El negocio de las madres y padres que hacen caja exponiendo a sus hijos en redes tiene los días contados

Las publicaciones en redes sociales donde salen menores están normalizadas. Ya no es solo que un niño o una niña tenga un canal de YouTube donde enseñar cómo juega a videojuegos o contar su día a día, sino que muchas veces son los padres y madres quienes publican fotos y vídeos de sus hijos en redes sociales, ya sea para crear una memoria virtual o, en muchas ocasiones, para obtener beneficios.
Ahora, el Gobierno quiere hacer frente a esta situación, que puede ser perjudicial para quienes son expuestos. De hecho, se están estudiando medidas para proteger a los menores de la exposición excesiva en redes sociales, según confirman fuentes del Ministerio de Infancia y Adolescencia. Pretenden centrarse especialmente en el control del llamado sharenting, es decir, que los padres publiquen una gran cantidad de contenido potencialmente sensible sobre sus hijos en plataformas digitales. Para hacer frente a esta práctica, señalan que están trabajando desde distintos enfoques y contando con las recomendaciones aportadas por el informe de cincuenta expertas independientes designadas por el Ejecutivo.
Está demostrado que mostrar a los menores, a nivel de engagement –y, por tanto, de beneficios–, sale rentable. Según un estudio publicado en la Revista Mediterránea de Comunicación, en el 46% de los contenidos que publican aparecen menores y, estas fotografías y vídeo reciben, de media, un 41% más de 'me gusta' que el resto de publicaciones. “Donde vemos infancia es fácil establecer vínculos, es un mecanismo psicológico, algo que nos llama la atención, más aún cuando los niños están bien”, cuenta a infoLibre Ignacio Guadix, responsable de Educación y Derechos Digitales de UNICEF España.
¿Y qué piensan los menores de todo esto? La mayoría de ellos ni siquiera puede opinar cuando su cara aparece por primera vez en alguna plataforma digital: el 81% de los bebés tienen presencia en internet antes de cumplir los seis meses. Respecto a los que ya saben hablar, tan solo el 24% es preguntado si está de acuerdo con aparecer en la redes sociales de sus progenitores, según una investigación de EU Kids Online, y un 42% de ellos asegura que siente vergüenza al ver lo que han publicado de ellos.
Peligros para los menores
“Hasta ahora hemos compartido imágenes de nuestros hijos de forma irreflexiva, respondiendo a las dinámicas de esta plataformas de mostrar una buena parte de nuestra vida”, apunta Guadix. Y es que esto puede exponer a los niños a situaciones potencialmente peligrosas, que van desde que se que los contenidos acaben en pornografía, se generen contactos con desconocidos (grooming) o problemas con sus iguales, como es el caso del ciberbullying. A esta lista de posible consecuencias negativas, Diana Díaz, psicóloga de la Fundación ANAR, añade que los niños pueden sentir vergüenza, ansiedad, frustración, tristeza, que no se reconozcan en los contenidos publicados. Esto puede acabar convirtiéndose en un trauma.
En ocasiones, relata Díaz, ni los padres son conscientes de estar exponiendo a sus hijos a estos riesgos al compartir sus datos. Estos datos ni siquiera tienen porque darse directamente, y pone el ejemplo de publicar una fotografía donde aparece un niño con el uniforme del colegio, lo cual da pistas sobre su localización durante el horario escolar.
Por otro lado, el problema, en muchas ocasiones llega cuando los padres logran monetizar estos contenidos. Y es que los menores aumentan el alcance en redes sociales, lo que, según fuentes del ministerio de Trabajo, puede suponer una fuente de ingresos para las familias, en muchas ocasiones, por hacer “publicidad encubierta” que influyen en las decisiones de compra de sus seguidores y logran atraer a las marcas.
Breve manual para ser padres responsables
Para evitar todo esto, Guadix señala la importancia de que, como adultos responsables, los padres pongan en una balanza cómo puede favorecer o perjudicar al menor la publicación de un contenido suyo. Por ejemplo, compartir una fotografía del niño en una cuenta de una red social a la que siguen sólo sus familiares puede ser positivo, ya que ayuda a estrechar lazos; hacer un vídeo que le quite tiempo de ocio, estudio o descanso, sería perjudicial.
También recomienda ser responsables con los hijos y hacerles preguntas antes de publicar un contenido como “¿Te parece bien si publico esta fotografía? ¿Te ves bien en ella?” y generar un espacio seguro donde el niño pueda arrepentirse y pedir que se elimine ese contenido. Esto, señala, ayuda a dar ejemplo sobre el uso responsable de las redes sociales u enseñar buenas prácticas sobre el consentimiento.
Preguntada por la edad a la que un menor está capacitado para dar su consentimiento para que una imagen suya se publique, Díaz apela al "sentido común". "Igual que no soltaríamos a un bebé solo en la calle, tampoco debería estar en el mundo digital", señala.
Asimismo, menciona una serie de recomendaciones para no vulnerar los derechos de intimidad y de imagen de los niños. Por ejemplo, evitar hacer cuentas de menores gestionadas por los padres –y en su lugar publicar los contenidos en las cuentas de los progenitores–; no dar datos personales, incluida la ubicación; o pixelar las caras, al menos, cuando estos son demasiado pequeños.
Por último, incide en la importancia de educar a los hijos para que aprendan a identificar cuando una publicación les puede poner en riesgo. Como padres, apunta, se debe poner en el centro la comunicación y acompañar a los menores en el proceso de entrada al mundo digital.
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Además de controlar el sharenting, los ministerios de Infancia y Juventud, Cultura y Trabajo también se encuentran elaborando una reforma del Estatuto del Artista, en concreto, para regular el trabajo de los menores. La idea, según fuentes del departamento que dirige Sira Rego, es “desarrollar un marco lo más garantista posible vinculado a los derechos de niñas, niños y adolescentes”.
Entre las medidas que plantean, quieren “reforzar los derechos de imagen” de este grupo de edad y pautar “horarios reducidos” para que “la actividad sea compatible con los estudios y el ocio”. Es decir, los niños y niñas de menos de 16 años solo podrán trabajar fuera de su horario lectivo del colegio o instituto y nunca en horario nocturno.
Esta iniciativa se sumaría entonces a otras ya planteadas como la ley de protección al menor en el ámbito digital, que ya está camino de la segunda vuelta en el Consejo de Ministros, el paso previo a alcanzar el Congreso de los Diputados. La norma, que aún no es definitiva busca garantizar la seguridad de los menores en internet mediante medidas como la implementación de controles parentales en dispositivos, la verificación obligatoria de edad en plataformas digitales, una reforma del Código Penal para castigar el grooming (ciberacoso sexual) y medidas preventivas ante la adicción a las pantallas.