Moción de gobernabilidad Pilar Velasco
Siria ante su destino
Después de más de cincuenta años de que la familia al-Assad gobernara Siria, las fuerzas de la oposición sirias anunciaron, el 8 de diciembre de 2024, la caída del régimen y el comienzo de una nueva era para el país. La actual escalada no es más que el resultado de una larga acumulación de violencia y criminalidad practicada por el régimen sirio desde los primeros momentos de la revolución.
Los acontecimientos que Siria ha presenciado en los últimos días, que llevaron al colapso de las fuerzas del régimen y de sus aliados, frente al avance de las fuerzas de Jabhat Tahrir al-Sham y otros grupos de la oposición, han alterado los equilibrios políticos entre las diversas fuerzas regionales e internacionales activas en Siria. Con la escalada de conflictos regionales e internacionales, incluidas la guerra en Gaza, en Líbano, en Ucrania, etc., el apoyo militar al régimen sirio por parte de sus aliados, como Rusia, Hezbolá y las milicias chiitas, declinó.
El régimen de Bashar al-Assad cometió un error en la evaluación estratégica de la posición de sus fuerzas sobre el terreno, contando con el apoyo de los aliados, ante el avance de las fuerzas de oposición sirias desde Idlib hacia Alepo, Hama, Homs, hasta Damasco, y el correspondiente avance de otras fuerzas que se dirigen desde las gobernaciones meridionales de Suwayda, Daraa y Quneitra hacia la capital para anunciar su caída y poner fin al régimen. Sus aliados son países preocupados por reordenar sus intereses con los resultados de los acontecimientos internacionales y regionales, como Rusia e Irán, o milicias afectadas militarmente por las repercusiones de la guerra en Gaza y Líbano con Israel.
Las fuerzas de oposición sirias, apoyadas por potencias regionales, como Turquía, aprovecharon este momento para actuar, sorprendiendo a todos, no sólo con sus logros militares, sino también con un cambio notable en su retórica política. Jabhat Tahrir al-Sham presentó una nueva retórica destinada a tranquilizar al espectro del pueblo sirio, así como a los actores regionales e internacionales, incluida Rusia.
Con la caída del régimen sirio surge la pregunta sobre el futuro del sistema político en Siria. El panorama parece estar siendo testigo de posibles cambios. La caída del régimen de Assad ciertamente asustará a gobernantes y a dictaduras árabes que intentarán frenar y bloquear los posibles cambios en Siria. Por ello, esta caída no significa necesariamente una victoria para las fuerzas revolucionarias y democráticas de la región. La pregunta importante que es necesario plantear es quién lo dejó caer, cómo y por qué ahora. Esta caída no se convertirá en una victoria, excepto si se reconstruye el movimiento popular que desafió al régimen en Siria en la revolución de 2011. Un movimiento de masas que trascienda el sectarismo, en el que participaron todos los segmentos del pueblo sirio.
La caída del régimen de Assad abre la puerta a la esperanza de construir un Estado civil y democrático, pero también conlleva el riesgo de derivar en conflictos de largo plazo entre facciones, o incluso dividir el país. El papel internacional y regional sigue siendo esencial para determinar el rumbo de Siria, y la oposición debe liderar esfuerzos integrales para tranquilizar interna y externamente, y reconstruir el país sobre nuevas bases. Siria se encuentra ahora al borde de una nueva historia y el mayor desafío es pasar de la etapa del caos a la estabilidad, sin desperdiciar la oportunidad que el pueblo sirio ha estado esperando durante mucho tiempo.
Esta caída no se convertirá en una victoria, excepto si se reconstruye el movimiento popular que desafió al régimen en Siria en la revolución de 2011
Con la caída de Assad, se puede decir que ha comenzado un nuevo cambio en los mapas de influencia en Siria, y que su contexto regional actual es completamente diferente a lo que era la situación durante el período anterior. Las potencias regionales e internacionales involucradas en el conflicto sirio están tratando de reutilizar su papel para servir principalmente a sus intereses en Siria. En las primeras etapas del control de Damasco por parte de las fuerzas de oposición sirias es difícil evaluar las posiciones internacionales y regionales sobre sus futuras políticas hacia la “nueva” Siria, ya que la cristalización de posiciones claras depende del resultado y del patrón de interacción que estas fuerzas demuestren después del cambio cualitativo que han realizado.
Turquía, el país más directamente afectado e involucrado por razones geopolíticas y estratégicas de especial importancia, tratará de imponer nuevas ecuaciones sobre el terreno, con el objetivo de mantener su influencia militar en el norte de Siria de una manera que garantice ganancias estratégicas a largo plazo. Según este cambio, seguirá siendo un “actor regional” que es difícil ignorarlo en cualquier acuerdo político futuro en Siria.
En cuanto a Rusia e Irán, sin entrar en detalles del cambio en sus posiciones sobre la ecuación de apoyar al régimen sirio, se puede decir que ambos se convencieron durante los últimos días de que su aliado sirio estará lejos de las ecuaciones de su interacción con la crisis siria durante la próxima etapa, y esto significa que estarán en el proceso de reexaminar los acontecimientos recientes con el objetivo de determinar sus posiciones con respecto a la viabilidad de continuar la coordinación entre ellos dentro del ámbito sirio, política y militarmente.
Por su parte, Estados Unidos anunció que las prioridades de Washington en esta etapa son “garantizar que la situación actual no fomente el resurgimiento de ISIS, ni conduzca a una catástrofe humanitaria”. Por supuesto, aquí no está claro cuál será la posición estadounidense durante la próxima fase, cuando el presidente electo Donald Trump asuma el poder el 20 de enero de 2025.
En cuanto a la posición de Israel, que estaba siguiendo la voluntad del régimen de al-Assad de adoptar una política de distanciamiento de la guerra en Gaza y Líbano, hoy parece encontrarse en un estado de cautela ante la posible evolución de los acontecimientos sobre el terreno.
Mientras las potencias internacionales discuten sobre su influencia en la “nueva” Siria, el pueblo sirio está destinado a afrontar grandes desafíos nacionales e internacionales para preservar la independencia y soberanía de su país, lo que supone neutralizar cualquier influencia externa en sus asuntos nacionales.
Desde el fracaso de la mal llamada “primavera árabe”, iniciada en Túnez en 2011 y fracasada posteriormente, el éxito de la revolución siria podría ser el inicio de un “nuevo” despertar de los pueblos árabes sometidos a regímenes absolutamente dictatoriales.
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Najib Abu-Warda es profesor de relaciones internacionales.
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