Crisis migratoria
Ceuta paga los platos rotos del enfado de Rabat con Europa por el Sáhara
La presencia en España de Brahim Ghali, el líder del Frente Polisario, para ser atendido de complicaciones respiratorias provocadas por una infección por covid-19 ha sido la excusa de Marruecos para provocar la llegada masiva de migrantes a Ceuta, provocarpero no la motivación de fondo. Esa es, al menos, la opinión de todos los expertos en el Magreb consultados por infoLibre, que sitúan la actitud de Rabat en un contexto mucho más ambicioso que pasa por presionar a España y a la Unión Europea para tratar de que sigan la senda marcada por Estados Unidos durante los últimos meses de mandato de Donald Trump y reconozcan el Sáhara Occidental como territorio marroquí.
Isaías Barreñada, profesor de Relaciones Internacionales en la Universidad Complutense y experto en geopolítica del Magreb y política exterior española, sostiene que la actitud de Marruecos tiene que ver con varios elementos. En primer lugar, con la inminente sentencia del Tribunal Superior de Justicia de la Unión Europea que, a petición del Frente Polisario, con toda probabilidad anulará los acuerdos de asociación y pesca suscritos en 2019 entre la Comisión Europea y Marruecos.
Un fallo que, de confirmarse, no sólo pondrá en cuestión la legitimidad de Rabat a la hora de negociar con Bruselas sobre los productos saharauis sino que supondrá un ataque directo a la estrategia del Gobierno marroquí que, de momento sin éxito, intenta que el reconocimiento de la marroquinidad del Sáhara Occidental por parte de EEUU sea secundado por la Unión Europea. Y Marruecos quiere anticiparse a la sentencia para tratar de conseguir que el Consejo Europeo encuentre la manera de no aplicar en la práctica la sentencia de la justicia de la UE, algo que a todas luces se le viene encima.
En su estrategia en Europa, señala Barreñada, Marruecos “tiene ganada a Francia”, su aliado más fiel en el viejo continente, pero no a España, que desde hace años trata de mantener una política de “neutralidad activa”, y mucho menos a Alemania, con quien mantiene un fuerte contencioso. El Gobierno de Angela Merkel no se ha prestado a atender las demandas de Rabat y el desencuentro ha acabado afectando gravemente sus relaciones, hasta el punto de que ambos países retiraron en marzo a sus respectivos embajadores. Rabat se queja de que Alemania se resiste a considerar el Sáhara un territorio marroquí.
De todos los países de la Unión, España el más vulnerable a la presión. Y Marruecos es lo que está haciendo estos días, atacar al socio de la UE al que más puede dañar. De ahí que la estrategia española para hacer frente a Rabat está apoyándose en las instituciones europeas, que son en última instancia las que Marruecos quiere obligar a cambiar de posición sobre el Sáhara.
El segundo elemento que hay que tener en cuenta para entender lo que está pasando, explica Barreñada, tiene que ver con la reanudación de las hostilidades en el Sáhara. Entre octubre y noviembre Marruecos aprovechó para permitir a 20.000 migrantes intentar alcanzar Canarias desde la costa saharaui, desencadenando una llegada masiva a las islas que desbordó la capacidad de acogida del archipiélago.
Con esta estrategia, Rabat buscaba forzar a España a reconocer implícitamente que el Sáhara es marroquí, porque un acuerdo de 1992 estableció que Marruecos sólo aceptaría devoluciones a su propio territorio. Y lo consiguió, recuerda el profesor de la Complutense, porque el Gobierno español aceptó devolver al Sáhara a los migrantes llegados a Canarias, obligado en parte por la urgencia de resolver la crisis humanitaria que vivían las islas.
Barreñada tiene pocas dudas acerca de la utilización de los migrantes como arma política. El último ejemplo, muy revelador, es lo que está pasando en Ceuta. Organizaciones saharauis ya alertaron hace unos días, recuerda, que “iba a pasar algo”, porque Marruecos estaba trasladando migrantes en autobuses de las cosas del Sáhara al norte del país. “Y hoy nos encontramos con esto”.
Estas circunstancias son las que llevan al profesor de la Complutense a concluir que el permiso otorgado al líder del frente Polisario para ser hospitalizado en España es “sólo una excusa” para el desencuentro. Una trampa en la que “España ha caído de bruces” y ante la que ha reaccionado erróneamente. Tratar de justificarse alegando razones humanitarias, como ha hecho la ministra de Exteriores es, según Barreñada, una forma de “rendición” ante Marruecos. “No hay que dar explicaciones por un acto soberano”, sentencia. En vez de eso, el Gobierno “ha agachado la cabeza”. De manera que es Marruecos quien conserva “la iniciativa del relato”.
