Ataques en Magdeburgo: la cautela como arma Ruth Ferrero-Turrión
Ratzinger / Benedicto XVI: ¿Complacencia con los pederastas, intransigencia con teólogas y teólogos? (I)
El teólogo alemán Joseph A. Ratzinger es uno de los eclesiásticos con más poder dentro de la iglesia católica durante uno de los más largos periodos. Ha ocupado puestos de la mayor responsabilidad durante 35 años hasta su jubilación. Como papa emérito sigue ejerciendo influencia y siendo santo y seña de los sectores católicos más conservadores, e incluso integristas, como los cardenales Robert Sarah y Reinhard Müller, miembros muy influyentes en la Curia Romana años atrás y hoy cesados por el papa Francisco de sus funciones curiales.
El cardenal Sarah, arzobispo de Guinea Conakry, fue nombrado por Benedicto XVI presidente del Pontificio Instituto “Cor unum” y por Francisco prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Doctrina de los Sacramentos en sustitución del cardenal Antonio Cañizares, que nombró a Sarah en 2021 doctor honoris causa de la Universidad Católica de Valencia. El cardenal alemán Müller, editor de las Obras Completas de Ratzinger/Benedicto XVI, fue nombrado prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, de la Comisión Teológica Internacional y de la Pontificia Comisión Bíblica en 2012, poco antes de dimitir el papa alemán para dejar todo atado y bien atado en el terreno dogmático, que constituyó siempre la prioridad de Ratzinger como teólogo, cardenal y papa.
Ratzinger fue nombrado arzobispo de Munich y Freising por el papa Pablo VI en 1977 y permaneció en el cargo hasta 1982. Inmediatamente después accedió al cardenalato. Juan Pablo II lo llamó al Vaticano para presidir la todopoderosa Congregación para la Doctrina de la Fe (CDF), cargo que ejerció de 1982 a 2005, convirtiéndose en el brazo derecho del papa polaco, en el ideólogo de su proyecto neoconservador y en el guionista del modelo de la restauración eclesiástica que desarrolló en el libro-entrevista con Vittorio Messori Informe sobre la fe (1985). La sintonía con Juan Pablo II fue tal que eran calificados de “almas gemelas”.
Elegido papa en 2005, tras la muerte de Juan Pablo II, gobernó la iglesia católica hasta 2013 en continuidad con el programa neoconservador que él mismo había diseñado de espaldas a las reformas de la iglesia y al diálogo con la modernidad propuestas por el Concilio Vaticano II, en el que participó como asesor junto con prestigiosos teólogos como Schillebeeckx, Rahner, Küng, Congar y Chenu, entre otros.
Durante los 35 años de gobierno eclesiástico no demostró beligerancia con los pederastas, sino, más bien, complacencia. Sí fue beligerante, empero, con algunos de los teólogos colegas suyos del Vaticano II, así como con las teólogas y teólogos de la liberación, del diálogo interreligioso y de la teología feminista.
Un informe encargado por el cardenal Reinhard Marx, arzobispo de Munich y Freising y ex presidente de la Conferencia Episcopal Alemana, a un despacho de abogados de la ciudad, independiente de la jerarquía, sobre la pederastia en dicha archidiócesis entre 1945 y 2019, hecho público en enero de 2022, identifica a 235 presuntos pederastas que violaron a 497 menores. El informe, calificado por los autores como “relato del horror”, acusa al cardenal Ratzinger de malas prácticas en la gestión de la pederastia y le responsabiliza de encubrimiento en al menos cuatro casos de sacerdotes pederastas durante los años de su gobierno episcopal en la archidiócesis muniquesa, sin que los excluyera del ministerio sacerdotal y de actividades pastorales, ni tomara medidas sancionadoras contra ellos. aun después de ser condenados por la justicia civil. Los abogados investigadores afirman que no hubo “ningún interés reconocible” en actuar contra los pederastas.
Uno de los hechos que consigna el informe fue su participación en la reunión en la que se decidió acoger a un sacerdote pederasta de la diócesis de Colonia en la de Múnich para seguir ejerciendo funciones pastorales en otro destino donde volvió a practicar la pederastia. Recibido el informe, en un primer momento el papa emérito negó por escrito que asistiera a aquella reunión. Después corrigió la declaración primera y reconoció su participación en ella. El cambio en la declaración fue reconocido como una mentira. Su secretario particular y persona de confianza el alemán Georg Ganswein, sin embargo, sostiene que no hubo intención de mentir, sino que se trataba de "un problema de redacción" en el documento.
En declaraciones al programa Anne Will de la Primera Cadena de la Televisión Alemana (ZDF), el presidente de la Conferencia Episcopal Alemana, Georg Bätzing, defensor de del celibato opcional de los sacerdotes y de la ordenación sacerdotal de las mujeres, tras conocer el informe, declaró que el papa emérito debía pedir perdón por su papel en el escándalo de las agresiones sexuales en la iglesia y aceptar sus culpas en el encubrimiento de los casos recogidos en la investigación: "Debe pronunciarse, debe dejar de lado las recomendaciones de sus asesores y decir clara y sencillamente: cargo con una culpa, he cometido errores, le pido perdón a los afectados". A su vez, llamó la atención sobre la tendencia de Benedicto XVI a rodearse de asesores que no eran los mejores.
