querella contra el franquismo
“Nunca pensamos que un juez fuera a escucharnos”, dicen las víctimas del franquismo
Sollozos, lágrimas y alabanzas a la jueza María Servini de Cumbría y a toda la Justicia argentinaMaría Servini de Cumbría: esta es la tónica general de los testimonios de las once personas que hasta este miércoles han declarado ante la magistrada que investiga los crímenes contra la humanidad cometidos en el seno del régimen franquista, según el impulsor de la querella, el abogado Carlos Slepoy. "Nunca pensé que ningún juez fuera a escucharnos, por lo que estoy muy agradecido a la justicia argentina", han coincidido varias de las personas que han participado desde el lunes en las declaraciones por videoconferencia que se celebran en la Embajada de Argentina en Madrid.
José Luis Martínez Ocio ha sido una de las víctimas que han acudido a la legación diplomática. Era hermano de uno de los cinco trabajadores que fallecieron en los conocidos como sucesos de Vitoriasucesos de Vitoria, del 3 de marzo 1976. La querella, promovida por la Coordinadora Estatal de Apoyo a la Querella Argentina contra los Crímenes del Franquismo (Ceaqua), se centra en la participación en los hechos del entonces ministro de Relaciones Laborales Rodolfo Martín Villa. Martínez. Ocio recordó a la jueza a principios de 1976 hubo una huelga en Vitoria. El 3 de marzo, la Policía Armada lanzó gases lacrimógenos para desalojar a los trabajadores que estaban reunidos en asamblea en la iglesia de San Francisco de Asís, situada en el barrio obrero de Zaramaga. "A las 5 de la tarde la Policía comenzó a romper cristales y a lanzar gases lacrimógenos. A la salida de los manifestantes los agentes mataron a 5 personas e hirieron a otras 50", según José Luis Martínez Ocio, que recuerda que las investigaciones sobre la matanza fueron archivadas por la imposibilidad de identificar a los autores de los disparos.
Por su parte, Felipe Gallardo Gómez relató a la jueza Servini que su padre y ocho familiares habían sido fusilados. Y su madre también fue encarcelada. Ya estando presa, la obligaban, según la declaración, a limpiar todos los días en una nave industrial los restos humanos de personas. También relató un bombardeo de la aviación alemana durante su estancia en Valencia.
Siete años en la cárcel
Víctor Díaz-Cardiel, declaró que llegó a ser detenido cinco veces. Tras la primera, que se produjo en 1965, permaneció en prisión 7 años. Fue torturado en varias ocasiones. Además, en su testimonio suministró a la jueza la identidad de los inspectores que le arrestaron.
Raúl Herrero Solano, el cuarto de los testigos de este miércoles, es en la actualidad miembro del PSOE. Fue arrestado en tres ocasiones en los años 70. En una de ellas fue objeto de torturas. También dio a la magistrada argentina un listado de las 27 personas fusiladas de un pueblo de Burgos de 300 habitantes, casi el 10% de la población.
Declaraciones del martes
El pasado martes fue el turno de otros cuatro querellantes. El primero fue José Alfonso Rodríguez, que sufrió la muerte de 12 familiares asesinados por el franquismo. Esta persona denunció también a la magistrada la desaparición de su padre. Según este testimonio su padre fue secuestrado de un hospital el 20 de agosto de 1936.
Otra de las personas que contaron su historia personal por videoconferencia fue el cura Jon Etxabe. Fue detenido el 11 de abril de 1969 por su militancia en ETA. Según su testimonio, fue torturado en la comisaría. Un mes después ingresó en una cárcel de Zamora. Fue juzgado en el proceso de Burgos y sentenciado a 50 años. Cumplió ocho tras ser amnistiado en 1977 con la llegada de la democracia.
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Bebés robados
También testificó la presidenta de la Asociación SOS Bebés Robados del País Vasco, Flor de Lis Díaz Carrasco. Esta mujer inició sus propias investigaciones sobre la desaparición de su hermano en 2006. Mientras le buscaba descubrió la desaparición de su hermano mellizo en 1962.
También testificó Julián López Muñoz (88 años) que denunció el asesinato y desaparición de su padre en Badajoz. Álvaro López Ruiz y otros presos fueron fusilados a 10 kilómetros del pueblo. Sus cuerpos, que siguen desaparecidos, fueron arrojados a una fosa común.