Queipo sale de la basílica y Blas Infante de la fosa: Sevilla empieza a superar la desmemoria histórica
Este lunes, 32.029 días, 4.575 semanas, cerca de 87 años después del golpe de Estado contra la República del 18 de julio de 1936, Sevilla puede decir que ha cerrado, o al menos empezado a cerrar, un capítulo negro de su historia. Donde estaba la fosa común de Pico Reja ahora se levanta el osario-memorial de Pico Reja. Para quien no conozca esta historia, puede sonar parecido. Pero no lo es.
Hay cosas que sí coinciden. Había y hay en este apartado enclave del cementerio de San Fernando, en Sevilla, restos de cerca de 1.800 represaliados por el franquismo. Pero no es lo mismo cómo estaban y cómo están. La distancia entre lo uno (fosa común) y lo otro (osario-memorial) es la que va de una masacre impune y ejemplarizante tras una sublevación contra la democracia a un proceso legal, garantista y científico de excavación-exhumación-registro de restos humanos que ha contribuido a arrojar luz sobre los años más violentos del siglo XX en la capital andaluza. Ahora sabemos que la dimensión criminal de la represión fue mucho mayor de lo que se pensaba: hay más del doble de víctimas de lo previsto al iniciar los trabajos. Otra diferencia es que ahora las víctimas están allí con reconocimiento y dignidad, tras un proceso que ha contado con el impulso y apoyo del movimiento memorialista sevillano, harto de décadas de silencio y olvido y que ahora encadena dos logros casi consecutivos: la salida del general golpista Gonzalo Queipo de Llano de la Basílica de La Macarena en noviembre y el cierre de Pico Reja ahora.
El avance de Sevilla en el terreno de la memoria se entiende mejor siguiendo el recorrido de dos figuras emblemáticas: Queipo y Blas Infante. Ni los restos del general que encabezó la represión en el sur de España están ya en un lugar de privilegio simbólico en la basílica de una hermandad con más de 16.500 hermanos, una de las instituciones con más tirón popular de la ciudad; ni los de Infante, considerado "padre de la patria andaluza", asesinado por los golpistas en 1936, se encuentran ya en una fosa común, en este caso Pico Reja, donde se cree que el notario andalucista fue arrojado tras su asesinato, si bien no puede haber plena certeza hasta que se produzca una hipotética identificación por ADN. Lo que sí puede asegurarse es que, si estaba allí, ya está fuera.
Un lugar decente al que "llevar flores"
Sevilla empieza a salir poco a poco de la anomalía y la desmemoria. Hace tres años, pocos sabían en Sevilla que existía la fosa de Pico Reja, ni mucho menos que ocultaba los rastros de tan gigantesco crimen. Hoy las cámaras de las televisiones nacionales acuden a la zona para cubrir la apertura de un osario-memorial distribuido en tres líneas de columbarios construidos en sobrios bloques de hormigón. El conjunto final es triangular, como lo eran los límites de la fosa común. Se ha tratado de dotar al resultado de un aire de recogimiento e intimidad. Al fin, como dice Miguel Guerrero –nieto de otro Miguel Guerrero, miembro de la columna minera de Huelva, asesinado y arrojado a la fosa junto a sus compañeros tras fracasar en su intento de salvar la ciudad de los golpistas–, hay en el cementerio un lugar decente al que "llevar flores".
Este lunes, los familiares que así lo han querido han recibido cada uno una caja de plástico duro con unos restos. En cada caja había huesos de un solo individuo. Obviamente, como el proceso de identificación aún no ha terminado, no son los del familiar de la persona que los recibía –salvo casualidad harto improbable–, pero esta fórmula ha permitido a la ceremonia acercarse lo máximo posible en su desarrollo a lo que es un entierro convencional. El primero en depositar los restos en el nicho ha sido Ángel Rodríguez, de 89 años, hijo de Eugenio Rodríguez, fogonero de la fábrica de cerámica de La Cartuja y afiliado de la CNT, asesinado en agosto de 1936.
