Un paradigma en femenino

Diana Morant

¿Cuándo sabemos que un país ha transformado su modelo productivo? ¿Qué señales tenemos para orientarnos y saber si seguimos la senda correcta? 

Los datos de la última Encuesta de Población Activa, correspondientes a 2023, nos dicen que las actividades relacionadas con la ciencia, la innovación y las tecnologías de la información (TIC) dispararon el empleo. Hablamos de 165.300 puestos de trabajo en sectores de alto valor añadido de los 783.000 nuevos empleos que se crearon. 

A lo largo del último año, España triplicó el empleo respecto al año anterior. Es un primer dato histórico al que debemos sumar un segundo: uno de cada cinco de esos nuevos puestos de trabajo pertenece a perfiles relacionados con la ciencia, la innovación y las TIC. Hablamos, por lo tanto, de mejores trabajos, más estables y seguros, y con mayor alcance e implicación en la prosperidad de la ciudadanía.

Nuestro país ha logrado superar una pandemia y ha hecho frente a la amenaza de recesión global en buena medida gracias a que el Gobierno ha apostado decididamente por cuidar el talento, el conocimiento y la innovación. Y lo ha hecho con la mayor inversión que se ha realizado en la historia de nuestro país para llevar a cabo una doble transición, verde y digital, y la reindustrialización de España.

Somos el segundo país de Europa que más recursos procedentes de los fondos de recuperación ha destinado a la ciencia y la innovación

En muy poco tiempo, nuestro país ha revertido la precariedad sistémica en la que nos dejaron los recortes en I+D+I de la pasada década. Aquellas políticas provocaron la “fuga de cerebros”, la merma de competitividad de nuestras empresas y que nuestro país no pudiera seguir con certezas en la carrera tecnológica internacional.

Hoy somos el segundo país de Europa que más recursos procedentes de los fondos de recuperación ha destinado a la ciencia y la innovación. Y tenemos también el orgullo de que cuatro de cada diez nuevos empleos en Europa provengan de nuestro país.

No obstante, España sigue teniendo una deuda pendiente hoy, Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia, donde reivindicamos el papel protagonista que tiene la mujer en la investigación, la ciencia y la innovación de nuestro país en la actualidad.

Y subrayo su protagonismo por otro dato objetivo que nos revela la citada EPA: el 64% de los 165.300 nuevos puestos de trabajo científicos y técnicos los ocuparon mujeres. Son más de 105.000 mujeres que transforman España en un país de talento y transición digital, moderno y ecológico, competitivo e igualitario.

Si tenemos estos datos que señalan la buena senda, ¿por qué seguimos evidenciando en 2024 una brecha de género tan clara en las profesiones del ámbito STEM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas, por sus siglas en inglés), así como en las vocaciones científicas de nuestras niñas y jóvenes? ¿Por qué sólo una de cada cuatro mujeres lidera en I+D+I en ámbitos universitarios? ¿Y por qué, por poner un ejemplo más entre los muchos posibles, en las startups lideradas por mujeres, la financiación privada sigue siendo mucho menor que en aquellas dirigidas por hombres, aunque sean tan solventes y exitosas? 

Es nuestra responsabilidad compartida como mujeres y como hombres frenar esta inercia. La plena integración de la mujer, su reconocimiento, es un beneficio que redunda en toda la sociedad.

Y permítanme que les cuente una experiencia personal. Cuando estudié Ingeniería de Telecomunicación, las mujeres éramos minoría en clase. Durante todos los años de estudio de la carrera eché de menos referentes femeninos. Y no es que no los hubiera, lo que faltaba era nombrarlas:

Sara Correyero, ingeniera aeronáutica; Nuria Oliver, ingeniera de telecomunicación especialista en IA; Mariña González, ingeniera biomédica; Begoña Vila, astrofísica; Sara García Alonso, ingeniera biomolecular y astronauta…. Ellas saben que en España son muchas más, tantas que no caben en un periódico, y están transformando nuestra realidad.

El 64% de los 165.300 nuevos puestos de trabajo científicos y técnicos en 2023 los ocuparon mujeres, según la última EPA

La historia de las mujeres científicas, como la de todo aquel que apuesta su vida por el progreso y el bienestar de la mayoría, es una historia de coraje. El que tuvo Marie Curie, dos veces ganadora del Premio Nobel y herida por la radiación que ella misma había descubierto, una radiación que serviría para curar a tantas personas. En un poema de la norteamericana Adrienne Rich se dice de Curie: “Murió famosa negando que sus heridas provenían de la misma fuente que su poder”.

Pero ¿y todas esas veces en que las heridas y las dificultades de una mujer científica se deben sólo al hecho de ser mujer? Dificultades para conciliar, como en el caso de Evelina Leivada, doctora en la Universidad Rovira i Virgili de Tarragona y contratada gracias a una de las ayudas del Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades. Evelina tuvo un hijo prematuro que le obligó a reducir su jornada laboral, unos supuestos que la Ley de Ciencia no incluía para compatibilizar con su ayuda. Gracias a su coraje modificamos la norma para que contemplara casos como el suyo y protegiera a las mujeres y los hombres que investigan en España.

Pero no es suficiente. Queda mucho camino por recorrer y el Gobierno de España va a seguir su apuesta firme por la igualdad y la innovación, y por seguir despertando en ellas las vocaciones STEM. Estamos cambiando el modelo productivo d.el país y de la ciencia hacia un paradigma en femenino.

Estratégicamente colocado a continuación de su poema para Marie Curie, para dar voz a todas las mujeres que quiebran los límites de la inercia y la dificultad, Adrianne Rich le dedica otros versos a Elvira Shatayeva, la gran escaladora. Y hoy sus palabras también son las nuestras: “No viviremos para conformarnos con menos. Hemos soñado con esto toda nuestra vida".

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Diana Morant es ministra de Ciencia, Innovación y Universidades.

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