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Almeida y la fealdad de Madrid

Desgraciadamente, estas últimas semanas Almeida es noticia por escándalos varios, como el de la venta de mascarillas o la trama de intento de espionaje a Ayuso. Pero, incluso dejando de lado esas lamentables circunstancias, basta con observar las calles de Madrid para sentir una sensación de desasosiego. Escasean los árboles y espacios verdes, el tráfico y el ruido son omnipresentes, avanza la masificación del turismo, la circulación de peatones o bicicletas está confinada a pequeños espacios, apenas hay fuentes. Y se impone una evidencia: Madrid se parece poco a las capitales europeas.

Como documenta incansablemente Félix López-Rey en su cuenta de Twitter, numerosas calles de Madrid, especialmente de barrios del sur y el este, permanecen durante días y días acumulando montones de basura alrededor de los contenedores y en las aceras. Lo que se ha podido conocer del proyecto de reforma de la Puerta del Sol nos muestra una enorme construcción acristalada en la estación de Metro que quedará completamente cubierta por publicidad, en medio de un mar de asfalto sin ni un solo espacio verde. Éste parece ser el único proyecto de Almeida para Madrid: ocupación y privatización del espacio público y, sobre todo, asfalto.

Almeida parece militar en un único proyecto: extirpar la belleza de Madrid y construir un desierto de asfalto, donde la fealdad y la mercantilización 'low cost' son los valores rectores

De hecho, para 2022 Almeida acaba de presentar la Operación Asfalto, dotada con 62,2 millones de euros, “las operaciones de asfalto más grandes en la historia de Madrid”, según sus palabras. Por poner un ejemplo, mientras tanto, en Barcelona la alcaldesa Ada Colau continúa su programa municipal de mejora de los patios de los colegios, instalando huertos urbanos, zonas de sombra y de vegetación y fuentes de agua, y reduciendo los carriles y la velocidad de circulación en las zonas cercanas al entorno escolar. Ciertamente, Almeida tiene otros intereses: si Ayuso declaraba que lo mejor de Madrid eran sus atascos, Almeida, en una entrevista publicada en plena crisis de las mascarillas y el espionaje y que lleva como titular “Para el amor soy muy clásico. Picando piedra. Nada de Tinder", nos confiesa el motivo de su devoción a Esperanza Aguirre: “Y ante todo, su modelo ideológico, con el que me identifico. Ella fue la primera en defender la bajada de impuestos o la liberalización de los horarios comerciales. Hoy nadie entendería que un domingo no se pudiese comprar en Madrid.” Habla por sí solo: una ciudad convertida, literalmente, en un centro comercial.

Todo esto no es baladí. El diseño del espacio urbano constituye las experiencias cotidianas de los que lo habitan, y percute en la sensibilidad de una manera fundamental, previa incluso a los argumentos políticos que puedan esgrimirse en un debate, en un discurso o en una campaña electoral. Configura el espacio en el que nos ubicamos. Otros alcaldes de Madrid han aportado proyectos distintos, desde el soterramiento de la M-30 a Madrid Central. Uno puede ser más afín a unos o a otros, pero al menos son proyectos, y contienen una visión de la ciudad. Pero Almeida parece militar en un único proyecto: extirpar la belleza de Madrid y construir un desierto de asfalto, donde la fealdad y la mercantilización low cost son los valores rectores.

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