Los huesos de todas las víctimas enterradas, aun sin identificar, ahora están allí registrados y en orden, no tirados de mala manera, en ocasiones boca abajo o en otras posiciones indignas, como los dejaron los pistoleros y sepultureros de Queipo. Ahora queda la fase de identificación. Unos 500 familiares han ofrecido muestras de ADN. Si coincidieran con alguno de los restos, sólo habría que ir a la caja en que estos se encuentran. Por eso hay huesos de una sola persona por cada caja. No siempre habrá éxito con las identificaciones. Hay más de 300 víctimas que no presentan restos óseos viables. Están pulverizados por el paso del tiempo y la erosión. Ello, sumado a que el porcentaje identificaciones con respecto al total de cuerpos exhumados suele rondar el 10%, aconseja prudencia sobre esta última fase de los trabajos. En caso de que unos restos sean identificados, la familia podrá decidir si llevárselos o dejarlos allí.
Las otras 6.882 personas exhumadas no revelaban signos de represión. ¿Quiénes eran? Algunos, víctimas del hambre y de la pobreza a los que se enterraba junto a los represaliados. Los restos de todos ellos se encuentran en una zona reservada del cementerio para su progresiva incineración.
Tras Pico Reja, la siguiente fosa: Monumento
Sevilla cierra con el osario-memorial una operación que, al comenzar, generaba las suspicacias propias de una sociedad en la que había tenido una especial vigencia aquello del "dejemos las cosas como están". Lo cierto es que, desmintiendo los peores pronósticos, los trabajos se ha producido sin polémicas, sin ruido político, sin oposición significativa de los círculos conservadores locales. Además, con amplio reconocimiento por su calidad calidad y transparencia al trabajo de la sociedad Aranzadi, encargada de la excavación. El Gobierno local de Antonio Muñoz (PSOE), que ha encabezado un proceso en el que han participado la Diputación, la Junta y el Gobierno, insiste en que es una exhumación "modélica" que justifica el siguiente paso: un trabajo similar en un enterramiento colectivo próximo.
Se trata de la fosa del Monumento o de los Alpargateros. Según los estudios que maneja el Ayuntamiento, se depositaron en ella no menos de 7.440 cuerpos de muertos por distintas causas, de los que unos 2.613 serían víctimas del franquismo. Más que en Pico Reja. Entre los asesinado en Monumento podrían estar los ocho condenados por un complot contra Queipo. También puede estar en Monumento Carmen Díaz, hermana del secretario general del PCE, José Díaz. Otra posibilidad es que allí se encuentren los restos de Horacio Hermoso, el que fue último alcalde republicano de Sevilla, asesinado tras el golpe, aunque no es descartable que esté en Pico Reja. Uno de sus hijos, también llamado Horacio Hermoso, falleció en diciembre tras dejar su ADN. No llegó a tiempo de ver cerrarse la fosa.
Un alcalde asesinado (y casi desconocido)
Es posible que al lector ni le suene Horacio Hermoso, pese a ser todo un alcalde de Sevilla asesinado hace menos de 90 años. En lógica democrática, debería ser todo un símbolo civil. Sin embargo, es un nombre poco conocido incluso en Sevilla. Es una prueba más de la amnesia sevillana, contra la que ahora ha hecho una aportación el periodista Antonio Fuentes, que acaba de publicar en Plaza & Janés La huella borrada, una novela documentada a fondo sobre Hermoso en cuya preparación el autor ha constatado el elevado nivel de desconocimiento en la ciudad sobre quien fue su último alcalde tricolor.
"Yo fui el primer sorprendido cuando conozco a un hijo vivo del último alcalde republicano, y siento la curiosidad de conocer quién fue, qué hizo y por qué lo mataron", cuenta ahora Fuentes, que ilustra hasta qué punto la ciudad ha escamoteado honores a quien debería ser un referente democrático: "Hasta 2005, Horacio Hermoso Araujo tenía una calle suburbial destinada a taller de reparaciones. No lo digo yo, lo dijo el Diccionario Histórico de Calles de Sevilla: 'Su aspecto contrasta con el resto del barrio, ya que este [el barrio] aparece en general cuidado y limpio y esta vía [la calle de Horacio Hermoso] tiene aspecto residual'. Fueron los vecinos del Tiro de Línea [un barrio de Sevilla] quienes le resarcieron y le dedicaron una gran plaza. No muy lejos de la calle se rendía homenaje al general Merry, detenido por su implicación en la sanjurjada y que el 18 de julio rápidamente se puso a las órdenes de Queipo". La calle General Merry, por cierto, fue rebautizada como Pilar Bardem con el PSOE e IU en el Gobierno local (2009), pero cuando el PP llegó al poder le volvieron a cambiar el nombre a Nuestra Señora de las Mercedes (2012), que es "el nombre que propuso la Hermandad de Santa Genoveva", explica Fuentes. El origen del nombre popular de esa hermandad está en Genoveva Martí, la que fue esposa de Queipo. Así es la relación de Sevilla con su pasado.