Urgido por estas y otras declaraciones de autoridades eclesiásticas de la iglesia católica alemana, Benedicto XVI pidió perdón: “Una vez más solo puedo expresar a todas las víctimas de abusos sexuales mi profunda vergüenza, mi gran dolor y ni sincera petición de perdón. He tenido una gran responsabilidad dentro de la Iglesia católica”. Las víctimas, no obstante, consideran insuficiente dicha petición.
Durante su presidencia de la Congregación para la Doctrina de la Fe, de 1982 a 2005, tuvo conocimiento preciso de los expedientes sobre agresiones sexuales de sacerdotes contra menores, ya que en esa Congregación se centralizaban los informes sobre tamaños crímenes. Fue también conocedor de la práctica pederástica continua de Marcial Maciel, fundador de los Legionarios de Cristo, y de otros miembros de la misma congregación. Dos sacerdotes chilenos han declarado que presentaron al cardenal Ratzinger un informe sobre las víctimas de Maciel. Sin embargo, el Vaticano ocultó las agresiones sexuales de Maciel a menores durante más de sesenta años. Ratzinger no actuó y se cree que no lo hizo por ser Maciel “un amigo del papa”.
Suele responsabilizarse únicamente al papa Juan Pablo II del ocultamiento y permisividad de la violencia sexual de Maciel contra menores y de no haberle sancionado como merecía. No niego que Juan Pablo II tuviera responsabilidad. Claro que la tenía, y muy importante. Maciel fue siempre un protegido suyo y el papa cerró los ojos ante tamaños crímenes cometidos por el fundador de los Legionarios de Cristo. Pero la responsabilidad era compartida por el cardenal Ratzinger, quien tenía plena autonomía en la gestión de la CDF. Ni en el caso de Maciel ni en el de otros tomó medidas sancionadoras. Ello le convirtió en cómplice junto con Juan Pablo II.
El encubrimiento de los pederastas ha sido una práctica habitual de la CDF y de sus responsables hasta hoy. Como revelan documentos recién salidos a la luz, el actual presidente de la CDF, el cardenal y jesuita español Luis Fernando Ladaria Ferrer ha practicado la “cultura del silencio” y ha dado órdenes de no hacer públicos casos de pederastia para evitar el escándalo público.
¿Cambió de actitud Benedicto XVI durante su pontificado ante la pederastia clerical? Es verdad que desposeyó a Marcial Maciel de todos sus cargos en la congregación de los Legionarios de Cristo y le ordenó retirarse a México para dedicarse “a la penitencia y la oración”, pero no disolvió la congregación, como le pidieron numerosas voces eclesiásticas y víctimas de Maciel. Es verdad que Benedicto XVI dictó normas especiales muy severas contra los pederastas y en sus viajes se reunió con las víctimas cuyos dramáticos y doloridos testimonios escuchó. Pero le falto la energía necesaria para convocar a los presidentes de las Conferencias episcopales nacionales y a los superiores y superioras de Congregaciones religiosas masculinas y femeninas, como ha hecho su sucesor el papa Francisco para que tomaran cartas en uno de los escándalos asuntos más graves de la iglesia católica que tanto descrédito está provocando y urgirles a llevar a cabo una rigurosa investigación.
La responsabilidad es compartida por los jerarcas que permitieron tamaños crímenes, miraron hacia otro lado, minusvaloraron su gravedad, humillaron a las víctimas y las revictimizaron negándose a escuchar sus desgarradores testimonios
No se trata de hacer un juicio sumarísimo contra Ratzinger/Benedicto XVI, pero sí de que asuma su responsabilidad/culpabilidad en casos que tanto dolor, sufrimiento y humillación han provocado a tantas personas vulnerables e indefensas y han quedado impunes. La responsabilidad es compartida por los jerarcas que permitieron tamaños crímenes, miraron hacia otro lado, minusvaloraron su gravedad, humillaron a las víctimas y las revictimizaron negándose a escuchar sus desgarradores testimonios, dejándolas solas con su dolor y limitándose a cambiar de destino a los sacerdotes pederastas que siguieron delinquiendo en los nuevos lugares pastorales.
No hubo cordón sanitario contra ellos y tampoco lo hay ahora, al menos en la Conferencia Episcopal Española que, a diferencia de otros episcopados, se niega a crear una comisión independiente para investigar con rigor los crímenes cometidos por los agresores contra la infancia y la adolescencia, desoyendo las voces que tanto fuera como dentro de la iglesia católica la están exigiendo, la última la del arzobispo de Santiago de Compostela, Julián Barrio.
En el próximo artículo analizaré la actitud de Ratzinger/Benedicto XVI ante la teología de la liberación.
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Juan José Tamayo es teólogo de la liberación. Sus últimos libros son: Hermano islam (Trotta); La Internacional del odio (Icaria); La compasión en un mundo injusto (Fragmenta).
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