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Las cocinas de Gaza

Teresa Aranguren

Este no es un libro de cocina sino de cocinas, esos espacios íntimos y familiares donde, entre cazos, guisos  y cuentos mil veces contados, ocurre la vida. Este libro habla del gusto de vivir pese a todo y frente a todo. Habla de las gentes de Gaza.

“Quizás sean los carteles de colores brillantes que cuelgan de la pared o el patio primorosamente rastrillado y repleto de todo tipo de hierbas aromáticas. Quizá las caras impacientes de las seis niñas que salen a saludarnos y suben corriendo las escaleras con sus largas trenzas negras y brillantes. Sea cual sea la razón, salta a la vista que la casa de Um Hana en Beit Lahia es un lugar alegre”.

Extraña descripción de un lugar que los informes de Naciones Unidas han calificado de “inhabitable”. En el excelente prólogo de este libro, Raquel Martí, directora de UNRWA-España (Agencia de Naciones Unidas para los refugiados palestinos) ofrece los datos de la catástrofe que el bloqueo israelí impone sobre la población de Gaza: cortes de electricidad diarios de más de ocho horas de duración, el 96% de las aguas del acuífero están  contaminadas, el agua potable tiene que ser traída en camiones y su precio resulta inasequible para la mayoría de la gente, el paro alcanza al 48% de la población y en el caso de los jóvenes al 65%, los hospitales padecen una constante falta de material sanitario y se sostienen al borde del colapso,  gran parte de las infraestructuras, desde las depuradoras de agua y el sistema de alcantarillado hasta viviendas, edificios administrativos, cultivos y granjas han sido destruidas por las bombas.

Gaza es un territorio inhabitable o, más exactamente, sería un territorio inhabitable si no fuera porque su gente, sobre todo sus mujeres, se empeñan en hacerlo habitable

Sí, Gaza es un territorio inhabitable o, más exactamente, sería un territorio inhabitable si no fuera porque su gente, sobre todo sus mujeres, se empeñan en hacerlo habitable.    

No se trata de dulcificar lo insoportable ni de ocultar el sufrimiento cotidiano de la vida en Gaza, este libro no habla de héroes con superpoderes sino de seres humanos que resisten la adversidad, se apoyan mutuamente y cocinan entre risas y cotilleos como se hacía en las cocinas de la aldea de la que fueron expulsados y cuyo nombre ya no figura en los mapas. Las mujeres de Gaza cocinan para preservar la vida. Y la memoria.

Um Ibrahim nació en la localidad de Beit Tima al sur de Yafa, a sus más de 90 años mantiene vivos sus recuerdos de infancia y juventud y “le brillan los ojos cuando describe con detalle las verduras silvestres y las hermosas calabazas de su pueblo natal”. También recuerda con precisión lo que ocurrió en el otoño de 1948 cuando, tras buscar refugio en una aldea cercana porque las milicias sionistas llegaban a su pueblo, su familia decidió regresar días después a Beit Tima para recoger la cosecha de grano que tenían almacenada en la casa, “encontramos a muchos de nuestros vecinos muertos, con disparos en la frente y miembros amputados…”.  Um Ibrahim huyó con su familia y sus vecinos a Gaza. Vive en el campo de refugiados de Deir Al Belah. Nunca ha vuelto a ver su pueblo ni los paisajes de su infancia, pero conserva el legado de sabores y olores de aquella Palestina que fue y pervive en las recetas que aprendió de niña en Beit Tima. La que Um Ibrahim nos ofrece en este libro es la de “Bamia ua adas”, un guiso de lentejas y verdura típico no solo de esta región sino de toda Palestina.

Laila Al Haddad y Maggie Schmitt recorrieron las cocinas de Gaza en busca de recetas tradicionales, pero sobre todo de relatos, retazos de vida que las mujeres van desgranando en su charla mientras majan en el mortero un poco de comino, sésamo, albahaca y aceite o desgranan los rubíes de una granada. La mayoría de las personas que aparecen en este libro son mujeres, pero  también hay algún hombre, como Abdel Munin, que gestiona una pequeña finca de cultivo ecológico en Beit Hanun o Mohamed Ahmed, que antes del bloqueo solía exportar fruta a Europa y ahora, con sus árboles arrancados porque sus tierras quedaban cerca de la frontera, depende de la ayuda alimentaria de UNRWA. En Gaza la alimentación es tarea de mujeres cuando se realiza en casa, si es negocio es cosa sobre todo de hombres. Pero esto no ocurre solo en Gaza.

Uno de los grandes atractivos de este libro son las excelentes fotografías que acompañan cada una de las recetas, cada una de las historias, imágenes de los platos cocinados y de los rostros de quienes los muestran. Y es conmovedora la alegría de vivir que desprenden esos rostros.

Las cocinas de Gaza, editado con el esmero con el que Ediciones de Oriente y el Mediterráneo realiza siempre su trabajo, es un libro bellísimo. Una manera original e inteligente de mostrar el drama y la fortaleza de las gentes de Gaza.

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Teresa Aranguren es periodista y escritora.

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