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Las decisiones del nuevo CGPJ muestran que el empate pactado entre PP y PSOE favorece a la derecha

La generación Z influirá menos el 28M, pero en plazas ajustadas podría ser clave para la izquierda

Jóvenes asisten al concierto de la cantante Bad Gyal en el Palau Sant Jordi.

La semana que viene muchos ciudadanos acudirán a las urnas. Como casi siempre, lo harán de forma desigual en muchos aspectos pero en uno muy concreto: el salto o gap generacional a la hora de participar en las elecciones.

Según el barómetro preelectoral del CIS para las elecciones del 28 de mayo, aproximadamente el 60% de los jóvenes de entre 18 y 24 años asegura que, con toda probabilidad, depositará su papeleta en la urna municipal. Es una diferencia notable si se compara con otros grupos de edad: por ejemplo, 8 de cada 10 mayores de 75 años muestra la misma convicción, una diferencia de 20 puntos porcentuales.

No es un fenómeno novedoso, pero sí llamativo. La franja de edad más joven (18-24 años), constituye aproximadamente el 8% de la población en España y así se refleja en la muestra de la encuesta del CIS previo a la cocina electoral. En cambio, si ajustamos el peso que cada grupo de edad tiene con la probabilidad que declaran de ir votar, la distribución cambia sustancialmente.

De hecho, es el único grupo de edad que empeora su registro una vez se hace el ajuste matemático, lo que se traduce como una pérdida del peso electoral de la generación Z sobre el total de la población. En el caso de los más mayores ocurre lo contrario. Pasan de ser el 11-12% de la población a ser casi el 14% de todo el electorado que se espera que vaya a votar.

No es ninguna predicción de lo que pueda suceder dentro de diez días, sino una aproximación a cómo se reconfiguran los equilibrios de los grupos de edad en función del entusiasmo que muestran cuando responden a las encuestas. Esto es: no se trata de que los más jóvenes terminen siendo el 1-2% de todos los votantes, pero sí hay indicios para pensar que los jóvenes tendrán menos influencia del que proporcionalmente deberían.

Esto es especialmente perjudicial para la izquierda a la izquierda del PSOE, que tiene mayor impregnación entre los más jóvenes. Ahí es donde mejoran sus expectativas de voto alrededor de un 20%. Además, dada la coyuntura actual y la correlación de fuerzas entre el bloque progresista y el conservador en muchos ayuntamientos y parlamentos autonómicos, donde las mayorías penden de un hilo —de si Podemos consigue o no superar el umbral mínimo—, una mayor o menor participación de los jóvenes podría ser diferencial.

Aquí es donde entra en juego una nueva variable: el momento de decisión del voto. Según el mismo sondeo, el 40% de los jóvenes de entre 18 y 24 años han decidido su voto mucho antes del inicio de la campaña electoral, y los porcentajes van incrementando gradualmente con la edad. Por ejemplo, entre los votantes de 44 a 55 años la cifra asciende al 60% y los más mayores alcanzan el 70%.

El margen de error de las encuestas se sitúa de media entre los 2 y 3 puntos (que pueden cambiarlo todo)

El margen de error de las encuestas se sitúa de media entre los 2 y 3 puntos (que pueden cambiarlo todo)

Por contra, cerca de casi el 40% de los centennials deciden su voto en la última semana previa a la cita con las urnas y el 14% en los dos últimos días. 

Aquí se pueden hacer varias lecturas. Por un lado, hay motivos para pensar que los partidos políticos podrían ver una buena oportunidad para orientar la campaña electoral hacia esos jóvenes indecisos que deciden en los últimos compases de la campaña la orientación de su voto y tratar de convencerlos.

Pero, por otro lado, también cabe una interpretación más retorcida: ¿por qué los partidos segmentan los mensajes en campaña dirigidos a los jóvenes que, en términos absolutos, tienen un peso electoral tan reducido?

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