Irene Fernández-Molina, profesora de Relaciones Internacionales de la Universidad de Exeter (Reino Unido) y experta también en el norte de África, tampoco tiene dudas acerca del vínculo que la situación en Ceuta tiene con el Sáhara. Y sugiere distinguir entre el “detonante a corto plazo”, que parece ser la hospitalización de Ghali, y todo lo que tiene que ver con la situación que desencadenó Trump al reconocer que el Sáhara es territorio marroquí, contraviniendo todas las resoluciones de Naciones Unidas.
La “frustración” de Rabat
Se trata de una “estrategia de presión” provocada por la “frustración” de que ningún actor internacional importante haya seguido la senda de Estados Unidos y haya reconocido el Sáhara como parte integral de Marruecos. Ni siquiera Francia, que es su aliado más importante en Europa, subraya Fernández-Molina.
De ahí que Rabat haya recurrido a quien más puede presionar, que no es otro que España, utilizando a Ghali como pretexto. Porque en los últimos cinco años la cuestión de la soberanía sobre el Sáhara, explica la profesor de Exeter, se ha impuesto al deseo de tener una relación política y económica lo más estrecha posible con Estados Unidos y la Unión Europea. En estos momento, “si hay que elegir entre las dos almas de la política exterior marroquí, la proeuropea o la territorial”, Rabat elige la segunda, subraya.
Bernabé López García, profesor honorario de Historia del Mundo Árabe Contemporáneo en la Universidad Autónoma de Madrid, está de acuerdo con que lo que está pasando en Ceuta no es otra cosa que “una manera de chantajear a España para que se apunte a la decisión de Trump” y reconozca el Sáhara como territorio marroquí. La acogida a Ghali, admite, le ha brindado “una oportunidad en bandeja” para que parezca “que tiene razón en sus presiones”, aunque según López García las acusaciones contra el líder de Polisario son bastante discutibles. Es “una técnica de Marruecos para desprestigiar a sus disidentes”, explica.
¿Cómo se sale de esta situación? Fernández-Molina apunta a que “a corto plazo España tendrá que conseguir apoyo político y financiero” sobre todo por parte de la Unión Europea. Pero “a largo plazo no tiene solución”, al menos “mientras tengamos fronteras y pretendamos externalizar el control fronterizo a estados vecinos”, una estrategia que además “tiene un impacto negativo en materia de derechos humanos”.
Cada una de las crisis que se ha producido en el pasado entre España y Marruecos se ha “desactivado de forma diferente”, recuerda Barreñada. La de Peregil la resolvió Estados Unidos llamando al orden a las dos partes. “Y España se dio por satisfecha” en una época en la que el entonces presidente, José María Aznar, tenía excelentes relaciones con Washington.
Al final los conflictos, subraya, acaban desactivándose “porque España no profundiza en la confrontación”. Y acaba “haciendo concesiones” pese a ser, sobre el papel, la parte con más recursos e influencia.
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El arabista López García se moja más. Y recomienda al Gobierno español hacer lo contrario que la ministra Ana Palacio durante el conflicto de Peregil. “Menos Marlaska en Ceuta” y más negociación. “Que [la ministra Laya] coja un avión y se plante en Rabat.” Para “obligarles a negociar de tú a tú”.
El conflicto, recuerdan todos los expertos consultados, viene de lejos. Barreñada sitúa lo que está pasando en Ceuta en lo que han sido las relaciones bilaterales entre los dos países “desde siempre”. Especialmente durante el periodo democrático. A lo largo de los años se han ido alternando “momentos de colaboración, incluso de euforia”, con “episodios de tensión”.
Se trata de “dos países que son buenos socios, a los que interesa mantener relaciones estrechas, pero que también son vecinos mal avenidos”. A Rabat y a Madrid les interesa la relación comercial: España es el principal socio comercial de Marruecos y a Marruecos también le interesa el “enganche económico” con España y con la Unión Europea. A lo que hay que sumar el interés español en asuntos que exigen colaboración policial: narcotráfico, delincuencia, terrorismo y “la cuestión migratoria”, en la que el Gobierno ha acabado por “subcontratar el control” de la frontera. Este martes, como reveló infoLibre, el Consejo de Ministros aprobó destinar 30 millones a financiar a la policía marroquí.