sigue contando a quien le escucha la historia de un héroe de la libertad enfrentado a un estado dictatorial con el que luchó cara a cara y ante el que, lejos de salir derrotado, salió triunfante, aunque lo hiciera escondido en el maletero del coche de un amigo. La realidad es que vive en Waterloo, fugado de la justicia española, a la espera de que Bruselas le levante la inmunidad y acabe en prisión, condenado por unos tribunales que también castigarán a los cientos de funcionarios que decidieron saltarse la ley sin darse cuenta de que solo caminaban hacia el precipicio.
Una narrativa ilusoria e infantil
Es absolutamente ilusoria y casi infantil la narrativa de Puigdemont respecto a que Pedro Sánchez es únicamente el que necesita algo y él quien se lo puede conceder. Sin duda, el bloque progresista en España depende de él para formar o no gobierno. Por otra parte, del acuerdo depende el destino vital de centenares de condenados por los delitos cometidos, encabezados por el propio Puigdemont. Y, sobre todo, depende la posibilidad de avanzar en la historia de Cataluña y su evolución inserta en un Estado español plural y diverso.
De forma evidentemente intencionada, Pedro Sánchez y su entorno han preferido hasta el momento mantenerse en silencio. Explican que, hasta ahora, Núñez Feijóo ha impuesto la toma en consideración de su investidura y, por tanto, obligatoriamente hay que dejarle todo el protagonismo hasta la semana que viene. El calendario es, en la actualidad, el camino que condiciona la evolución de lo que sucede.
Del 1-O al 12-O
Inmediatamente después del previsible salto de Feijóo a una piscina sin agua, el tiempo seguirá marcando la agenda. El rey tendrá que encargar a Sánchez su investidura a partir del día 29, viernes, pero es que ese fin de semana es el aniversario del referéndum del 1-O, que este año va a conocer una jornada de especial tensión en Cataluña. Los independentistas saldrán a las tribunas a intentar resurgir de sus cenizas. De nuevo, la presión popular sobre los líderes nacionalistas les puede llevar a subir unos grados más la temperatura ambiente, por si no estuviera ya suficientemente elevada.
Toda acción tiene siempre en política un efecto reacción. PP y Vox van a utilizar lógicamente este nuevo arrebato independentista en su provecho en toda España, incluida Cataluña. Es sin duda su mejor arma y la van a usar con profusión. La siguiente parada de este viaje se encuentra en su territorio. El 12-O viene a continuación y la celebración del día de la Hispanidad va a ser el altavoz ideal para propagar hasta el delirio su discurso de unidad nacional amenazada por la rendición ante los separatistas. Otra disonancia más entre lo hiperbólico virtual y la tangible realidad.
El problema de este extendido juego entre lo virtual y lo real, que suele darse en la vida política, surge cuando el ciudadano puede visualizar el engaño. Se podrá vivir de nuevo la semana que viene cuando Feijóo certifique ante todo el país que su victoria electoral pasa de carroza a calabaza, cuando democráticamente fracase su investidura. En Cataluña, ya conocieron el fenómeno en 2017 unos segundos después de la efímera declaración unilateral de independencia. En unas semanas, veremos en qué se quedan las exigencias innegociables de Puigdemont.
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