"En general, hemos tenido una memoria mutilada y, a pesar del trabajo de los historiadores y de personas comprometidas con la recuperación de la memoria, cada paso para construir un relato más veraz sigue costando mucho esfuerzo. Sigue existiendo un sector político, económico y social muy conservador, con una influencia enorme de la religión católica y de algunas hermandades, que incluso ha negado estos hechos, enaltecido a los golpistas, y obviado, desde la ignorancia, que esos otros sevillanos también pertenecían y querían a esta ciudad y a sus tradiciones", expone Fuentes. "En cualquier paseo por esta ciudad –añade– podemos encontrar calles, y hasta institutos, que homenajean a los militares que provocaron el golpe de Estado y, sin embargo, escasean los reconocimientos de quienes defendían la convivencia pacífica".
San Gonzalo y Santa Genoveva
A pesar de su exhumación, Queipo y su esposa, Genoveva Martí, mantienen en Sevilla espacios de reconocimiento. Las parroquias de San Gonzalo y Santa Genoveva toman sus nombres del general y su cónyuge. Estos templos dan a su vez sus denominaciones populares a sendas hermandades, cuyos nombres oficiales son otros pero son conocidas como San Gonzalo y Santa Genoveva.
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Esta denominación popular en absoluto implica que en estas hermandades se honre a Queipo o que sus hermanos sean defensores del mismo. Es, más bien, un síntoma de cómo lo democráticamente anormal se ha normalizado, en parte porque mucha gente ni conoce este origen, en parte porque no se honra directamente a Queipo y a su esposa, sino a San Gonzalo y Santa Genoveva, un "subterfugio" utilizado por el cardenal Pedro Segura, arzobispo de Sevilla de 1937 a 1957. Dicho "subterfugio", usando el término del historiador César Rina, pone hoy estos honores a salvo de la legislación de memoria. Hay también en Sevilla una Fundación Queipo de Llano de ayuda a la "infancia desvalida" con sede en el barrio de Los Remedios. Mientras tanto, una plataforma lucha para convertir en público un cortijo del que Queipo se adueñó cuando era conocido como "virrey de Andalucía" y que hoy detenta su familia.
Vestigios pendientes
"El problema en Sevilla es que se ha construido una cultura muy fuerte, más fuerte que en otros lugares, en torno al relato de los dos bandos igualmente culpables y la necesaria salvación de la patria. Ha sido fundamental la falta de trabajo educativo para contrarrestar ese relato y la influencia de la Iglesia católica", analiza Juan Morillo, un referente del movimiento memorialista en Andalucía, que lamenta que el arzobispo de Sevilla no haya asistido ni al cierre de la fosa de Pico Reja ni al osario-memorial.
Morillo incide en que hay trabajo por hacer en cuanto a retirada de vestigios. La Coordinadora Andaluza de Organizaciones Republicanas cifró en 54 los los "símbolos franquistas" en la ciudad en 2020. El concejal Juan Tomás de Aragón (PSOE) no niega que falta tarea de retirada de vestigios –"alguno queda", admite–, pero destaca lo avanzado: "Desde 2015 hemos quitado más de 500 símbolos entre placas y calles", afirma, antes de añadir que en breve se acometerá la retirada de cinco placas de mármol con el yugo y las flechas. Además, atribuye a la Junta la responsabilidad de elaborar un listado con los símbolos contrarios a la ley que aún queden. En conjunto, su balance es positivo. "Hace ocho años –añade el concejal, refiriéndose a la última etapa del PSOE en el Ayuntamiento– nadie hubiera imaginado los pasos que hemos dado en memoria, con Pico Reja, la exhumación de Queipo y la retirada de símbolos franquistas".